Natxo Matxin
Entrevue
Angel Cappa

«No podemos hacer un fútbol socialista en una sociedad capitalista»

De orígenes navarros –su abuela materna, que se confesaba vasconavarra, era originaria de Indurain, un pueblo ubicado en las faldas de la peña Izaga–, Ángel Cappa atesora una fructífera trayectoria deportiva como entrenador tras haber dirigido un sinfín de equipos en Argentina y Europa, destacando su paso como ayudante de Menotti en el Barcelona y Valdano en el Real Madrid. Militante de izquierdas desde muy joven, cuando tomó conciencia de su condición social, y ya retirado de los banquillos profesionales, sigue empeñado desde los micrófonos y con su pluma en remover conciencias y batallar para que algún día el fútbol vuelva a ser de quien lo vio nacer: el pueblo.

¿Qué futuro le augura al fútbol actual? ¿Se va a acentuar su versión negocio o es un modelo que ha llegado a su máxima expresión y comenzará a decaer?

El futuro no es nada halagüeño, lo veo cada vez peor, porque el fútbol reproduce lo que ocurre en la sociedad. Como en esta última, la riqueza de los clubes se concentra cada vez en menor número y, en cambio, son más los pobres que tienen que vender a sus jugadores para poder subsistir. No se puede cambiar el fútbol sin cambiar la sociedad y, por tanto, hasta que no varíe la lógica comercial que impera, es muy difícil que el fútbol tenga otro sentido que no sea el monetario, el del dinero. Nuestra sociedad tiene la lógica capitalista y el fútbol, también. No podemos hacer un fútbol socialista en una sociedad capitalista, me parece que es imposible.

Cada vez son más los grandes magnates que presiden los palcos de los estadios para aprovecharse del escaparate que supone este deporte. ¿Considera que los aficionados deberían despertar y recuperar sus clubes?

Efectivamente, porque nos han robado muchos bienes y pertenencias que corresponden al pueblo. Nos han robado la sanidad y educación públicas, ahora intentan quitarnos la ilusión y la esperanza. Y el fútbol también nos lo han quitado. Por tanto, la tarea es recuperar todos los bienes que corresponden a la gente y entre ellos, el fútbol, porque es un deporte que nace entre la gente más humilde, en los barrios pobres de cualquier ciudad del mundo. Dijo una vez Menotti, y estoy de acuerdo con ello, que el fútbol pertenece a la clase obrera y también se lo han robado. Las élites económicas le han quitado el fútbol y le han dado el carácter que ellas quieren.

También el poder político ha utilizado el fútbol como medio propagandístico. Su país, Argentina, fue un claro ejemplo. ¿Se puede contrarrestar esta manipulación?

No se puede, pero también creo que esa manipulación no tiene tanto efecto como creemos. Contaré una anécdota. En la época de la invasión de Estados Unidos a Irak con la excusa de las armas de destrucción masiva, hubo una campaña mediática mundial muy poderosa, te apabullaban para tratar de justificar esa intervención. En ese momento se jugó un partido clásico en la provincia argentina de Santa Fe, en el que se medían Unión y Colón. Pues bien, la hinchada de este último equipo llevó una pancarta que decía: «Bush, en la cancha de Unión hay petróleo». Pese al empeño propagandístico, no hubo manera de engañar a la gente.

Los ingresos de los clubes han pasado a depender casi exclusivamente del negocio televisivo. ¿Hasta qué punto esto es peligroso?

Es innegable que para que el fútbol profesional pueda mantenerse, es necesario que el negocio intervenga. El problema es que este último se ha apoderado del deporte, imponiendo sus reglas y normas. También la televisión, y eso va contra la gente, por ejemplo en el tema de los horarios, de la repetición de partidos, por la cantidad de encuentros que hay… A la televisión no le importa que la gente vaya a la cancha, lo que le interesa es que esté frente al televisor para venderle la publicidad.

Con la que está cayendo en cuanto a recortes sociales y de servicios, mucha gente sigue sin entender las cifras multimillonarias que se manejan en la élite de este deporte e incluso enarbola la bandera del sentimiento antifútbol. ¿Entiende esa postura, se siente partícipe de ella?

La cantidad de dinero que se maneja en el fútbol a mí me parece obscena, pero hay que matizar algo que me parece importante: los jugadores, como sucede con los trabajadores en cualquier otra actividad, son los que lo producen y se llevan una parte ínfima. Los futbolistas que ganan mucho dinero son una minoría. Supongamos que en España pueda haber 5.000 0 6.000 jugadores profesionales, pues como mucho, y creo que no llegarán, unos 200 estarán ganando cantidades astronómicas. Es algo insignificante comparado con lo que se lleva la televisión, las firmas de ropa deportiva, viajes, hoteles, merchandising…

Surgen iniciativas populares y alternativas como el United of Manchester o clubes ya consolidados que se gestionan de manera coherente, caso del St. Pauli, pero ¿por qué no cunde más el ejemplo?

Porque los dueños del dinero no lo permiten. Puede haber singularidades, naturalmente, siempre hay un general negro en Estados Unidos, se pueden permitir una excepción inclusive para decir que es posible el cambio, pero finalmente no lo consienten porque ellos ganan mucho dinero. Adidas o Nike obtienen muchísimo dinero, lo mismo que las televisiones. No van a permitir otra lógica en el fútbol.

Pese a que una gran mayoría de los futbolistas procede de orígenes humildes, no hay muchos ejemplos de jugadores que tomen conciencia y sean coherentes con ello. ¿A qué cree que es debido?

Leí hace mucho tiempo que el patrón y opresor es, al mismo tiempo, odiado y envidiado, las dos cosas. Lo odio, pero quiero ser como él. El futbolista que nace pobre, una vez que tiene el dinero, lo que repite son los esquemas sociales del opresor. Finalmente, lo que quería inconscientemente es ser como ese hombre, tener sus coches, usar sus perfumes, ir a sus restaurantes, tener mujeres hermosas…

¿Qué le parecen los partidos benéficos que promueven algunas estrellas futbolísticas? ¿Marketing o verdadera solidaridad?

A lo mejor en los jugadores existe la inocencia de ser solidarios, pero en quienes los organizan, absolutamente cien por cien de marketing; no les importa en absoluto la solidaridad para nada. El jugador se presta y es posible que muchos crean que están haciendo un acto solidario.

Visto lo visto, parece casi imposible pensar en un fútbol diferente.

En general, es así. Que haya jugadores, entrenadores y gente comprometida, sí, seguro, pero hay que dejar claro que tampoco en otras actividades existe un compromiso masivo, es más bien bastante minoritario, no solamente en el fútbol.

Ya hemos hablado de las dificultades por las que pasan algunos clubes. En su momento, la Real vivió una situación comprometida y ahora es Osasuna quien está al límite. ¿Cómo ve esta realidad desde la distancia?

La solución está en que la gente vuelva a hacerse dueña de los clubes que le pertenecen sentimentalmente y que los directivos sean verdaderos representantes de esos aficionados, no personas sin sensibilidad ni conocimientos, como son la mayoría de dirigentes que yo conozco. Manejar un club como si fuese una empresa es una equivocación; es algo más, es un sentimiento, y los criterios tienen que ser otros. Eso quien realmente lo sabe son los socios, la gente que verdaderamente siente el fútbol.

Posibles amaños con varios equipos implicados, apropiación indebida de dinero… ¿Se podría decir que el caso Osasuna es solo una parte que ha aflorado y que hay mucha más corrupción en el fútbol que todavía no se ha hecho pública?

Cuando hay mucho dinero, es inevitable la corrupción y ahora todavía más, con la incorporación de las casas de apuestas. En Italia ya afloró el episodio de la Juventus, que descendió después de ganar dos campeonatos por la cantidad de partidos que había amañados, pero en los que también estaban implicados el Milán y otros clubes. Por el contrario, en Argentina hay una gran corrupción que jamás se investiga. En todos los países existe, porque hay mucho volumen económico en juego y la administración de todo ello es ajena a la gente.

El fútbol ha servido como vehículo para expresar la identidad nacional. Euskal Herria lleva ya cierto tiempo reivindicando la oficialidad de su selección. ¿Ve legítima esta aspiración?

Claro que sí. Todo lo que sea un deseo auténtico de la gente, para mí eso es lo legítimo y le tengo el máximo respeto. Lo puedo compartir o no, pero ¿quién soy yo para decir que no es lícito si es un deseo de los aficionados tener su propia selección? Individualmente no somos nadie para decirle eso, la gente sabe lo que quiere.