Pablo Chacón, Rafa Honrubia
sierra de atapuerca

Bienvenidos al parque paleolítico

A pocos kilómetros de los yacimientos burgaleses de Atapuerca, en el municipio de Salgüero de Juarros, se encuentra Paleolítico Vivo, «el único safari prehistórico del mundo». Una dehesa de robles centenarios y praderas donde se pueden ver bisontes, caballos salvajes y uros en semilibertad.

Dice Juan Luis Arsuaga que el Paleolítico superior fue la Edad de Oro de la especie humana. Si conoces los modos de vida prehistóricos tan bien como el codirector de los yacimientos de Atapuerca no resulta difícil llenarse de razones para defender una afirmación tan romántica. Quizá sea la imagen rousseauniana de la bondad primitiva que todavía pulula en nuestro imaginario colectivo, pero se puede demostrar con cierta facilidad que nuestros antepasados cazadores-recolectores trabajaban menos horas al día que los modernos neolíticos, dedicados en cuerpo y alma a las arduas tareas de la agricultura y la domesticación. «Fue la época en la que los humanos eran espléndidos. Lo sabemos por sus restos. Conocían bien la naturaleza, tenían un gran sentido de la estética y se sentían importantes: eran los príncipes del bosque y de la estepa», destaca el paleoantropólogo.

Así que entramos sigilosos, sabedores de que estamos ante las puertas de un mundo perdido. El mismo que habían visto nuestros abuelos del Pleistoceno. A primera vista todo parece igual en Paleolítico Vivo, pero la dehesa de robles de la Sierra de Atapuerca anuncia sorpresas. Y es que estos bosques eran característicos de la península hace 10.000 años. Hoy quedan pocos. La sorpresa no se hace esperar. Entre los árboles se abre una pradera inmensa. A lo lejos vemos un grupo de bisontes pastando. Y una imagen de western americano se dibuja en nuestras cabezas: Yellowstone. «¿Bisontes en Burgos?», nos repetimos sorprendidos. Sabíamos que estaban, pero hay que verlos y desempañarse los ojos varias veces. Así era el sur de Europa no hace tanto.

Eduardo Cerdá, el gran jefe de Paleolítico Vivo, confiesa que cuando anunció a los alcaldes de la zona la idea de poner en marcha «el único safari prehistórico del mundo» se echaron a reír. «Eso es porque no nos conocéis», decía para sus adentros este emprendedor galardonado con el premio Joven Empresario Burgos 2015. Al final, Salgüero de Juarros fue el único pueblo que apostó por el proyecto. Primero arrendaron 600 hectáreas y ahora son 1.000. Además del bisonte europeo, en la reserva burgalesa se pueden ver caballos de Przewalski, una especie muy representada en el arte paleolítico que encontramos en cuevas y abrigos de los estados español y francés y en Portugal. Las dos especies están incluidas en sendos programas mundiales de conservación como especies en peligro de extinción.

Pero Paleolítico Vivo quiere ir más allá. También cuenta con dos especies extintas que han sido recreadas: el uro y el tarpán (caballo salvaje euroasiático). La mente de Eduardo es inquieta, no parece tener límites. «Queremos meter la fauna que está saliendo en los yacimientos. El registro fósil de Atapuerca es impresionante y abarca desde animales que vivieron en la época glaciar, como el mamut lanudo o el ciervo gigante hasta animales de climas más cálidos, como hipopótamos. Nuestra idea es traer las especies descendientes que puedan adaptarse bien, como el ciervo, el lince boreal, el lobo, el gamo, el reno, el buey almizclero, el muflón… Nos gustaría hacer diferentes rutas: los animales de la Edad del Hielo o los descendientes de la época de Atapuerca».

El Paleolítico es el período más largo en la historia del ser humano, abarca desde hace 2,85 millones de años hasta 10.000 años antes de Cristo aproximadamente. El uso de herramientas de piedra determina el inicio de esta época en la que se enreda la cronología evolutiva del linaje humano. Es una etapa tan inmensa que el eje terrestre sufrió variaciones que influyeron en diversos cambios climáticos. Entre largas glaciaciones aparecieron periodos interglaciares con un clima semejante al actual. La flora y la fauna han cambiado desde entonces pero todavía podemos encontrar en el mundo de hoy bastantes especies que convivieron con nuestros antepasados nómadas. Durante el Paleolítico superior (30.000 - 10.000 años a. C.) el homo sapiens acabó por desplazar a otras especies de homínidos, incluidos nuestros primos neandertales, con quienes convivimos unos 10.000 años.

El yacimiento de Atapuerca, en Burgos, fue declarado Patrimonio Mundial en 1997 y constituye una enciclopedia sobre la evolución humana y los modos de vida prehistóricos. Todavía hay muchas páginas perdidas entre los sedimentos. Las claves que los arqueólogos y paleontólogos han descifrado hasta ahora sirven de guía al comité científico de Paleolítico Vivo, entre los que figuran Juan Luis Arsuaga o Benigno Varillas, naturalista, periodista y biógrafo de Félix Rodríguez de la Fuente, y el veterinario Fernando Morán, responsable del centro de conservación del bisonte europeo en el Estado español.

La singularidad de Atapuerca. Jesús Rodríguez, investigador y gestor de colecciones de vertebrados en el Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana (Cenieh), asegura que la gran singularidad del yacimiento, además de los fósiles humanos encontrados, es toda la información contextual: la fauna, los ambientes, la vegetación, el comportamiento de los humanos, los animales que consumieron (si los cazaron o carroñearon), el canibalismo, la evolución cultural a través de las herramientas líticas. «No hay parangón en Europa», destaca.

«Necesitamos retroalimentarnos», afirma Cerdá. «La gente va a los yacimientos y al Museo de la Evolución del Burgos a ver los fósiles de mandíbulas y cráneos de animales. Y Paleolítico Vivo luego te lo enseña en directo». Es una inmersión total, un viaje en el tiempo que combina la biología con la prehistoria. «Ahora recibimos 7.000 personas al año, es sostenible y la tendencia es ascendente, algo innovador y único. Pero cuando me dieron el premio Joven Empresario la empresa tenía pérdidas», resalta con una sonrisa pícara: «Los primeros animales nos los fiaron porque no teníamos dinero para pagarlos».

Pero el proyecto va en serio. Con una dehesa natural de robles centenarios en un entorno único y con los animales salpicando el paisaje, ahora se trata de ir sumando ejemplares y ofrecer nuevas actividades de inmersión total en el Paleolítico. «Hemos construido un poblado prehistórico para que la gente se anime a hacer actividades de supervivencia y autosuficiencia. La idea es vivir durante unos días como vivían ellos», invita Cerdá.