Dabid Lazkanoiturburu
Dabid Lazkanoiturburu
Nazioartean espezializatutako erredaktorea

Ofensiva turca en el Kurdistán sirio: drama, límites y riesgos

Es  difícil discernir en medio de la andanada de tuits de Trump, a cuál más surrealista y contradictorio con el anterior, hasta dónde llega la errática política estadounidense en Oriente Medio y, lo que verdaderamente importa, qué les espera a los kurdos y a su incipiente experiencia de confederalismo democrático en  Rojava (Kurdistán sirio).

Todo apunta a que el presidente de EEUU ha ordenado una retirada-repliegue de sus efectivos (2.000) en el norte de Siria, dando vía libre a su homólogo turco, Recep Tayip Erdogan, a una ofensiva militar. Pero queda por dilucidar el alcance tanto de esta última como de la anunciada retirada.

Las informaciones locales sobre el terreno, corroboradas por Rusia, apuntan, de momento y en todo caso, a un pequeño repliegue, limitado a un escaso centenar de soldados y al área que comprende las bases estadounidenses de Tal Abyad y Serekaniye.

Las citadas fuentes locales dan por hecho que la Casa Blanca habría autorizado a Ankara a lanzar una operación para conquistar las localidades que dan nombre a estas bases y temen que la ofensiva pudiera tener asimismo como objetivo la ciudad mártir kurda de Kobani, más al oeste, y que tuvo que ser arrebatada por dos veces al Estado Islámico (ISIS).

Los dos últimos mensajes de su inquilino, en los que advierte a Erdogan de que «no sobrepase los límites» en su ofensiva y asegura que no ha abandonado a los kurdos y les sigue suministrando «financiación y armamento» refuerzan esa hipótesis.

Otra cosa es que, probablemente, esos límites se le hayan impuesto desde dentro al propio Trump, ansioso desde hace más de un año por vender la retirada de Siria, y más en vísperas de la campaña a las presidenciales y en puertas del proceso de impeachment.

Está por ver hasta qué punto condicionan el devenir de los acontecimientos las resistencias a salir de Siria desde la propia Administración estadounidense, incluidos el Pentágono y el Departamento de Estado, sin olvidar la oposición en el seno del Partido Republicano.

Pero de lo que no hay duda es de la traición de Trump a los que durante años le han hecho el trabajo sucio a EEUU y se han dejado 10.000 muertos para acabar con el califato en Siria. Y esos son los kurdos, que se encuentran ahora abandonados a su suerte entre la espada de Ankara y la pared de Damasco y de sus aliados ruso e iraní.


En este sentido, Erdogan se anota, también sin duda,  un tanto diplomático. Pero que a su vez convendría matizar y poner en perspectiva.

Y es que incluso en la hipótesis de que la ofensiva se limitara al área que va de Tal Abyad a Kobani, no sería una tarea fácil para los 30.000 exrebeldes armados sirios y hoy mercenarios a sueldo de Turquía repetir en la simbólica Kobani su »paseo» invasor de 2018 en Afrin, enclave en el que los kurdos optaron por no plantar resistencia.

Qué no decir si la ofensiva no tuviera –o rechazara– límites y se extendiera por el este hacia Qamishli y Hassaka. Los turcos, y sus tropas de infantería sirias, se enfrentarían a miles de aguerridos combatientes, armados por Washington y escarmentados tras años de guerra al ISIS. Un empantanamiento de la ofensiva contra los kurdos alimentaría las críticas de la opinión pública turca, cada vez más renuente a la implicación en la crisis siria en medio de una grave crisis económica.  

En semejante escenario, podría darse la circunstancia de que Erdogan echara de menos el no haber logrado convencer a  EEUU para que comparta el fardo de una «franja de seguridad» gestionada conjuntamente, algo que pese a sus buenas palabras y propósitos ha rechazado hasta ahora Washington.

Este desentendimiento de Trump podría convertirse en un regalo envenenado para Erdogan. Y no solo porque se quedaría solo contra los kurdos, tentados a aliarse con Damasco, y con Rusia y EEUU como «espectadores interesados».  

Porque esa ofensiva, que forzaría a los kurdos a girar y hacerle frente, podría provocar un efecto metástasis de resurgimiento de los yihadistas del ISIS, que se han quedado sin su califato pero sobreviven en cientos de células dormidas en pueblos y ciudades y en sus escondrijos en el desierto.

Todo ello sin olvidar a los miles de yihadistas extranjeros con sus familias internados en campos como el de Al-Hol, custodiado por los kurdos, y donde se hacinan 70.000 personas. El ISIS se ha marcado como objetivo «liberar» esos campos y una guerra abierta en el norte de Siria le brindaría una oportunidad de oro para volver a nutrir sus filas.

Los propios kurdos y muchos analistas han alertado de esas consecuencias de una ofensiva turca tolerada por EEUU. Unas consecuencias que ponen los pelos de punta al mundo pero que deberían de alarmar en primer lugar a los propios turcos. Un resurgido ISIS comenzaría probablemente perpetrando atentados suicidas en la vecina Turquía, en venganza precisamente por el abandono que en los últimos años han sufrido los yihadistas del derrocado califato por parte de un gobierno, el de Ankara. que no dudó en tolerarles, cuando no en suministrarles ayuda logística, mientras el objetivo era derrocar a toda costa al régimen de Damasco.

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