Iñaki Zaratiegi
Entrevue
Caetano veloso

«Me excita la curiosidad de experimentar con la vejez: si no se vive con demasiadas desventajas, uno nunca es viejo»

Nombre mayor de la música popular latina, Caetano Emanuel Vianna Telles Velloso (Santo Amaro de Purificação, estado de Bahía, 7-8-1942) fue una figura clave del movimiento tropicalista que revolucionó la cultura brasileña y ha acumulado cientos de canciones propias y un gran respeto internacional como creador. Fue ambiguo y casi provocador en lo personal y con ideas izquierdistas en sus tiempos mozos, por lo que sufrió cárcel y exilio con la dictadura militar de su país. Ha pateado los escenarios con todo tipo de formatos musicales y lo hace hoy con sus tres hijos –Moreno, Zeca y Tom–, con quienes presentará el día 26 en el Jazzaldia donostiarra (Kursaal) su espectáculo-CD “Ofertório Ao Vivo”. Amablemente generoso en sus respuestas y en un impecable castellano, el músico brasileiro explica a 7K los motivos y entresijos de su gira familiar, subraya sus querencias por algunos creadores brasileños de ahora mismo, disecciona la retorcida vida política de su país, proclama su amor supremo por la vida y confiesa sentirse un viejo feliz disfrutando, sobre todo, con el futuro de sus hijos y el crecimiento de sus dos nietos.

¿El «abuelo» Caetano sigue teniendo la personalidad curiosa de un «moleque» (muchacho) brasileño o el espíritu caetanista se ha atemperado ya?

Sigo moleque. Sé que soy viejo, pero me excita la curiosidad de poder experimentar con la vejez: si no se vive con demasiadas desventajas, uno nunca es viejo, sigue siendo lo que siempre ha sido. Las cosas más importantes acontecen cuando somos muy nuevos (la niñez, hacia los 14 años…) y la más significativa de mi vida adulta fue el nacimiento de Moreno. Mi primera mujer, Dedé, y yo, admirábamos a Sartre y Simone de Beauvoir y queríamos ser como ellos y no tener hijos. Pero vino mi exilio político, en el que entré en depresión, y cuando pude volver a Brasil tuve la necesidad física de tener uno. Dicen que algo así es cosa de mujeres, pero tuve una necesidad biológica de ser padre y fue una revelación, un tipo de felicidad diferente que perdura hasta hoy.

Parece un buen padre: gira con sus tres retoños. ¿Son lo mejor de su vida?

Así es. Desde que nació Moreno, lo que más me gustó fue ser padre y con los otros dos hijos, igual. Por ejemplo, era impensable para mí madrugar y no me interesaba el fútbol. Pero era lo único que le gustaba a Tom y me tenía que despertar temprano para acompañarle. Ya no me importaba hacerlo: la felicidad de ayudarle en algo que él amaba me daba fuerzas. A Moreno y Zeca les cantaba siempre para hacerles dormir. A Tom no le gustaba, pero ahora es el más dotado para la música de nosotros cuatro. Siento un enorme placer saliendo con ellos de gira y cantando en un escenario.

¿Perder prematuramente a su segunda hija, Júlia, fue quizás el momento más duro de su vida?

Fue, sin duda, uno de los peores que se puedan imaginar. Dedé, Moreno y yo quedamos largo tiempo en honda tristeza.

¿De quién fue la idea de estos conciertos en familia?

Mía, solamente mía, claro. Hice un concierto con Moreno en São Paulo y fue muy bonito, un evento especial, dos noches allí y otra en Buenos Aires. Cuando vi que los otros dos también hacían música, sentí ganas de cantar juntos. Tom estaba centrado en montar la banda Dônica con unos colegas de escuela. Cuando su grupo se asentó con un álbum conocido pensé que era el momento y lo hablé con Zeca, pero no tenía claro que fuera a hacer música de un modo profesional. Así que no dije nada a los otros dos y cuando, medio año después, Zeca dijo que aceptaba, lo hablé con Moreno y Tom y empezamos.

¿Cómo es el esquema de concierto?

Acústico, sencillo y con canciones de los cuatro. Composiciones mías conocidas y otras no tanto, siempre en relación con la familia, y ellos aportan temas nuevos. Moreno tiene sus propios éxitos en disco y directo y algunas canciones conmigo, una de cuando él tenía 9 años. Hay también una canción de Gilberto Gil (“O seu amor”) que Tom exigió que entrara en el setlist. Todo muy orgánico y natural.

¿Qué características vocales tiene cada uno de los tres?

Moreno, Tom y yo tenemos timbres semejantes. Zeca es distinto, le gusta cantar en falsete. “Todo homen”, canción suya que era inédita, se ha convertido en el éxito de nuestro espectáculo, con millones de audiciones en las plataformas digitales y la serie de televisión “Onde Nascem os Fortes” la ha elegido como tema principal. Es especial y provoca una fuerte emoción, aunque no sea sentimental. Su voz parece bajar del cielo y ha sido determinante para el éxito.

¿No cabía en ese esquema su hermana, la tía Maria Bethânia?

Vino a vernos cuando nos presentamos en Río y los cuatro nos pusimos muy nerviosos. Le gustó y, tarde o temprano, haremos algo con ella.

Sigue siendo un creador inquieto: gira a dúo con Gilberto Gil, con el grupo rockero Banda Cê, en solitario, con la familia...

Sí, es así. Voy por el camino que se me apresenta al alma.

Se dice que le aprecia más gente no luso parlante (América del Norte, Europa…) que el público brasileño.

Yo no diría algo así. Sería injusto con los brasileños, que me soportan desde hace décadas.

En 2012 fue galardonado por los Grammy Latino como persona del año. Recordando el emblemático título, «Soy loco por ti, América», ¿se siente un icono musical panamericano?

Voy con frecuencia a Argentina y Uruguay y a veces a Chile, Perú o México. Grabé un disco con canciones hispanoamericanas que estuvieron conmigo desde mi niñez y las prefería a grabar canciones mías en versiones castellanas. Pero no pienso que tenga esa responsabilidad de icono latinoamericano.

Es significativo que un artista rompedor tuviera su mayor éxito con «Sozinho», balada sentimental no propia y para una telenovela. ¿La lógica del negocio musical?

Me encantó cuando la conocí en la radio. Había dos grabaciones de Sandra de Sá y Tim Maia, era un éxito. La cantaba en directo, solo con mi guitarra, pero no la grabé para la telenovela. La discográfica quiso incluirla en la grabación en vivo con el disco “Livro” y dije que no, que las dos grabaciones existentes eran definitivas. Pero insistieron y consentí. Años antes había grabado la canción “Sonhos” y, cuando supe que “Sozinho” era del mismo autor (Peninha), pensé que sería bueno tenerla en un disco mío. La canto con emoción y orgullo, es algo muy mío que no tiene nada que ver con el negocio musical.

¿Qué fue del Tropicalismo (movimiento cultural de rebelión contra la dictadura en Brasil a finales de los años 60)? ¿Qué poso sociocultural dejó?

Trajo más consecuencias que influencias, cambió mucho el sentido crítico brasileño respecto a la canción popular y otras cuestiones. Hoy tenemos una vitalidad anárquica que puede ser pura entropía, pero también puede traer libertad y oportunidades. No tendríamos el funk carioca (al que homenajeamos en nuestro show), el super carnaval de Bahía, los grupos de autores y cantantes del centro-oeste rural... Tampoco habríamos tenido algo tan lleno de Beatles o jazz-fusión como la música de Minas, representada sobre todo por el genio Milton Nascimento. Ni las vanguardias de São Paulo como Arrigo Branabé o Itamar Assumpção. Y quizás ni el rock de los años 80. Hoy tenemos un tipo como Thiago Amud, con impresionante capacidad de invención vanguardista y dominio técnico.

¿João Gilberto y Antônio Carlos Jobim fueron sus grandes maestros?

Sin duda. Sobre todo João Gilberto, con sus tres primeros discos, que inventaron la bossa nova. Me hicieron pensar y sentir la música popular brasileña de otra forma y tener nuevas bases estéticas para oír, leer, ver y pensar. Pero Jobim, que hizo los arreglos de aquellos discos de João, fue quizás el más grande compositor brasileño. Aunque João ha tenido siempre una radicalidad que no era la marca de Jobim.

Su gran camarada personal y musical ha sido Gilberto Gil. ¿Fue el corazón del Tropicalismo y Caetano su cabeza?

Me enseñó todo lo que sé sobre música y tuvo la idea de organizar un movimiento que tuviera en cuenta desde las experimentaciones de los Beatles a los grupos populares más toscos e inspirados del área rural del nordeste brasileño, con una consciencia de lo que significaba la cultura de masas. Fue la cabeza de todo aquello: desde la técnica musical hasta el proyecto de revolucionar nuestra relación con el lugar que ocupábamos en la sociedad. Y fue quien proclamó que viviendo bajo una dictadura violenta no podíamos evitar una respuesta también violenta. Y ambos tenemos cabeza y corazón, claro.

Ha compuesto más de 350 canciones y sigue actuando sin «telepronter». ¡Vaya memoria!

No sé cuántas he compuesto, pero bastantes más que 350. Actúo sin telepronter, sí. No las recuerdo todas siempre. Si voy a cantar en un show, me acuerdo, me reacostumbro a cantar y no necesito ir leyendo las letras. No las olvido porque las sigo cantando con cierta regularidad.

¿Con quién le hubiera gustado hacer un dueto: Sinatra, Paul Anka, Yupanqui, Amália Rodrigues, Leonard Cohen…?

Me hubiera gustado hacerlo con Amália Rodrigues.

Alguna crónica dijo que su dúo con Salvador Sobral en la gala lisboeta de Eurovisión fue lo menos apropiado y profesional del espectáculo...

No sabía nada al respecto. En Brasil, la gente ni conoce Eurovisión. Pero a mí me gustó mucho cantar con Salvador, que es musicalmente genial y de gusto refinado. Salí orgulloso a compartir en Portugal algo tan elegante que ganó en una competición llena de artificio. Salvador y el pianista estuvieron perfectos, yo simplemente intentaba homenajearlos. Lo hice sabiendo que en eventos donde tengo que cantar en medio de tantos intérpretes me siento nervioso, no es mi terreno. No me parece errado que alguien haya escrito que yo no tenía nivel profesional, pero no así los dos músicos portugueses.

¿Si le invitaran a la próxima edición en Israel, iría o continúa negándose a actuar allí?

Nunca me he negado a actuar en Israel. La última vez que me invitaron canté allí. Después escribí en un periódico brasileño lo que había visto en Cisjordania. Dije que adoro Tel Aviv, pero que pensaba no volver. No es una actitud de boicot, pero no simpatizo con la política del Estado judío. Aun así, nunca he dicho que haya tomado una decisión firme de no volver a Israel. Si la política mejora allí, estaré feliz de poder ir a la playa en Tel Aviv. Lo que no tengo es intención de actuar en Eurovisión.

¿Qué pasa con Brasil? Era la joven esperanza internacional, pero ha habido demasiadas decepciones y hasta desastres de por medio.

Con Brasil uno nunca sabe. No llegó a ser una potencia que iniciaba su vuelo hacia el espacio. Pero siempre ha sido una promesa y aun lo sigue siendo.

«As camélias do quilombo do Leblon», primera canción escrita con Gilberto en más de veinte años, habla del movimiento abolicionista y proclama que «vendrá la segunda abolición». ¿Tierra, educación, empleo, inclusión, racismo… son parte de esa necesaria segunda transición?

Sin duda. Enfrentar el racismo en su forma particularmente brasileña. Cambiar la educación, superar la desigualdad... es parte de lo que sería una segunda abolición.

Usted y su colega Gilberto sufrieron prisión y exilio con la dictadura militar, ¿cómo vive que Lula esté en la cárcel?

Es muy triste. Parece irreal. Pero lo que pasó con la empresa Petrobras y todos los líos económicos no podía quedar sin consecuencias. Tenemos claro que los grupos de interés presionan a los poderes judiciales y es imposible no tener desconfianza de cómo quieren orientar políticamente las condenas.

¿La promiscuidad entre empresas y gobiernos es particular en Brasil o similar al resto del mundo?

No es algo únicamente brasileño, hay muchos grupos de gente así que cometen actos imperdonables en todo el mundo. Tuvimos gobiernos de alto nivel: Fernando Henrique y Lula da Silva. Lula hizo un exitoso esfuerzo por mejorar la vida de los pobres y de los trabajadores con políticas compensatorias e hizo crecer el consumo. Con las ventas internacionales de productos básicos (principalmente a China) creó un despegue económico. Pero para seguir gobernando tuvo que mantener a los bancos fuertes y los ricos se hicieron más ricos, además de tejer alianzas con grupos de conocidos parlamentarios corruptos. El actual presidente Michel Temer fue vicepresidente de Dilma Rousseff, candidata indicada por Lula, y es parte de un grupo que no merece confianza. Con el proceso de destitución contra Dilma entraron los más corruptos y algunos están presos. El parlamentario que lideró el proceso de impeachment, del grupo de Temer, ha acabado en prisión, pero después de que Dilma fuera destituida. Brasil es Brasil. Esperemos a las elecciones: si se celebran con regularidad, será ya un paso. Hay desilusión en el pueblo y eso conlleva adhesiones a figuras autoritarias de derecha. Hay buenos candidatos a la izquierda. Creo que votaré a Ciro Gomes, el único elegible que parece capaz de amenazar al capital financiero. Marina Silva es la más citada en las encuestas, después de Jair Bolsonaro, candidato de extrema derecha. Eso si no se puede presentar Lula, que ganaría de lejos. Admiro y amo a Marina, aunque mantiene una tendencia a seguir a economistas que reafirman el consenso liberal. Si ella gana me hará feliz: es una mezcla de negra con india, evangélica, siempre ligada a liderazgos por el cambio, con Chico Mendes y con el Lula de sus horas altas. Sería un orgullo que representara a Brasil en el mundo. Pero hay que enfrentarse al esquema capitalista liberal, que es vendido como la vía única y natural.

Fue rebelde izquierdista, es ateo y participa en el Movimento 342 contra el integrismo evangélico del Movimento Brasil Livre (MBL), pero sus dos hijos pequeños son evangélicos militantes.

No creo que MBL sea evangélico: es un movimiento de liberales de derecha. Los evangélicos son parte de la vanguardia emprendedora de Brasil. No debemos retorcer y simplificar las cosas. Mis hijos no tienen nada que ver con el MBL: el menor fue siempre pro Lula y Dilma, y el otro es un chico inteligente y responsable, con una posición clara respecto a la justicia social. No tengo problemas ideológicos con ellos. La religión es la religión. Conozco pastores que se oponen a todas las pautas de la derecha. Y no hay homogeneidad política entre los evangélicos. Yo nunca fui un izquierdista convencional, fui rebelde incluso para las posiciones de izquierda. El prejuicio contra los evangélicos es cosa de izquierdistas superficiales. Sigo con interés, respeto y cuidado lo que pasa de verdad en la vida del pueblo. No soy religioso, puedo decir que ateo, pero no anti religioso. Ya hace mucho tiempo que no me veo así.

Cantó a la vejez en «O homen velho» y su madre Doña Canô llegó a los 105 años. ¿Cuánto cree que le queda por hacer? ¿Percibe la muerte con miedo?

Yo ya no tengo tanto miedo a la muerte, como le tenía a los 20, 30 o 40 años. Mi padre murió con 82 años, mi madre con 105. Espero poder hacer todavía cosas buenas que todavía no he hecho. Quiero ver a mis hijos siendo mejores que yo y saber qué caminos toman mis nietos; la niña, de 12 años, tiene ya un poco de muchacha. Amo la vida. Quiero poder hacerla más bella a mis ojos antes de dejarla.

¿El artista no se jubila?

No, nunca.