Maider Eizmendi
Entrevue
SILVIA FEDERICI

«Toda lucha requiere necesariamente de una infraestructura reproductiva»

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Nacida en Parma (Italia, 1942), la escritora y activista feminista Silvia Federici actualmente es profesora emérita en la Universidad Hofstra de Nueva York. Activista incansable, las salas dispuestas para las charlas que ha ofrecido tanto en el Estado como en Iruñea, invitada por Katakrak, se han llenado totalmente. La autora de los libros “Calibán y la bruja: mujeres, cuerpo y acumulación originaria” (2004) y “Revolución en punto cero: trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas” (2013) no cesa de repetir que el Capitalismo sigue beneficiándose del trabajo reproductivo que realizan las mujeres gratuitamente, por lo que, en su opinión, es necesario seguir exigiendo que esta labor sea remunerada. Le resulta irónico que, tras tantos recortes en recursos sociales, se siga hablando de la emancipación de la mujer y de conciliación y subraya la necesidad de que la lucha feminista dirija sus esfuerzos a reorganizar y a poner en valor el trabajo reproductivo. «Puede ser un trabajo muy creativo, pero esclavo en la condiciones en las que la vivimos en esta sociedad», matiza.

«Estamos dando pasos hacia la igualdad; cada vez más mujeres acceden al mercado laboral». ¿Qué le sugieren este tipo de mensajes?

No estoy de acuerdo, porque el trabajo asalariado no conlleva la igualdad. En primer lugar, porque las mujeres no tienen los mismos puestos de trabajo que los hombres y no perciben los mismos salarios. Además, trabajar fuera de casa no exonera a las mujeres de las labores del hogar y, por lo tanto, deben realizar dos labores simultáneamente. Además del citado mensaje también oímos decir que las mujeres han dejado la casa para trabajar fuera, y realmente, una vez han cumplido su jornada laboral fuera de casa, deben regresar a casa y realizar las labores domésticas. Todo ello tiene consecuencias en su salud. En Estados Unidos, por ejemplo, la esperanza de vida de las mujeres trabajadoras ha disminuido cinco años. Esta es una estadística muy significativa que revela la dureza de la situación que viven muchas mujeres que no tienen tiempo para descansar, para el ocio... y que, además, viven con una gran inseguridad laboral. Por ello, esta idea de que las mujeres se han emancipado con el trabajo fuera de casa realmente distorsiona la realidad.

Además, ¿no cree que las mujeres se han incorporado a un mercado laboral hecho por los hombres y para los hombres?

Sí, las mujeres se han incorporado a un mercado laboral que, a partir de los años 80, se ha transformado a causa de la globalización y no ofrece ninguna seguridad laboral. Nos han abierto las puertas de las empresas de trabajo asalariado en el momento en el que el techo estaba comenzando a hundirse y lo han hecho para tener fuerza de trabajo barata. Además, los centros de trabajo asalariado no han llevado a cabo los cambios necesarios para que las mujeres puedan compaginar su trabajo fuera de casa con el del hogar. Y si ello fuera poco, el Estado ha disminuido las inversiones en servicios públicos como las guarderías, los centros para personas mayores...

¿Qué efectos ha tenido la crisis en este proceso?

Yo prefiero no hablar de crisis económica porque, cuando nos referimos a ella, parece que está fuera del control de los estados y los empresarios, y realmente no lo está. Hablamos de crisis, pero ¿la crisis de quién? Creo que es importante que, cuando la citemos, no lo hagamos como si fuese algo universal. La historia nos ha demostrado que el sistema capitalista es capaz de crear una crisis, porque esta le permite reestructurar la industria y la relación de clases. Hoy en día la citada crisis se está convirtiendo en un gran paraguas que todo lo tapa. Yo prefiero hablar de reestructuración, porque realmente lo que estamos viviendo es una reforma global del trabajo, las inversiones... Y en este contexto, las mujeres han sido integradas a los niveles más bajos del mercado laboral convirtiéndose en fuerza de trabajo barata, lo que permite al capital reactivar su maquinaria de acumulación.

El paraguas que ha citado esconde también los recortes que cada día son más evidentes.

Claro, porque los recortes son parte de la reestructuración y parte de lo que se llama globalización. Esta tiene diversos mecanismos y uno de ellos es el desmantelamiento del “Estado de bienestar”. De esta manera, el Estado ha liquidado una política por la que invertía parte de los recursos sociales en la reproducción. Este proceso comenzó en los años 80 y ha acarreado que se recorten los fondos para hospitales, guarderías, educación... En Estados Unidos ha sido un proceso salvaje: se han cerrado muchos hospitales que atendían a personas con pocos recursos, se han clausurado muchos colegios públicos, se han recortado las plazas en los centros de mayores... Por eso digo que es irónico que se hable de la emancipación de la mujer precisamente cuando los salarios bajan, los beneficios se pierden, el empleo se hace cada vez menos seguro y se recortan los servicios a la reproducción. Entonces, ¿a qué se refieren cuando hablan de emancipación? Realmente esconde una situación de esclavitud. Por lo tanto, yo creo que debemos rechazar esta ideología de la emancipación que solo ha servido para que las Naciones Unidas puedan cubrir esta explotación.

Es muy crítica con la política de la Naciones Unidas.

Sí, porque las Naciones Unidas comprendieron rápidamente que la búsqueda de autonomía por parte de las mujeres y el rechazo de la dependencia hacia los hombres se podía usar para que las mujeres se integrasen en el mercado laboral y reactivar así la producción capitalista tras la crisis de los años 70. ¿Por qué las Naciones Unidas entran en la política feminista? ¿Por qué encabezan la política feminista? Porque usan la búsqueda de autonomía de las mujeres y la lucha feminista para poner a las mujeres al servicio de los mecanismos de explotación capitalista.

No obstante, la entrada al mercado laboral también fue apoyada por parte del movimiento feminista.

En primer lugar, he de decir que el movimiento feminista nunca ha sido algo monolítico y que ha tenido muchas almas diferentes. En aquellos momentos una parte del movimiento, el más liberal, era muy favorable a la entrada de la mujer en el mercado laboral, porque, entre otras cosas, no pensaba que esta entrada se produciría a los niveles más bajos del mercado. También existía una rama socialista marxista que decía que las mujeres se emanciparían uniéndose al sindicato, al movimiento obrero... En definitiva, pensaron en las mujeres desde una óptica masculina. Ello sirvió para acompañar a la política de las Naciones Unidas.

Y mientras tanto, el trabajo reproductivo se ha ido desvaloralizando.

Muchísimo. Se ha abandonado la lucha en este terreno y se ha desvaloralizado. Muchas feministas han aceptado la imagen que el Capitalismo ha querido dar al trabajo reproductivo. Este no se transmite como la reproducción de la vida, la felicidad... sino que se hace unido a la explotación y a un particular tipo de disciplina. Esas son las condiciones en las que se opera este trabajo de reproducción que lo hace oprimente. Yo digo que el trabajo reproductivo no es en sí mismo menos creativo que producir coches o mesas. Por ejemplo, con la crianza de los niños de alguna manera decidimos qué tipo de sociedad vamos a crear, qué tipo de valores vamos a apoyar... Por ello, digo que puede ser un trabajo muy creativo, pero esclavo en la condiciones en las que la vivimos en esta sociedad. Es una pena ver que tantas mujeres lo han despreciado y desvaloralizado y han aceptado esta idea capitalista. Está claro que debemos cambiar la organización de la reproducción y superar el aislamiento que sufren las personas que realizan esta labor. Por eso, parte de la lucha feminista debe dirigirse al cambio de la forma del trabajo de reproducción, que, en mi opinión, debe ser más cooperativo.

Pero, cada vez existen menos redes...

Sí, el trabajo reproductivo es cada día una labor más aislada, porque su reestructuración también ha destruido las comunidades. Las colectividades que se habían creado con años y años de lucha hoy están totalmente desmanteladas y muchas mujeres han perdido su poder de movilización. La lucha feminista debe dirigirse, por lo tanto, a reparar ese tejido social que se ha perdido. Es necesario reconstruir y transformar estas colectividades en comunidades de resistencia y esa labor también puede hacerse mediante la lucha en el terreno de la reproducción, creando formas más cooperativas, más solidarias y menos aisladas de trabajo que nos permitan enfrentarnos a los empresarios con un poder real. Actualmente, muchas mujeres se enfrentan a su situación personal de una manera aislada, sin tener en cuenta que, cuando estás aislada, estás derrotada.

Entiendo que para usted es una lucha prioritaria.

Por supuesto no es el único frente de lucha, pero es muy importante, tanto en el sentido reproductivo como en el de la lucha. Opino que hoy en día las mujeres encabezan muchas luchas porque tienen sabiduría y práctica en la reproducción. Y es que la lucha también necesita de un tejido reproductivo que tenga en cuenta, entre otras cosas, el cuidado de niños y mayores, y por ello fracasan, en mi opinión, multitud de organizaciones masculinas. Para crear formas eficaces de lucha se debe organizar también la reproducción; la lucha requiere necesariamente de una infraestructura reproductiva.

En su día lideró la campaña Salarios para el Trabajo Doméstico. Hay quien cree que de esa manera se perpetuará que las mujeres sigan realizando esta labor. ¿Qué opina?

A las mujeres que creen que de esa manera se perpetuará el trabajo femenino no les preocupa que hoy en día sean las inmigrantes las que hacen esa labor. Hoy vemos cómo las mujeres venden sus hijos y su vientre por medio de la maternidad subrogada porque no tienen dinero, y las mujeres que sí lo tienen no se preocupan de ello. Una vez dicho esto, quiero dejar claro que la campaña por el salario al trabajo doméstico, en primer lugar, rechazó el trabajo no pagado, el hecho de continuar donando al capital ese trabajo. Partimos de que la clase capitalista se beneficia del trabajo realizado por las mujeres y con él se da más fuerza al capital, por lo que una de las principales preocupaciones era cómo dejar de regalar trabajo no remunerado a la clase capitalista. Por lo tanto, se rechaza fortalecer el Capitalismo. En segundo lugar, considero que una reivindicación siempre se debe evaluar teniendo en consideración las posibles alternativas. Una opción era pedir trabajo fuera de casa. Nosotros siempre hemos dicho que si una mujer quiere trabajar fuera de casa nos parece muy bien, pero que nuestro objetivo era crear opciones. Tampoco se debe obligar a las mujeres a aceptar cualquier trabajo, solo porque necesiten dinero. Reivindicamos que se nos pagase por el trabajo que ya hacemos porque, de esa manera, si salimos a trabajar fuera de casa, lo haremos con más fuerza. Hoy salimos en una posición de debilidad, porque los empresarios saben que necesitamos dinero y estamos dispuestas a aceptar sueldos muy bajos. En tercer lugar, cabe subrayar que en la época en la que iniciamos esta campaña se estaban llevando a cabo luchas feministas similares. En Inglaterra, por ejemplo, las mujeres salían a la calle para pedir que no se eliminase el sueldo que cobraban por su trabajo en el hogar. Nuestra campaña también pretendía apoyarlas, ya que el movimiento feminista no lo hacía y el Estado pudo despreciar públicamente su lucha. Lo cierto es que las mujeres que en aquella época se movilizaban por el trabajo asalariado pensaban que el mercado les ofrecería una oportunidad mejor de la que les dieron. Hablaban de igualdad, pero ¿igualdad con quién? Cuando hablamos de hombres no especificamos a qué hombres nos queremos comparar y, en la mayoría de los casos, no son ni emigrantes ni presos. Yo creo que el feminismo siempre debería buscar una perspectiva de clase; de lo contrario, se convierte en una máquina para regular la entrada de la mujer en el mercado laboral.

Cita a los hombres, ¿qué estrategias se deben poner en marcha para que ellos se acerquen al trabajo reproductivo?

Es cierto que los hombres no están involucrados, pero tampoco se ha cambiado la organización del trabajo fuera de casa y aún son ellos los que más dinero ganan. Compartir el trabajo y responsabilizar a los hombres con el trabajo reproductivo es fundamental, pero no resuelve el problema de la reproducción. Nuestra campaña reivindicaba un salario al trabajo doméstico, no un sueldo para las mujeres.

Entiendo, por lo tanto, que la conciliación tampoco es una solución para usted.

La conciliación es parte de la ideología del empoderamiento. Además, cada vez hay menos ayudas para las guarderías, menos plazas en los centros de mayores y los que están financiados públicamente en muchos casos son centros de hacinamiento. Yo he estudiado el cuidado de los mayores tanto en Italia como en los Estados Unidos y he visto un alto nivel de brutalidad debido a los recortes y a que no hay personal suficiente. Es un problema estructural de un sistema que no se preocupa de dar una vida digna a las personas mayores ni de conciliar. Como ya he dicho, las mujeres han entrado en el mercado laboral en el momento en el que se desmantelaban los servicios y, en lugar de compensar este cambio, cada día se recortan más. Por lo tanto, hoy en día es una ironía que se hable de conciliación.

También se habla mucho de las medidas adoptadas contra la violencia machista, pero las mujeres siguen siendo agredidas. ¿Qué falla?

Es necesaria una intervención más amplia. La violencia está en el día a día de las instituciones y, en cierta manera, la machista es una violencia permitida porque existe una gran impunidad. Es importante hablar de las agresiones intrafamiliares, pero también de formas de violencia machista públicas como la que ejercen los narcotraficantes o los paramilitares, en muchos casos permitida. El incremento de la violencia ejercida hacia las mujeres está directamente conectado con el aumento de la explotación del trabajo de las mujeres y la militarización de la vida en general. Cada día hay más hombres armados, más ejércitos, más seguridad privada... y esto impacta sobre las relaciones familiares. No se la puede separar de la violencia institucional, de la de la guerra, de la violencia de la política social que recorta los recursos... porque, en definitiva, es parte de una lógica de impunidad. Para armar bien un movimiento contra la violencia contra las mujeres es importante ver que hay que combatirla desde muchos frentes, no separando la violencia inmediata del asesinato o los abusos sexuales de la violencia de las instituciones, de la guerra, de las cárceles o de las políticas sociales.

Al hilo de la violencia machista, en estos momentos lidera una campaña para recordar a las generaciones jóvenes la memoria de las mujeres que fueron acusadas de brujas y asesinadas. Sé que ha estado en Zugarramurdi y Sara y no le ha gustado lo que ha visto.

La caza de brujas duró tres siglos y fue una persecución que provocó la muerte de muchísimas mujeres en condiciones atroces. Hemos visitado lugares en los que se celebraron juicios contra ellas y nos hemos dado cuenta de que en ellos se hace una reconstrucción histórica muy distorsionada de lo que sucedió; y, peor aún, se lucran de la persecución de las mujeres. En estos lugares se venden muñecas horrendas que representan a las brujas y, de esta manera, se perpetúa una visión totalmente degradada de lo que fueron: mujeres que representaban un mundo de actividades y relaciones sociales que el Capitalismo quería destruir para crear formas de disciplina de trabajo más intensas. Nuestro proyecto se basa en la documentación de estos abusos y también de estos usos turísticos y de lucro.

Apelamos a las feministas a que se involucren y recojan información sobre estas persecuciones, y también nos dirigimos a las instituciones para que inviertan en los museos y en actividades culturales que transmitan una visión más veraz de lo que pasó. Es necesario reconstruir la memoria histórica, porque ello nos ayuda a parar las representaciones degradantes de las mujeres de hoy.

La de la «bruja» fue una categoría creada para castigar a las mujeres. ¿No cree que hoy en día hay otras como la de la «mala madre», que también pretende imponer una disciplina concreta?

Sí y creo que hay que denunciar al Estado porque utiliza esta categoría para negar la maternidad a muchas mujeres. La categoría de “mala madre” se utiliza de una manera totalmente opuesta a la que parece que se utiliza. En Italia, el Estado ha comenzado a robar los hijos e hijas de mujeres inmigrantes alegando que no los pueden mantener. Parece que, de esta manera, pretenden defender la vida de los niños, pero realmente se trata de denegar a las mujeres inmigrantes el que puedan disfrutar de la maternidad. En Estados Unidos pasa lo mismo, aunque de una forma diferente. Si una mujer negra y sin recursos acude al hospital a dar a luz y su analítica no es totalmente clara, a la madre la mandan a prisión y el niño se da en adopción. En varios estados incluso han formulado las condiciones en las que las mujeres embarazadas tienen que comportarse. En definitiva, el concepto de “mala madre” se utiliza para fortalecer una perspectiva de clase sobre la maternidad, negándoles ese derecho a las mujeres pobres.

No cree en la igualdad; de hecho, ha llegado a decir que la igualdad es un concepto que congela el feminismo. ¿Cuál es su meta?

Parece ser que una no puede estar contra la igualdad, pero, en realidad, en la lucha feminista esa ha sido una estrategia extremadamente limitada y decepcionante. En primer lugar, esa igualdad presupone que los hombres no son explotados y, sin embargo, también lo son. Entonces, ¿igualdad con qué hombres? En segundo lugar, creo que la igualdad no exige cambiar las estructuras sociales y, por ejemplo, si pensamos que el trabajo y la organización social del Capitalismo es injusta, la igualdad con otros explotados no es la solución. En los años 70 se decía que para ser como los hombres las mujeres debían entrar en el Ejército. Yo no estoy de acuerdo con esto y, por contra, creo que son ellos los que deben salir de él.

El de igualdad es un concepto muy ideológico y decepcionante que ha ocultado la explotación de los hombres y ha creado una idea muy restrictiva del feminismo. El feminismo es un movimiento de cambio social y no solo busca un cambio en la condición de las mujeres. Hay quien piensa así, pero yo no. Mi feminismo busca el cambio social.