TERESA MOLERES
SORBURUA

Flores y artes decorativas

En la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid se exponen estos días una serie de dibujos de flores y paisajes pertenecientes a sus fondos. Dibujar flores, antes de convertirse en la especialidad de los bodegones de la Escuela Holandesa del siglo XVII, ya era importante para la ornamentación en disciplinas como arquitectura, joyería, cerámica o bordados. Por ejemplo, en el siglo XVI, Alberto Durero había pintado acuarelas con títulos como “El ramo de violetas”, “Peonias” o “Gran mata de hierba” que todavía asombran por su realismo. La exclusiva función decorativa de las flores se vio enriquecida con las aportaciones de los nuevos descubrimientos botánicos. Se escogían, principalmente, para el diseño de los textiles de sedas y brocados o para la confección de vestiduras litúrgicas y vestidos destinados a la nobleza. La demanda de estos tejidos hizo que se fundaran fábricas en Valencia y en Lyon. A la par, surgió una importante escuela de pintores exclusivos de temas florales.

Los ilustradores de flores comenzaron a tener una importante formación botánica. El Jardín de las Plantas de París, creado en 1635, acogió a botánicos e ilustradores como Claude Aubriet (1651-1742), que regresó de su viaje a Oriente Medio con ilustraciones de ejemplares exóticos; son famosas sus acuarelas de carnations o claveles. La ilustradora botánica Madeleine F. Basseporte (1701-1780) también trabajó en este Jardin des Plantes, en su caso durante cincuenta años. Amiga de Linneo, el hombre que puso nombre a las plantas, sus acuarelas tienen una delicadeza inigualable y fueron muy apreciadas durante los reinados de los últimos borbones franceses.

En las academias de dibujo de flores se pintaba sobre papel y velin –un pergamino delgado de superficie pulida fabricado a partir de la piel de becerros recién nacidos– con acuarela y carboncillo. Se conservan pocos de los tratados o manuales, quizás porque debido a su intenso uso acabaron desapareciendo. Estas ilustraciones no siguen la ley de gravedad y la misma flor es representada desde puntos de vista diferentes en la misma lámina. Posteriormente, en los paisajes se permitió asociar la planta con su representación. En las escuelas de artes decorativas, estas ilustraciones se prolongaron hasta bien entrado el siglo XX, como ocurrió en la Bauhaus alemana.