Edorta Jimenez
Entrevue
William A. Douglass

«Escribo todos los días por costumbre, no tengo ya una carrera que cultivar, ni tampoco me pagan: lo hago porque me da la real gana»

Pese a que está jubilado desde hace ya unos años, a día de hoy William A. Douglass (1939, Reno) escribe seis libros a la vez. «Sobre temas que me interesan», confiesa. Viaja por el mundo buscando ese pez soñado y todavía no pescado. Regresa a su rancho de Nevada y sube a un todoterreno para repasar el viaje una vez más. Arruinado estrepitosamente en el negocio de los casinos, ha vuelto a ellos empezando casi desde cero. Visita los obras en curso y otea el horizonte como el cazador que fue, esperando que la respuesta a la gran pregunta –¿dónde y cómo invertir?– se la traiga el viento. Por si acaso, todas las mañanas repasa la prensa que dejan a la puerta de su casa. Un poco más abajo está la Universidad de Reno, en donde un día fundó el Center for Basque Studies que ya lleva su nombre. Lo hizo junto a Jon Bilbao, cuyo nombre también figura allí; en concreto, en la biblioteca.

Miel Elustondo ha publicado en castellano “Mr. Basque”, fruto de los encuentros y entrevistas mantenidos con el antropólogo y escritor estadounidense durante años. Más allá de lo que el título pueda sugerir, en esta biografía queda claro que William (Bill) Douglass, autor de los ya títulos de referencia “Muerte en Murélaga” o “Amerikanuak” –este junto a Jon Bilbao–, es más que Mr. Basque. Es un ser poliédrico y sorprendente, autor de una abundante obra y de un libro tan importante a nivel global como “Terror and Taboo” (1996), escrito junto a Joseba Zulaika.

Bill Douglass y yo pasamos diez días juntos y fuimos madurando una entrevista, esta misma, al tiempo que yo leía su nuevo libro de relatos, “Death After Life: Tales of Nevada”, en sus versiones en castellano y en euskara, además de la versión en inglés del libro de Elustondo. Resolvimos la entrevista por email. Habría sido demasiado desperdicio poner en marcha una grabadora y dejar de fijarse en lo más palpable. En el mundo de Bill, contado por Bill. Él es quien conduce.

Leo el primer texto del libro («Words») y, al terminar, busco el nombre del autor y resulta que no viene; o sea, que eres tú mismo. En él, te retratas sin demasiada piedad y con mucho humor: Bill Douglass, de principio a fin, con 75 años y un desfibrilador instalado en el pecho.

Todos somos egoístas, sobre todo nosotros los (autodenominados) escritores. Llenamos páginas vacías con letras, presumiendo que tenemos una sabiduría que compartir con los demás. Ahora bien, si uno llega a mi edad sin haber desarrollado la capacidad de reirse de sí mismo, es que no ha puesto mucha atención en la vida y en la suya, en particular. Si insisto en seguir pontificando a los demás, y es así, por lo menos quiero que se rían conmigo (y no de mí). Escribí “Palabras” o “Words” después de haber terminado los doce cuentos. Me había topado por primera vez con la palabra triskaidekaphobia (creo que en un artículo sobre el calendario maya, sobre el fin del mundo) y, como era la víspera del viernes 13 de febrero, me pareció idóneo escribir un relato más. Firmé el libro el día siguiente. Concuerda también con la superstición de Arturo y sus fantasmas. Y entonces se me ocurrió otro hilo: como en el cuento “Twilight” o “Crepúsculo” empiezo con la geografía de mi propio cuerpo (fastidiado por los años, por supuesto), en “Words” pensé en tratar mis facetas corporales, y hasta mis humores, en los términos geográficos de Nevada. Es otra manera de profundizar mis raíces en el suelo del estado y establecer mis credenciales, cuando presumo de presentar unos cuentos que brotan de esas mismas raíces.

«End of the line» es, en la jerga de los tramperos, la última trampa de una línea que puede alcanzar unos cuantos cientos de kilómetros. También es el título de uno de los cuentos de este libro. Fuiste trampero, pero no te llevó el río. Querías prosperar, tener dinero, soñabas con diamantes, trabajabas quitando plantas invasoras y ponías trampas… eras de Nevada.

Sí, soy de Nevada. Mis antepasados estaban aquí cuando era un territorio y todavía no era un estado. Antes de hacerme académico, tuve muchos empleos manuales: corté hierba, lavé platos, serví mesas, limpié retretes... No me importa ensuciarme las manos; es otra manera de situarte en la vida sin miedo, porque, si sabes trabajar y estás dispuesto a sudar, nadie te puede arrebatar la posibilidad de buscarte la vida y de sobrevivir. Además, siempre he sido un soñador bastante atrevido. Mis padres tuvieron que aguantar a un hijo que, con 19 años, anduvo solo por Latinoamérica con una mochila y la intención de pasar un «rato» en Venezuela buscando diamantes. También tenía ganas de hacerme trampero profesional en Alaska. O sea, nada de profesiones «normales», como médico o abogado. Tuve mucha suerte, porque mis padres creían que cada uno tiene derecho a desarrollar su propio camino en la vida. Seguramente hablaron a menudo entre ellos de sus preocupaciones, pero jamás me lo impidieron.

Debías enfrentarte al «fantasma» de tu nombre, Bill, porque hay muchos Billys en la familia. Y a sus minas, que son otros de los mundos que existen en Nevada. Lo haces en «Tasker», la historia de un hombre que trabajó de gobernador cuando se arruinó con las minas. El relato lo constituyen unas pocas de las cartas que él escribió, creo que tres, que a mí me dicen mucho.

Somos tres Billys en el libro. Y también tenemos a mi abuelo. No le conocí, porque murió diez años antes de que yo naciera, pero llevo su nombre y mi curiosidad sobre él ha sido mi fantasma intelectual en la vida. Era muy famoso en el centro de Nevada como minero y hombre bueno; un generoso apoyo para los demás. Lo que escribo sobre Billy Ford está basado en una leyenda familiar. El abuelo protegió a la familia Ford cuando expulsaron a los chinos de Tonopah, también apareció en Goldfield vestido de chino y se rompió el brazo allí en una caída del burro. No sé si era él (como en el cuento) quien descubrió el cuerpo chino en el desierto, porque aquello me lo inventé. El abuelo era socio de Tasker Oddie y Jim Butler, el descubridor de las minas de minerales preciosos de Tonopah. Tanto era así que bautizó Belmont a su primer hijo, el nombre del pueblo de Oddie y Butler. La mención de Billy Douglass en la carta de Tasker es una invención mía, pero sí es verdad que ambos aparecen en una foto de la primera Navidad en el campamento de Tonopah, compartiendo la cena con una docena más de mineros en una fonda-tienda.

En «Rent» o «El lugar secreto» tomaste algo de la novela que estás escribiendo en la actualidad sobre los casinos –de la que llevas ya ¿mil páginas escritas?–. Una novela que empezaste a escribir cuando perdisteis el casino… ¿cómo se llamaba?

Cerré dos casinos en Reno: el Comstock y el Riverboat –¡soy telonero de casinos, los voy cerrando!–, aunque sigo con éxito en el negocio con unos pequeños en la autopista 80. En realidad, tengo tres mil páginas escritas de la novela, a mano y en hojas de cuaderno, y llevo quince años en ella, aunque no sé si la voy a terminar y a publicar. Ya veremos. Pero si sé que he gozado mucho escribiéndola, pese a que pasé por un periodo lleno de dudas. Me libera bastante escribir ficción, en vez de antropología, porque inventas los datos en vez de recogerlos. Puedo casar, divorciar y matar a mi protagonista con impunidad, aunque eso no deja de tener sus consecuencias. Por ejemplo, en el caso de Sheba, la hija de Sue en este cuento (“Rent” y en castellano “El lugar secreto”) y protagonista también de la novela que estoy escribiendo, una noche, a las dos de la madrugada, la tuve que matar. Me eché a llorar y durante varios días estuve de luto.

Un inciso: ¿cómo fue el congreso sobre los vascos en Cuba, donde nos conocimos personalmente? Estábamos allí cuando se empezó a hablar de la restauración de las relaciones diplomáticas entre ambos países. Por cierto, para entonces tú ya habías roto el bloqueo por tu amor a la pesca. ¿Cómo lo ves ahora que tú también llevas encima algo de la isla?

Si rompí el bloqueo fue más bien por la pesca: Cuba tiene mucha fama por la captura de macabí y, a lo largo de los años, casi todos mis compañeros de pesca habían entrado ilegalmente en la isla. Yo era una excepción, porque tenía miedo de poner en peligro mi permiso de juego en el estado de Nevada. Finalmente, Cuba se convirtió en el único país de lengua española que yo no había pisado y me llamaron sus macabiés. He estado en la isla cinco veces en los últimos cuatro años, algunas veces en plan de pesca y otras organizando el seminario sobre Vascos en Cuba que celebramos en La Habana durante tres días en enero pasado, coincidiendo, por casualidad, con la restauración de relaciones entre Cuba y mi país. Ahora tengo muchos amigos en Cuba que abarcan todo el espectro político. Me interesa Cuba y pienso volver, pero no lo considero un paraíso, porque tiene y tendrá sus grandes problemas. Va a haber una transición y nadie sabe adónde va a parar. Algunos de mis amigos ven el porvenir con optimismo, pero otros, no. Un pesimista me dijo que, de aquí a cinco años, Cuba va a volver a ser una nación de maleteros y prostitutas. Esperamos que no.

En «All that Glittlers», el cáncer de pecho. Ambos sentimos ganas de llorar cuando hablamos de ello en la camioneta mientras atravesábamos el Black Rock Desert.

Pues sí. En mi familia casi todas las mujeres han tenido cáncer: dos cuñadas y mi madre, y mi segunda esposa (estuvimos juntos más de treinta años) también lo tuvo, aunque técnicamente no murió de eso. Los últimos tres años de su vida el cáncer volvió con fuerza. Me tocó ser su enfermero en aquella época: farmacias, visitas al médico, limpieza de la casa, cocina, compras, sesiones constantes de quimioterapia...

Me enseñaste el coche de Numaga (protagonista de «Numaga’s story») en tu rancho, Smoke Creek. ¿El rancho es un santuario? Tú mismo me dijiste que mentalmente vives allí.

Después de casi toda una vida a campo abierto, prefiero la soledad de Smoke Creek a cualquier otro lugar. Es una zona deshabitada de cientos de kilómetros cuadrados, en donde el vecino más próximo es el de un rancho situado a 50 kilómetros al norte. Es un vascofrancés, Brent Espil, y somos íntimos amigos. Es una zona de ciervos, antílopes, caballos y burros silvestres, coyotes, águilas, cascabeles, gatos monteses y pumas. Voy mucho allí, a veces solo y a veces con amigos. Me encanta enseñárselo a las visitas. Recorrerlo en un Rhino Yamaha (un vehículo especial, un todoterreno ligero) es cuestión de días y no de horas. Cuando estoy allí, los problemas del mundo se diluyen en ciclos naturales: en horas del día y estaciones del año. En realidad, son siete u ocho ranchos, que abarcan 5,000 hectáreas de terreno privado. Si se le añaden las parcelas públicas, se trata de una extensión de más de 100 kilómetros por unos 60. Hace cien años vivían allí más de cien personas y ahora, ninguna. A pesar de las noticias que llegan del Medio Oriente, Ucrania o China, en los ranchos el sol se pone como siempre. En los ranchos me siento ligado con la naturaleza, los indios de antaño y los rancheros de hace un siglo.

Numaga, el indio de Nevada, se encuentra con una india de Europa, una vasca. Lo pones en boca de ella, Mary Inchausti.

Lo que intenté era presentar tanto lo vasco como lo indio en términos reales de Nevada y no como lo configuramos los científicos sociales. Numaga sale de una leyenda o historia existente en mis ranchos, sobre un indio al que mataron unos bandidos que vivían allí a mediados de los años 50. Le puse el nombre en honor del gran jefe Numaga, el líder de los Paiute durante su última guerra (The Pyramid Lake War) contra los blancos. Mary Inchausti es un invento mío. Como sabes, en varias épocas de su historia, los dueños de Smoke Creek Ranch eran vascos. De hecho hay un edificio de piedra que parece más un caserío vizcaino que una casa ranchera del Oeste americano. Este cuento, como muchos otros, lo que destaca es la diversidad étnica de Nevada (vascos, indios, chinos, italianos…). Como sabes, el libro tiene poco que ver con los vascos como tales y, por lo tanto, con mi trabajo antropológico. Es un libro personal, familiar, estatal, muy muy americano.

¿Numaga simboliza a los perdedores del Oeste?

No, yo diría que todo el libro, incluyendo el cuento de Numaga, trata más bien de una continuidad, de una unicidad, si quieres, de un trozo del planeta que se llama Nevada. Actualmente no es lo que era hace cien años, ni tampoco lo que será en el año 2115. Lo mismo se puede decir de Cuba, Euskadi, Rusia… Pero, de ninguna manera lo considero un libro romántico o nostálgico sobre un mundo perdido.

Junto a tu rancho hay otro, con un cartel en el gran portón de entrada que dice: «Nada de lo que hay al otro lado de esta puerta vale tanto como tu propia vida». Eso quiere decir que el dueño te puede disparar si traspasas esa frontera. Las armas, Bill, algo difícil de entender en Europa.

También me cuesta. No me gustan las armas. De chaval tuve un incidente con un rifle y pude haber matado a otro crío. Desde entonces, no me van. Tengo la pistola que usaba cuando era trampero y un rifle del calibre 22, pero apenas los uso. Una está en casa y el otro, en el rancho. Aunque hacen bastante daño, no soy capaz de matar a liebres o ardillas en el rancho. Allá todo el mundo, casi sin excepción, va armado y cada vehículo tiene por lo menos un rifle o si no, más. Yo no me preocupo en ir armado, porque sé que todos los demás asumen que sí lo estoy.

¿«Rite of Passage» es un repaso a tu iniciación al sexo?

Pues, sí. Así era para casi todos nosotros, hijos de Nevada, el único estado en donde la prostitución está legalizada.

El relato «Arturo and the Captain» es más que un cuento. Parte de un Arturo real y también está tu rancho, el pasado del mismo y el encuentro con una realidad mágica, que ha dado título al libro: «Muerte después de vida».

Quiero a Arturo porque es como es y habita un mundo extraplanetario para mí. Yo aprendo mucho de él. Somos socios en la adquisición y remodelación de casas viejas y estropeadas. La más reciente no tiene un fantasma, sino dos. Uno es alto y el otro bajo, una pareja quijotesca. Se la compramos a una bruja hindú de Fidji que solía sacrificar cabras negras en el jardín, para cubrirse con la sangre antes de bailar al aire libre. Según el cura mexicano de Arturo, el diablo reside dentro y tenemos que exorcizarlo. Tenemos cruces en las habitaciones y las hemos bañado con agua bendita. No sé qué es lo que vamos a hacer con ella todavía, si alquilarla o venderla. ¿Me la quieres comprar?

En ese cuento también aparece el Douglass que ha votado al partido Libertarian, después de, como me dijiste, apoyases a Obama con lo que aquí comúnmente significa la palabra apoyo, es decir, dinero. Si la pregunta no te parece estúpida: ¿cómo va el mundo?

Estoy bastante desilusionado con la política de mi país. No veo que exista mucha diferencia entre los dos partidos principales: ambos venden su influencia y se alternan en el poder. Estoy muy en contra de la política exterior de Estados Unidos. Sin embargo, ni los demócratas ni los republicanos hablan en serio de reducir el presupuesto militar. Tenemos bases en más de ochenta países y gastamos más en nuestra «defensa» que todos los demás países del mundo juntos. Es parte de una mentalidad imperialista que no comparto. Tampoco estoy muy satisfecho con la política doméstica. A todos los niveles, legislamos nuevas leyes con el resultado de que cada vez más unos burócratas toman las decisiones sociales, culturales, y económicas. ¡Igual durante las próximas elecciones me iré al rancho en vez de ir a votar! Por supuesto, he dejado de contribuir a los candidatos con dinero.

En paralelo a este libro, he ido leyendo la versión inglesa de «Mr. Basque», tu biografía escrita por Miel A. Elustondo. Publicada en castellano por Pamiela, tú mismo la tradujiste al inglés y añadiste algunas cosas; entre ellas, la explicación sobre tu labor de intermediación en lo que se ha venido en llamar conflicto vasco o proceso de diálogo (Douglass medió entre la dirección de ETA y el centro Henry Dunant entre otoño de 2003 y la primavera de 2004).

No me acuerdo de haber cambiado o añadido mucho al texto con respecto a las negociaciones de Ginebra, porque Miel las describió al detalle. Incluso retrasamos la publicación del libro por estas negociaciones, que eran secretas. Estaba involucrado de lleno cuando Miel terminó su primera versión, pero no me parecía razonable publicar un libro sobre mi carrera de vasquista sin incluir Ginebra. Creo que tuvimos que esperar entre tres o cuatro años. En realidad, al empezar a traducir la edición publicada, me di cuenta de cómo un autor siempre tiene en mente su público: Miel Elustondo estaba escribiendo un “Mr. Basque” para los vascos de Euskadi y la diáspora. Me di cuenta, por ejemplo, que mi trato con Julio Caro Baroja y Joxemiel Barandiaran tenía menos interés para un público anglo-americano. En realidad, son más bien desconocidos aquí y, en cambio, había escrito poco sobre mi vida de casinero y ranchero, cuando en realidad ambas facetas tienen bastante interés aquí.

En Boise, durante el Jaialdi de este año –año en el que también se cumplen cuarenta de la publicación de «Amerikanuak», que coescribiste con Jon Bilbao– estuviste en el acto de Gure Esku Dago, en el que también tomó parte el exlehendakari Juan José Ibarretxe. Parece ser que el exlehendakari te hizo un regalo que te llegó al corazón.

El lehendakari Ibarretxe era el presidente que me dio el premio Lagun Onari. Colaboramos en todo lo de Ginebra. Más que compañero y/o socio en algunos acontecimientos en la vida, lo considero un amigo y un hombre sumamente bravo. En Boise, presentó su libro “The Basque Experience. Constructing Sustainable Human Development”, publicado por el Centro de Reno. Me dedicó un ejemplar y lo guardo como un tesoro, porque escribió: «Bill, nadie ha hecho más que tú para poner al Pueblo Vasco en el mundo».

Has firmado el manifiesto «Free Otegi and All of Them».

Lo he hecho desde la distancia y porque varios colegas a quienes admiro lo han firmado. No conozco personalmente a Otegi, pero sí creo que la solución permanente del problema vasco va a ser política y no judicial. Tampoco creo que en las democracias se deban ilegalizar partidos políticos y, menos, encarcelar a sus líderes, porque, en vez de fomentar diálogo y soluciones, los impide.

«Death after Life», este libro tan literario, ¿es una manera de salir del encasillamiento, de reivindicar que eres el autor que un día escribió «Amerikanuak», «Muerte en Murélaga» o «Terror and Taboo» y otros muchos? ¿De decir que sigues vivo y creativo? ¿Porque, ahora mismo, cuántos libros estás escribiendo a la vez?

Ahora tengo seis libros entre manos sobre temas que me interesan. Como sabes, con tu ayuda, acabo de escribir uno sobre Ernest Hemingway. También sigo escribiendo de la pesca y continuo con la novela casinera de Nevada. O sea, llevo quince años jubilado, que es cuando salí del «encasillamiento». En estos años no he escrito nada «por obligación», ni tampoco por fidelidad a mi disciplina académica. Cuando ahora me preguntan «¿qué eres?», contesto: «Escritor». Y así es y será para el poco tiempo que me queda. Escribo todos los días por costumbre, no tengo ya una carrera académica que cultivar, ni tampoco me pagan: lo hago porque me da la real gana. ¡Qué lujo y qué placer!

 

UN LIBRO, UN VIAJE Y UN ENCUENTRO

La conversación-entrevista entre el escritor Edorta Jiménez y William A. Douglass para 7k la ha propiciado la reciente publicación en inglés, euskara y castellano de «Death After Life: Tales of Nevada», un libro de relatos del escritor, antropólogo y fundador del programa de Estudios Vascos del Desert Research Institute de Nevada. Publicado inicialmente en inglés por Paul Starrs y Peter Goin, con las fotografías de este último (es director del departamento de Arte de la Universidad de Nevada-Reno), acaban de llegar a las librerías sus versiones en castellano («Muerte después de vida: relatos de Nevada») y euskara («Bizi ondorengo heriotza: Nevadako kontakizunak»), editadas ambos por Pamiela. Las fotografías de este entrevista están realizadas en la Casa de Juntas de Gernika, durante la visita de Douglass a principios de mes a Euskal Herria con motivo del sexto Congreso Mundial de Colectividades Vascas en el Exterior.