Mikel Jauregi
Entrevue
KOBE BRYANT
JUGADOR DE BALONCESTO (1978-2020)

El «laker» que logró asemejarse a Jordan

«Si tuviera el poder de volver atrás en el tiempo, jamás lo usaría. Piénsalo. Porque, en ese caso, cada momento que has vivido no significaría nada. Puedes volver atrás y repetirlo de nuevo, así que ese momento perdería su esencia, perdería su belleza. Todo tiene un final. Los momentos nunca volverán». Se trata de la respuesta que dio Kobe Bryant a un periodista cuando al de Filadelfia aún le quedaban unos meses para colgar las botas. La siguiente pregunta, la que cerraba la entrevista, se refirió obviamente a una retirada que ya se intuía muy cercana: «Cuando se quite la camiseta por última vez, ¿cómo cree que se sentirá?». Bryant fue escueto: «Muy en paz con eso, muy agradecido por estos veinte años que he tenido... y listo para irme».

Si atendemos a sus logros personales y colectivos y, sobre todo, al impacto global que ha tenido su trayectoria profesional –que cerró en 2016 con un partido memorable, uno más, con 60 puntos en su haber–, que ha quedado más en evidencia que nunca tras su trágica muerte –y la de otras ocho personas, entre ellas su hija Gianna Maria de 13 años– en accidente aéreo el 26 de enero, Bryant se habrá ido en paz. Los números no engañan: 1.346 partidos disputados en la NBA a lo largo de 20 temporadas; cinco veces campeón con Los Angeles Lakers, su club de siempre; 18 veces All Star; medias de 25 puntos, 5,2 rebotes y 4,7 asistencias por encuentro; 33.643 puntos anotados en total (el cuarto de la historia); autor de la segunda mayor anotación en un partido, con 81; dos medallas de oro olímpicas; sus dos dorsales, el 8 y el 24, retirados por los Lakers... Sí, se ha ido uno de los más grandes de siempre de este deporte. Un elegido. Uno de esos –apenas queda alguno ya– por los que valía la pena trasnochar para verle jugar.

Las reacciones a su fallecimiento tampoco engañan: han llegado desde todo el planeta, y desde todos los ámbitos. Una muestra más de lo que “La Mamba Negra”, su acertadísmo apodo, ha supuesto para el baloncesto y el deporte en general. Veloz y letal, bendecido con un físico y un gen competitivo privilegiados, desde sus primeros pasos en la NBA –a donde saltó en 1996 directamente desde el instituto– se dijo de él que era lo más parecido a Michael Jordan que podría verse nunca. Era mucho decir, pero acertaron. La leyenda de los Bulls, considerado el mejor baloncestista de todos los tiempos, enfilaba ya la recta final de su carrera cuando Bryant opositaba ya ante la liga como su relevo natural (resulta impactante el vídeo que circula en la red en el que puede observarse el asombroso parecido de ambos en jugadas, movimientos, gestos y celebraciones: https://youtu.be/JnB9bvud6IU). De hecho, siempre luchó por tratar de ser mejor que el mítico 23.

Su obituario, sin embargo, estaría incompleto si solo se citara su envidiable carrera deportiva. La acusación de violación cursada contra él por una empleada de hotel de 19 años en 2003, tras vestirse los tres primeros anillos con los Lakers, y el cierre en falso del proceso judicial suponen también un apartado destacable en su currículum. Pese a que en estos días de luto y homenajes se ha visto totalmente sepultado entre tanto vídeo de canastas ganadoras y mates estratosféricos.