TERESA MOLERES
SORBURUA

Maquis y garriga

El maquis es una formación arbustiva mediterránea densa e impenetrable de más de dos metros de altura, que incluye plantas con pocas necesidades de agua, como jaras, brezo, retamas y lentisco. Se presenta en terrenos silíceos, soporta temperaturas muy elevadas y prolongadas sequías estivales. Surge por una degradación del chaparral, provocada por 5.000 años de explotación humana, el sobrepastoreo de ganado (vacuno, cabras y ovejas), y el fuego. A ello hay que añadir también las precipitaciones violentas y las pendientes acusadas de las montañas. Los árboles de esta formación vegetal se defienden de la insolación con su pequeña altura y copas anchas y redondeadas que aportan sombra para proteger al máximo el suelo y evitar así la evapotranspiración hasta llegar a crear un microclima favorable. Tienen un sistema radicular potente en superficie y profundidad para aprovechar mejor las precipitaciones. Las hojas, también adaptadas, son pequeñas, algunas veces espinosas, de piel coriácea y tienen estomas para respirar en el envés de las hojas. Además, son gruesas para acumular agua.

La garriga es una degradación del maquis. Es menos densa y crece en suelos áridos y pelados que presentan un mayor deterioro que el propio maquis. Soporta temperaturas muy elevadas y prolongadas sequías estivales, y sus plantas luchan contra la desecación limitando su transpiración gracias a la secreción de sustancias volátiles que durante el verano embalsaman el aire. Romero, espliego, tomillos y cantuesos son algunas de ellas, junto a herbáceas y coscojales.

La estepa, a su vez, es la garriga degradada, donde crecen hierbas bajas y arbustos espinosos como palmitos, tomillos y espartos.

En un jardín con condiciones climáticas mediterráneas y suelos secos, se puede recrear una imitación natural de la garriga con gramíneas, plantadas en un medio mineral de gravilla o garbancillo. Estas plantas pueden soportar el clima seco, tienen hojas coriáceas y las raíces deben tener la oportunidad de buscar agua. Pueden crecer entre rocas y rodeadas de guijarros, que funcionan como cobertores y regulan la humedad. Hay que tener en cuenta que la gravilla y guijarros escogidos en tonos claros reflejan la luz, y que la superficie que cubran debe ser igual a la de la planta a la que rodean. Las indeseables que surjan se pueden eliminar escardando en un día soleado.