Janina Perez Arias
VANGUARDIA EN ESTADO PURO

«Ni al arte ni al dinero les gusta la música»

Cuando Ryuichi Sakamoto (Tokio, 1952) dice en inglés play, mueve los dedos como si los desplazase sobre la superficie de un piano. En su hablar calmado, a veces cierra los ojos, para abrirlos a los pocos segundos. Sorbe poco a poco un café americano que compite en negrura con el cielo berlinés, donde el señor Sakamoto fue parte del jurado de la 68 edición del Festival Internacional de Cine de Berlín o Berlinale.

Con la Yellow Magic Orchestra, Ryuichi Sakamoto se convirtió en un pionero de la música electrónica a finales de la década de los 70, pero fue precisamente a través del cine cuando su nombre se hizo aún más familiar en el hemisferio occidental. Una de esas películas fue “Feliz Navidad, Mr. Lawrence” (Nagisa Oshima, 1983) donde, además de componer la banda sonora, actuó junto a David Bowie; ese mismo doblete lo repetiría más tarde bajo las órdenes de Bernardo Bertolucci en “El último emperador” (1987), por cuyo trabajo musical, junto al británico David Byrne y el chino Cong Su, obtuvo un Oscar. Sin embargo, es la música en su estado puro lo que mueve a Ryuichi Sakamoto quien, además de sus colaboraciones con Pedro Almodóvar o Alejandro González Iñárritu, entre muchos otros realizadores, creó los acordes de apertura de los Juegos Olímpicos de Barcelona.

«El señor Sakamoto es un improvisador excepcional, jamás interpreta igual ninguna pieza», confesaba en Berlín Stephen Nomura Schible, el documentalista que, con “Coda” (2017), se metió en la intimidad del incansable músico japonés asentado en Nueva York, revelando su meticuloso proceso de creación, su trayectoria y activismo, además de sus reflexiones sobre el cáncer, enfermedad que le mantuvo alejado de su profesión hasta su recuperación en 2015. Con fuerzas renovadas, Ryuichi Sakamoto lanzó su decimosexto álbum de estudio titulado “async” (2017), cuyo primer concierto se recoge en un nuevo documental titulado “Ryuichi Sakamoto: async at the Park Avenue Armony” (2018), también dirigido por Nomura Schible. Y en vivo, sigue dando muestras de ser un músico extraordinariamente irrepetible.

A la hora de encarar un nuevo álbum, ¿cuáles han sido los mayores desafíos a los que se ha enfrentado?

Estaba emocionado porque, después de mi enfermedad (sufrió un cáncer de faringe), prácticamente tenía tiempo ilimitado para hacerlo. Mi trabajo anterior lo lancé en 2009, de manera que había pasado casi una década. Si bien disponía de tiempo para hacer lo que quisiera, la parte más difícil fue darme cuenta de que no sabía lo que quería hacer. ¡Y eso, en cierta manera, era fantástico! Lo primero que hice fue investigar e intentar muchísimas cosas diferentes con la finalidad de que se me ocurrieran ideas. Básicamente me puse a buscar sonidos, tanto en mi estudio como afuera: iba a un bosque cercano a Nueva York o buscaba en la propia ciudad, como también en París o en Tokio. No sabía qué camino tomar, por eso probé muchas cosas. De hecho, al principio realicé una readaptación de algunas piezas de (Johann Sebastian) Bach, a quien adoro; el resultado fue tan bonito que pensé que ese sería el álbum, pero no (se ríe). El intentar tantas cosas y sentirme tan perdido fue una buena experiencia porque, en realidad, yo no quería seguir una dirección predefinido de lo que debería ser la música. Quería hacer algo que estuviera más allá de mi imaginación. Suena extraño que lo diga, pero quería que fuera algo anormal en mí y que, al mismo tiempo, proviniera de muy adentro.

El documental «Async at the Park Avenue Armony» se centra en el primer concierto de su último disco. ¿Cómo es presentar un nuevo álbum ante el público después de tantas horas de soledad en el estudio?

Hacer un concierto en Nueva York siempre es muy complicado pero, a la vez, muy emocionante, porque el público es bastante crítico. Tenía ganas de compartir la primera presentación con un número muy reducido de personas y fue muy intenso y emocionante. Y, además, para la realización de este documental había un equipo de filmación con ocho cámaras grandísimas (se ríe). La música de “async” no es fácil de interpretar en vivo, porque se trata de una manipulación hecha por ordenador. Es difícil decidir, por tanto, qué parte interpretar ante al público, de manera que antes de un concierto hay mucho para preparar y mucho para reflexionar.

¿En qué medida el concepto desarrollado en «async» puede abrir otras posibilidades en la música?

El concepto de “async” se basa en la “asincronización”, por lo cual tiene muchos potenciales, y me he propuesto cuidar de su desarrollo. Desde la publicación del álbum, he estado ofreciendo conciertos pero también haciendo instalaciones relacionadas con este concepto en varios museos de Tokio, por ejemplo. Mi propósito es que este sea otro nuevo camino para “async”. Con el álbum presento la música en forma tridimensional, de manera que el sonido proviene de diferentes direcciones, para que se genere desde distintas locaciones, y la instalación viene a ser la forma ideal para representar el concepto de “async”. Cuando doy un concierto improviso mucho, echo mano de sonidos que me parecen apropiados para ese momento y lugar, así como de aquellos que se producen de forma casual. Cuando se combinan diferentes tonalidades con la cadencia, se produce algo realmente bonito. Y eso es gracias a la casualidad, ¿porque qué sentido tiene ir a un concierto si suena exactamente igual al cd?

Después de haber luchado contra el cáncer, ¿cómo combina el sentido de la urgencia de crear música con su método tan meticuloso de composición?

En mi vida he hecho muchas cosas tan innecesarias, como actuar en películas o ser modelo (se ríe), y que son muy diferentes a hacer música... Para mí, hacer música es un gran placer. Por supuesto que el tiempo nos limita, eso lo tengo claro, ¿porque quién sabe cuánto tiempo nos queda a cada uno de nosotros? Después de pasar por esa enfermedad tan seria, siento más real la limitación del tiempo, así que mi sentido de la urgencia también lo es. Por eso digo que tengo que desechar las cosas menos necesarias para poder concentrarme en la música. Me siento afortunado, porque aún dentro de mí sigo sintiendo un gran deseo de hacer más música durante el tiempo que aún me queda. Quiero más, más y más.

¿Cómo lleva ser una inspiración para tantas personas?

Abrigo la esperanza de que mi música pueda estimular e inspirar a la gente. Esa es una de las razonas por las cuales aún hago música, así como el hecho de compartirla con otras personas. De otra manera, sería como componer solamente para mí.

¿Se presiona para hacer música con significado?

El significado de la música es muy difícil de identificar, porque ¿en qué se basa ese significado? Se trata de algo que está en tu mente, sobre lo que tienes que reflexionar. Pero, por supuesto, personalmente pienso mucho al respecto.

¿Cree que ha alcanzado el nivel que deseaba?

No. Mis anhelos respecto a ese nivel siempre han muy grandes. En cierto momento quise crear una base en común con otros jóvenes artistas japoneses y también de otros países pero, por razones financieras, ese sueño no se pudo hacer realidad. En la actualidad, me gustaría tener más intercambio con artistas jóvenes.

Está instalado en Nueva York desde hace más de veinte años. ¿Por qué decidió vivir en esa ciudad?

Va a sonar extraño, pero mi decisión de mudarme a Nueva York no tuvo que ver con las ganas de buscar emociones, ya que, en mi caso, fue más bien por razones prácticas. En esa ciudad tan pequeña existen muchos estudios, ingenieros de sonido, muchos artistas de todo el mundo, además de que la comida es también bastante internacional (se ríe). Aún vivo allí y, sin embargo, pienso que, con los años, Nueva York se ha convertido más en el centro de negocios del mundo del arte contemporáneo. Es raro, pero ni al arte ni al dinero les gusta la música. La música ha pasado a ser algo que se obtiene gratis, aunque vemos que el arte sube y sube en términos monetarios. Esa es la realidad del negocio. Tal vez en Europa todavía se pueda percibir aquella energía que emanaba antaño Nueva York.