MIKEL SOTO
gastroteka

Refranes de comida

Los alimentos, la comida y la cocina son, por su general conocimiento y su plasticidad, fuente inagotable de expresiones y refranes. Así pues, la comida nos entra por los ojos o directamente comemos con ellos, si nos despistamos es que estamos albardados, alguien nos puede tener fritos y, de seguir así, podemos llegar a convertirnos en unos vinagres. Si a alguien le dan la del pulpo es que le han pegado una paliza, expresión que repetí durante años sin saber que antes de cocinar el pulpo, antiguamente, se golpeaba enérgicamente para ablandar su carne, costumbre que ha quedado en desuso una vez aparecidos los congeladores. En resumidas cuentas, que, con vuestro permiso, me voy a meter en el berenjenal de los refranes en castellano unidos a la gastronomía.

El primer grupo del que voy a hablaros es el numerosísimo del pan, que tal vez sea tan profuso porque, en uno de sus constantes arranques de ira del Antiguo Testamento, en el hermoso Génesis, Yahvé le dijo a Adán: «Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste tomado; ya que polvo eres y al polvo volverás», e igual por eso Dios da pan a quien no tiene dientes. Quizá sea por su raíz cristiana pero la mayoría de refranes panarras me parecen un poco bajoneros: “Pan para hoy y hambre para mañana”; “Dame pan y dime tonto”; “Las penas con pan son menos”; o “A falta de pan, buenas son tortas”. Aunque se suele decir que algo está más bueno que el pan, yo estoy con Berto Romero cuando dice que suena a refrán un poco de posguerra y propone estar «más bueno que una pulguita de jamón», y es que el “pan con pan es comida de tontos”.

En uno de esos geniales consultorios que hace Berto con Buenafuente aprendí también que “el que come bien y pee fuerte, le enseña los dientes a la muerte”, que me parece una genialidad escatológico-filosófica pariente lejana del más moderno “café y cigarro, muñeco de barro”; que no sé si llega o supera a la genialidad que se pregunta “qué tiene que ver el tocino con la velocidad”.

Cuando empecé a apuntar refranes gastronómicos, inauguré por pura intuición una sección de refranes misóginos, seguro de que no iban a faltar. Desgraciadamente, así ha sido: “la mujer y la sartén en la cocina estén”; “mujer que guisa, se casa deprisa”; “el agua y la mujer, a nada deben oler”. Algunos indignan por su perversa naturalidad, por ejemplo: “Ánade, mujer y cabra, mala cosa siendo magra”. Un refrán que, además, viene con su habitual mandato contradictorio del patriarcado: “La mujer, el melón y el queso, al peso”. Tras leer a renglón seguido “hombre gordinflón, hombre bonachón”, me ha gustado encontrar este que no conocía: “Si quieres ver a tu marido enterrado, dale a cenar carnero asado”.

El lacerante machismo que nos rodea nos recuerda a menudo el alto porcentaje de cretinos que hay en este mundo, de los que solemos decir muy plásticamente, que les falta un hervor o, no sé si más cariñosamente o de forma hermosamente maligna, que les falta una patatina para el kilo. Siempre me ha gustado el que usa Cervantes para describir a Sancho Panza, cuando dice que era «hombre de bien –si es que este título se puede dar al que es pobre–, pero de muy poca sal en la mollera». Y, entre estos, hay uno que descubrí no hace tantos años que me hace particular gracia a la hora de definir a algún idiota: “No es el cuchillo más afilado de su cajón”.

En fin, no he llegado ni a un tercio de los que tengo recogidos, así que volveremos sobre el tema porque no os quiero aburrir. Ya que, como nos solía decir la amatxi Angelines cuando bostezábamos, eso solo podía querer decir que teníamos «sueño, hambre o tontería grande».