Igor Fernández
Psicólogo

Todo está ahí

Prácticamente todo lo que hacemos o decimos habla de nosotros. En su forma y en su fondo, las acciones que elegimos, las palabras, son un reflejo de nuestros gustos, nuestra historia, nuestras debilidades y creencias. Es muy difícil caminar por la vida sin expresar nuestra identidad de una u otra manera. En nuestro ocio también está presente esa parte esencial de nosotros, y no solo porque elegimos en función de nuestros gustos y estos nos identifican, sino que, de algún modo, un libro, una película, un tipo de música o de actividad, están cargados de mensajes que encajan con un aspecto relevante de nosotros.

Hay quien piensa que este tipo de actividades son meramente evasivas, para desconectar de nosotros mismos, de nosotras mismas; sin embargo, hay actividades que van mucho más allá de un mero pasatiempo y reflejan la propia personalidad. Cuando empleamos tiempo en nuestro ocio, también estamos explorando y ampliando otras facetas que son difíciles de desarrollar en el entorno laboral o familiar. Incluso aunque nuestro trabajo sea vocacional, o en nuestra familia nos sintamos plenamente libres, los roles que desarrollamos en uno y otro lugar son particulares de esos escenarios. En estos, mostramos una serie de facetas que tienen sentido en el contexto que son aceptados por los demás, que caen en lo esperable y común de esos lugares, con las particularidades propias de la cultura de ese entorno.

A menudo, cuando las personas pasamos mucho tiempo en un solo contexto, realizando una sola actividad o con un grupo determinado, terminamos notando de nosotros, de nosotras, una serie de cualidades, habilidades y facetas que identificamos con nuestro ‘Yo’, ‘yo soy así’. Sin embargo, cualquier persona posee capacidades que le son útiles –o lo serán– y que están, de algún modo ocultas tras las más evidentes. Para empezar, todas las personas tenemos una capacidad creativa que es indispensable para resolver problemas, e incluso para plantearse escenarios de futuro en los que va a desarrollarse la vida en adelante. Esa creatividad es una capacidad inventiva, exploratoria y asociativa, que ofrece un resultado nuevo a una serie de circunstancias dadas que plantean algún tipo de dificultad.

También todas las personas tenemos una capacidad para resistir y atravesar más circunstancias adversas de las que nos imaginamos en ocasiones, e incluso, de crecer a partir de las mismas, llegando a crecer una vez superada la situación. Esto nos hace más fuertes, y es a lo que nos referimos con ‘resiliencia’. También todas las personas poseen una capacidad para la aventura, de arrojo, algo que nos ha impulsado durante generaciones a seguir adelante, independientemente de otras cuestiones que nos lo dificulten. Podemos ir más allá de lo que nos viene dado, haciendo también uso de las dos cualidades anteriores: creatividad y resiliencia.

La vida, actualmente, en muchos casos es una sucesión rutinaria de tareas repetitivas, planes repetitivos, e incluso proyectos repetitivos, lo que hace que la expresión de estas cualidades tan importantes quede oculta, e incluso relegada a los universos ficticios de la literatura o el cine, o a las actividades de riesgo, de tiempo libre, que la gente vive con implicación. Dedicarle tiempo a investigar y descubrir qué nos nutre, qué nos estimula e invertir en ello, no es solo una vía de escape de la vida productiva –en el sentido amplio del término–, que, de hecho, da poco espacio al aprendizaje; sino que también es una inversión a futuro, una en la que el resultado es el citado aprendizaje, pero también el despertar de capacidades que nos facilitará el adaptarnos a un futuro que no conocemos.