TERESA MOLERES
SORBURUA

De granjas a ecomuseos

L as granjas construidas en los siglos XVI-XVII en la Selva Negra alemana forman parte en la actualidad del Ecomuseo del valle de Gutach. Dada la riqueza forestal del lugar, las granjas se construían con troncos de madera de piceas, abetos y robles sujetos con bloques de piedra. Los tejados, a cuatro aguas con una inclinación de 45 grados, estaban cubiertos de paja de centeno. Bajo ese techo, en el mismo edificio, convivían personas y animales.

Algunas de las costumbres de estas viejas construcciones recuerdan a las de nuestros antiguos caseríos, aunque con una especie de mayorazgo invertido. Para que la explotación pudiera alimentar a sus moradores, la partición de la tierra estaba prohibida. El más joven de los hijos, el llamado «ángel de la granja», o la mayor de las hijas solteras lo heredaban todo. Al resto de sus vástagos les daban una pequeña «compensación», mientras les tocaba esperar a que les empleasen como criadas o mozos en otras granjas. Todos comían juntos, pero sentados según el valor del trabajo de cada uno. Probablemente los caseríos vascos no estaban tan jerarquizados.

Llama la atención la falta de chimeneas en estas construcciones; así no se perdía el calor de la cocina que subía a las habitaciones. Tenía sus ventajas: el humo ahuyenta los insectos, conserva jamones y salchichas y disimula la humedad de los orines de la cuadra cercana. Pero también sus desventajas, puesto que en ese recinto ahumado y sin luz se resentía la salud de las mujeres, que enfermaban de tuberculosis y ceguera. Si los colchones de los baserris estaban rellenos de hojas de maíz, en las granjas alemanas utilizaban paja de avena, cereal que cosechaban junto al centeno y la cebada.

Sus principales fuentes de manutención estaban en la silvicultura y la ganadería. A finales del siglo XVIII mejoró la situación por la introducción de la patata. Los hombres ayudaban al mantenimiento trabajando en las minas de plata y plomo, y las mujeres vendiendo sus quesos y tejiendo sacos y sombreros de paja tranzada. En la huerta cultivaban legumbres, hierbas medicinales y flores para entierros y bodas, al tiempo que cumplían las exigencias del calendario cristiano de Pascua.

La aristocrática familia que explotaba los recursos mineros de la Selva invirtió parte de sus riquezas en la construcción de la catedral de Friburgo. El Ecomuseo, fundado en 1964, se precia de conservar la herencia cultural de la región para transmitirla a las futuras generaciones.