Irati Jimenez

La corbata de la A a la Z

Como tantas prendas de vestir, la corbata se popularizó gracias a la fascinación que sintieron los franceses por ella cuando vieron cómo lucía entre los soldados croatas. Aunque se da por hecho que es una prenda masculina, la llegada del look garçon en los años veinte la puso de moda entre las mujeres. Elegante para algunos, reaccionaria para otros, fue una prenda interclasista durante mucho tiempo, pero hoy se asocia, sobre todo, con el poder económico y político. Por eso, personalidades de izquierda como José Múgica se han negado a llevarla y otros, como Jon Idigoras, lo han hecho solo en contadísimas ocasiones. Repasamos la historia de la corbata, una de las pocas prendas del vestuario masculino que no responde a la comodidad en el vestir.

Alfiler. Tradicionalmente, la corbata se anuda al cuello de la camisa y se deja caer, con la parte más corta tras la larga. Para asegurar que cuelgue recta, se suele usar un alfiler aunque también se puede optar por una cadena oculta que se anuda a los botones de la camisa.

Balzac. Hubo un tiempo en el que estuvo tan de moda que uno de los grandes escritores franceses, Honoré de Balzac, escribió todo un tratado sobre cómo colocársela e incluso sobre cómo conocer al hombre a través de esta prenda. «Lo que vale el hombre, vale la corbata», escribió, «a través de ella se revela y se manifiesta el hombre». Según Balzac, un hombre seco y egoísta usaría una «rígida y almidonada», sin un pliegue, mientras que «un chismoso» usaría una corbata de muselina, «con lazo ahuecado y pretencioso». La corbata, en palabras de Balzac, podía llevarse de tres maneras: sin comprenderla, «como si se tratara de una cuerda alrededor del cuello»; copiando como la llevan otros, «sin ideal alguno»; o comprendiendo lo que tiene de esencial e íntimo, «con enérgica inteligencia, como hacen los hombres que ni son maestros ni modelos ni se escuchan más que a sí mismos». Para Balzac, «la indiferencia y la imitación matan su esencia. La corbata se lleva espontáneamente, por instinto, por inspiración. Con toda la fuerza de la convicción: La corbata es esencialmente romántica».

Cravate. Dicen que la corbata, tal y como la conocemos hoy día, nació entre los soldados croatas, durante las guerras prusianas del siglo XVII que se anudaban un lazo para unir la abertura de la camisa. Durante el reinado de Louis XIII, estos soldados llegaron como mercenarios a la corte francesa y la costumbre gustó tanto a los franceses que desde allí se extendieron a todo el mundo con el nombre de cravate. Desde entonces, su uso ha variado innumerables veces. Por ejemplo, hacia el final del siglo XVII se impuso la costumbre de anudarla suavemente al cuello, con las dos extremidades enhebradas en un ojal de la chaqueta o fijadas con un broche. Durante la Revolución Francesa, la corbata adquirió un valor político: el revolucionario la llevaba negra; el contrarrevolucionario, blanca.

Diane Keaton. Aunque la corbata se considera un complemento masculino, hay mujeres que no solo la llevan sino que la han popularizado tanto como los hombres. Entre ellas, es posible que la más conocida sea la actriz Diane Keaton que, en 1977, ganó el Oscar a Mejor Actriz con su interpretación en “Annie Hall”, un personaje para el que optó por un estilo andrógino en el que primaban sombreros de hongo, trajes, chalecos, camisas, corbatas y pajaritas. No era la primera mujer en hacerlo, desde que el estilo garçon se popularizó en los años 20, la corbata ha dejado de ser un complemento solo para hombres.

 

 

Estocolmo. En noviembre de 1982, la capital de Suecia fue testigo, por primera vez en la historia, de la entrega del Premio Nobel a un ciudadano colombiano. Para la ocasión, el autor de “Cien años de soledad”, “Crónica de una muerte anunciada” o “El amor en los tiempos de cólera” decidió no llevar el frac que habían lucido sus antecesores al recibir el máximo honor literario del mundo. Gabriel García Márquez optó por vestir un liquiliqui blanco, un traje tradicional de su país, confeccionado en lino, con cuello estilo mao y sin corbata, que hoy se puede ver en el Museo Nacional colombiano.

Frenesí. La penúltima película en la extraordinaria carrera como director de Alfred Hitchcock y la última que realizó en Inglaterra, contaba la historia de un criminal que estrangulaba mujeres con la ayuda de una corbata en el Londres de principios de los años 70. “Frenesí” recibió una calificación más dura de la habitual en la trayectoria del realizador, una X, y dicen que a Patricia, la hija de Hitchcock, le resultaba tan estremecedora que no permitió a sus hijos verla hasta que fueron mayores.

Gómez, Helios. Helios Gómez (Sevilla, 1905-Barcelona, 1956) fue un militante de izquierda y un artista de vanguardia de influencias cubistas y surrealistas. Su vida, que puede leerse en “Helios Gómez, Artista de Corbata Roja” (Txalaparta, 1996), resulta casi increíble. Con 19 años se unió a la CNT y, cuando su militancia anarquista le llevó al exilio, se formó como pintor, cartelista y poeta en distintas ciudades europeas. Tras la dictadura de Primo de Rivera fue expulsado de París por su participación en las manifestaciones contra las ejecuciones de los anarquistas Sacco y Vanzetti y se afilió al Partido Comunista Catalano-Balear, del que le echaron por sus tendencias libertarias. En la Segunda República, participó en el asalto a la Cárcel de Mujeres de Barcelona, fundó la revista “Els Sis” y fue uno de los impulsores y primer presidente del Sindicato de Dibujantes Profesionales. Luchó en las barricadas de defensa de Barcelona, participó en la Alianza de Intelectuales Antifascistas de Cataluña e intervino en los frentes de Aragón, Madrid y Andalucía. Expulsado del PSUC en plena guerra, retomó la militancia anarquista y se convirtió en portavoz de la antigua columna Durruti, histórico militante anarquista a quien ayudó a homenajear tras su muerte en plena Guerra Civil. Tras la derrota republicana, Helios Gómez pasó por campos de concentración en el Estado francés y Argelia. Siempre se negó a dejar de luchar y volvió a Barcelona durante el franquismo para crear el grupo de Liberación Nacional Republicana y la Casa de Andalucía. Pasó varias veces por la cárcel, pero fue en la Modelo donde escribió muchos de sus poemas y donde pintó su fresco “La Capilla Gitana”, basado en un bolero de Antonio Machín. En él se ven hombres gitanos junto a ángeles negros. Murió poco después de acabarlo, en Barcelona, la ciudad que tanto luchó por defender este gitano sevillano conocido como “el artista de la corbata roja”.

Hogwarts. En el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería al que acuden Harry Potter y el resto de niñas y niños magos de Inglaterra cada año en tren –atravesando, por supuesto, el andén número 9 (y medio) de la estación de King’s Cross-Saint Pancrass–, la corbata es obligatoria. Su color depende de la casa que el Sombrero Seleccionador haya elegido para cada alumno. Roja y dorada para Gryffindor; verde y plata para Slytherin; azul y blanca para Ravenclaw; y amarilla y negra para Hufflepuff.

Idigoras, Jon. Desde su boda, en 1970, Jon Idigoras nunca había vuelto a ponerse corbata. Pero lo hizo, en la puerta de la Zarzuela y rodeado de periodistas, el 1 de julio de 1993, dentro de la ronda de audiencias a los partidos con representación parlamentaria que Juan Carlos de Borbón estaba obligado a hacer –como él mismo recordó en aquella ocasión– «por mandato constitucional». Idigoras, parlamentario por parte de Herri Batasuna, pretendía entregarle un escrito sobre la situación de Euskal Herria que el monarca rechazó. En 2011, en una entrevista en Radio Euskadi, el entonces diputado general de Gipuzkoa Martín Garitano confesó que era él quien le había prestado y, por tanto guardaba, tanto la corbata como la chaqueta de aquella histórica reunión en la que la izquierda se vistió para la ocasión y la monarquía no estuvo a la altura.

Jesse Langsdorf. La corbata moderna existe, en su forma actual, desde 1924. Ese año, un inventor de Nueva York llamado Jesse Langsdorf encontró la manera de cortarla con el menor desperdicio posible de tela, trazando un ángulo de 45 grados en la trayectoria del dibujo y cortando la seda en tres partes que luego se volvían a coser. Hoy día la mayoría de corbatas del mundo siguen su invento, que Langsdorf patentó y vendió por todo el mundo.

Kim Basinger. Se vendió como una película cargada de erotismo, aunque los años y la crítica feminista la han relegado a una historia de relaciones tóxicas que se trató de vender como sexy. En 1987, “Nueve semanas y media” lanzó a la fama mundial a Kim Basinger, que se hizo conocida, entre otras cosas, por el striptease con música de Joe Cocker en el que lucía un camisón blanco o por la escena en la que se travestía con traje, corbata de lazo (ver pajarita) y bigote para seducir a su amante, interpretado por Mickey Rourke. No es la única actriz que ha convertido la corbata en símbolo erótico. También colaboró a ello Julia Roberts en “Pretty Woman”, gracias a una escena en la que su personaje, tras un día de compras, espera al millonario Richard Gere vestida únicamente con esta prenda.

Lord Brummel. Clase, elegancia, exclusividad, estilo e ingenio. Todas esas cualidades se le atribuyen a Beau Brummel (1778-1840), el lord inglés que durante décadas se convirtió en referencia indispensable de la moda entre los hombres de su país. Amigo personal del rey Jorge IV durante años, era conocido por ser una especie de “ministro de la moda” al que toda la alta sociedad quería imitar. El atuendo más conocido del “primer caballero de Inglaterra”, como le llamó el rey cuando todavía era príncipe, consistía en abrigos negros, pantalones hasta los tobillos –y no hasta las rodillas como era costumbre–, medias, impecables camisas de lino y corbatas de nudos elaboradísimos.

Llamativas. Chillonas, de colores inusuales o con dibujos extravagantes. Así son las llamativas corbatas por las que han optado los líderes políticos más a la derecha del espectro político. Es de sobra conocida la larguísima corbata roja de Donald Trump (ver Trump, Donald), pero merece la pena mencionar los colores flúor de las de Geert Wilders, líder del islamófobo Partido por la Libertad de Holanda; los estampados poco habituales de Nigel Farage, el que fuera responsable del xenófobo UKIP y uno de los máximos apóstoles de la batalla por el Brexit; o las corbatas con rayas multicolor de Heinz-Christian Strache, líder del grupo ultraderechista austríaco FPÖ.

 

 

Múgica, José. Este guerrillero tupamaro pasó catorce años encarcelado en condiciones infrahumanas junto a compañeros como Mauricio Rosencof, El Ruso, y Eleuterio Fernández Huidobro, El Ñato, que narraron al mundo su estremecedor relato de cautiverio y tortura en “Memorias del calabozo” (Txalaparta, 2017). La historia, sin embargo, quiso que Pepe Múgica acabara siendo el primer tupamaro en ser diputado, para sorpresa del policía que le vio llegar al Congreso y le preguntó, viendo su aspecto, si pensaba quedarse para largo. Su respuesta –«si no me echan, cuatro años»– tiene gracia, considerando que Múgica se convirtió en 2010 en el cuadragésimo presidente del Uruguay. Eso sí, el cargo no cambió demasiado ni su modesta forma de vivir ni de vestir. No transigió con la corbata ni para una reunión con Lula da Silva en la que Múgica lució traje por primera vez. Se trataba de una prenda de confección uruguaya tejida cerca de la misma cárcel de la que se había fugado dos veces. Su homólogo brasileño sí lucía una vestimenta más tradicional. «Si será grande Lula –dijo Múgica– que hasta traje y corbata se puso».

No. Hay empresas que obligan a sus trabajadores a llevar corbata, como parte de su uniforme habitual, pero en ese caso, no están obligadas a pagarla. Así lo estableció el Tribunal Superior de Justicia español en una sentencia dictada en 2016, a raíz de la denuncia de un empleado que había firmado junto a su contrato cumplir un manual de vestimenta, pero consideraba injusto tener que pagar el traje, la corbata y los zapatos. Pedía 1.600 euros o que fuera la empresa quien se los diera, pero el tribunal consideró que debía abonarlos de su bolsillo.

Ñengo Flow. Durante décadas, la corbata fue una prenda de vestir interclasista, pero con el tiempo, se ha convertido para la mayoría en una prenda asociada al poder económico, las élites políticas y los ambientes formales. De ahí que ponerse corbata o traje y corbata sea, para mucha gente, equivalente a renunciar a ideas de izquierda o conformarse con aceptar el orden establecido. Como ejemplo, la letra de “Pa’La Calle”, reguetón del puertorriqueño Ñengo Flow en el que aboga por vivir en la calle y sin imposiciones, con rimas como «Quieres Pauta o Quieres Que Le Ponga La Corbata».

Onassis. El armador griego Aristóteles Onassis fue famoso por su negocio y por su fortuna, pero saltó a las revistas del corazón por sus romances con celebridades como Jacqueline Kennedy o María Callas. No es extraño, por tanto, que acabara marcando estilo al vestir e incluso dando nombre a su propio nudo de corbata. Se trata de un nudo simple y elegante que estropea menos la prenda, al no tener necesidad de arrugar la zona de la lazada. Se hace tomando la pala ancha y doblándola hacia atrás, para volver luego por el centro hacia delante, donde cuelga sobre el nudo.

Pajaritas. A las corbatas de lazo se las conoce como pajaritas por su forma, pero también se les puede llamar corbatas de moño, corbatines, moños, moñitas o humitas.

 

 

Quentin Tarantino. Durante la década de los 90, pocas escenas cinematográficas fueron tan copiadas como la secuencia de créditos de “Reservoir Dogs”, película que lanzó al estrellato a Quentin Tarantino y en la que una banda de atracadores de bancos lucía trajes negros, camisas blancas y corbatas estrechas. Copiada, imitada y plagiada hasta la saciedad, la secuencia ha hecho historia del cine y de la moda.

Rocheu. El rocheau es un complemento típico de los novios en las bodas. Parece un corbatón y está cosido para que no pueda desanudarse. Lo tradicional es llevarlo con chaqué y chaleco.

Stinson, Barney. El personaje más icónico de la teleserie “Cómo conocí a vuestra madre” era, sin duda, Barney Stinson. Donjuán irredento con tendencia a la misoginia y, en ocasiones, a la sociopatía, solo había algo que le gustaba tanto o más que las mujeres: los trajes. Los usaba siempre con corbata y pocas veces sufrió tanto como cuando perder una apuesta contra su amigo Marshall le supuso lucir una con dibujos de patitos durante varios meses.

Trump. Rojas. Y muy largas. Así eran las que usó Donald Trump durante la campaña electoral que le llevó a la presidencia de los Estados Unidos. Una vez elegido presidente, la corbata roja ha seguido siendo el símbolo más visible de su vestimenta, aunque la haya combinado con otras tradicionalmente más presidenciales, como las azules. Sin embargo, no es el color lo que más ha llamado la atención, sino la forma de llevarla. Pocas semanas después de su elección como presidente, subiendo las escaleras del Air Force One, una ráfaga de viento dejó en evidencia una tira de celo con la que Trump se sujetaba la corbata, algo que mereció un análisis incluso del “New York Times”, que se preguntó cómo un hombre de más de 70 años que había nacido en la opulencia y vestido traje toda su vida, no había aprendido todavía a ponerse la corbata. Tres años después, la pregunta sigue sin respuesta y la corbata, con celo.

Unquera. No todas se colocan en el cuello. En Unquera, Cantabria, son típicas las corbatas de repostería, que se elaboran con mantequilla, azúcar, huevos, harina de trigo y almendras.

Violencia. A la Guerra Civil colombiana (1948-1958) se la llamó, popularmente, “La Violencia”, un cruento periodo al que se atribuye el origen de “la corbata colombiana”. Se trata de una forma de asesinato en la que se corta la garganta de alguien para luego extraer la lengua por la herida. Se dice que fueron los chulavitas (fuerzas armadas del Gobierno de Colombia) los que la usaron para amedrentar y humillar a los liberales, que usaban una bandera roja como símbolo.

Windsor. Produce un nudo triangular simétrico y es una de las formas más habituales de anudarse la corbata. Su nombre, Windsor, remite a la familia real británica, de la que se cree que procede. Probablemente, de Jorge V, que reinó entre 1910 y 1936 y que según dicen, se hacía confeccionar estas prendas con telas no muy finas para poder hacerse un nudo simple –o de cuatro en mano– que aparentara mayor grosor.

Xian. Aunque su versión actual nos llega de los mercenarios croatas y la corte francesa, se pueden registrar en la historia usos anteriores de la corbata. Se interpreta, por ejemplo, que los soldados de la ciudad china de Xian que se encontraron en 1974, y que fueron esculpidos hace más de mil años por el emperador Qin Shih Huang –que quería ser enterrado con su ejército–, llevan al cuello una prenda militar antecesora de esta prenda, un pañuelo anudado que debía ser signo de honores militares, ya que en China la corbata no ha sido una prenda de uso común.

Yanis Varoufakis. El exministro de Economía griego, símbolo de la oposición a las políticas económicas del Banco Mundial y de la Troika, ha escrito más de un libro teorizando sobre qué puede aportar la izquierda transformadora en el actual contexto capitalista europeo. Entre ellos, “Economía sin corbata” (Destino, 2015), un manual escrito en un lenguaje directo, didáctico y plagado de ejemplos del cine y la literatura, que pretende poner las claves de la teoría económica al alcance de cualquier lector o lectora, sin las rigideces de la teoría económica clásica o… con corbata.

Zoot suit. El zoot suit o traje zoot se compone de pantalones anchos de tiro alto, acampanados o bombachos en la parte más alta y ajustados o estrechos en los tobillos. Además de corbata y sombrero borsalino o porkpie, se acompaña de abrigo largo con solapas anchas y hombros acolchados. En la década de 1930, este era el atuendo habitual entre los ciudadanos de origen mexicano que emigraban como trabajadores hacia California, pero con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, la necesidad de confeccionar trajes para los soldados impuso restricciones en el tamaño de la ropa que obligaron a llevar trajes más estrechos. Sin embargo, hubo sastres que continuaron cosiéndolos para la población mexicano-americana, que los siguió llevando. De ahí que, cuando las tensiones raciales originadas por la falta de recursos económicos durante la Gran Depresión y las deportaciones masivas dictadas por el Gobierno federal originaron violentos disturbios entre la población blanca que había emigrado de Europa y la mexicana, el traje pasara a ocupar un lugar central, ya que identificaba a un bando concreto. Por eso, a los disturbios que incendiaron California en junio de 1943 se les conoce como zoot suit riots o disturbios del traje zoot.