Pablo González

Cuando la identidad sexual pasa a ser ideología en Polonia

Las autoridades conservadoras llevan a cabo una cruzada contra los colectivos LGTB+ en Polonia. Propaganda, mensajes de odio y acoso se unen en una peligrosa deriva de intolerancia. Activistas locales nos explican cómo se ha llegado a esto y cuál es la situación real en el país más homófobo de la UE.

Desde hace varios años Polonia vive una peligrosa tendencia en la que la intolerancia se ha convertido en política de Estado. Las campañas de odio contra diferentes colectivos le sirven a la clase gobernante para crear una ilusión de enemigo de lo que ellos consideran la Polonia auténtica, la correcta, tradicional y católica. El último enemigo interior que han encontrado son los colectivos LGBT+. No en vano, según el último “Mapa Arcoíris” hecho por la ONG ILGA-Europe, con base en Bruselas y que defiende los derechos de las personas LGBT+, Polonia es calificado en este 2020 el peor país de la UE para ser una persona de este colectivo.

Los ataques contra estos colectivos son algo habitual en las últimas campañas electorales. El partido en el poder, Ley y Justicia (PiS en sus siglas polacas), ha encontrado en la confrontación interior, la polarización de la sociedad polaca, su manera de afianzarse en el poder. Se ha llegado al punto que un total de 90 entidades, entre ayuntamientos y gobiernos regionales, se hayan declarado como “Zonas Libres de LGBT”. El presidente de Polonia, Andrzej Duda, ha calificado durante la campaña presidencial de 2020 de «ideología» a todo el colectivo LGTB+ y el arzobispo de Cracovia los ha llamado «plaga arcoíris».

Por ello Polonia se aleja cada vez más de los valores de tolerancia y respeto de los derechos humanos que defiende la UE. En la última campaña electoral de las elecciones presidenciales de junio y julio de este año, esta retórica se ha llevado a nuevos máximos, lo que ha provocado que por primera vez se hayan producido varias protestas masivas continuadas en ciudades como Varsovia, Cracovia o Wroclaw contra la discriminación de los colectivos LGBT+.

Hablamos con dos destacados activistas del colectivo LGBT+, Hubert Sobecki y Bart Staszewski. Sobecki es uno de los dirigentes de la asociación Milosc Nie Wyklucza (El Amor No Excluye), una ONG que lucha por la igualdad y en contra del acoso y los mensajes de odio. Staszewski pertenece a la misma asociación, pero además representó al colectivo LGBT+ en una reunión con el presidente Duda, en el que este último no hizo más que reafirmarse en sus declaraciones ante fotografías de jóvenes polacos que se suicidaron a causa del acoso.

Hubert Sobecki, uno de los dirigentes de la asociación Milosc Nie Wyklucza.

 

Primero inmigrantes, luego LGTB. El uso de un enemigo empezó durante la crisis migratoria de 2015. El líder del PiS y hombre fuerte del país a pesar de ser teóricamente un simple diputado, Jaroslaw Kaczynski, alegó entonces que no acogerían migrantes en el país ya que «traen peligrosas enfermedades largamente ausentes en Europa». Lo hizo durante la campaña de 2015 de las elecciones parlamentarias. Fue un mensaje que caló. Los polacos estaban abiertos a acoger cierta cantidad de migrantes, después de la campaña electoral la situación cambió radicalmente y la inmensa mayoría ya no quería acoger migrantes. El PiS resultó ganador en aquellos comicios.

En las europeas de 2018, las parlamentarias de 2019 y en las presidenciales de este 2020 ha habido un nuevo objetivo, en este caso un “enemigo” interior. Para luchar contra él, las autoridades del PiS tienen un serio aliado en la Iglesia católica. Así, por ejemplo, el arzobispo de Cracovia Marek Jedraszewski calificó al movimiento LGBT+ como «plaga arcoíris contra la que se tiene que luchar». Según él, «esta plaga amenaza la identidad polaca y los valores tradicionales». Como subraya Sobecki, «es posible oír este discurso de vez en cuando en cargos de la Iglesia católica a todos los niveles. Hay que recordar que la Iglesia es extremadamente fuerte e influyente en este país».

Sobiecki continúa: «Nos llegan sobre todo las declaraciones de los arzobispos, pero todo lo que dicen los curas cada domingo en sus parroquias no podemos saberlo con certeza. Estudiar esto o seguirlo es imposible». Otro gran aliado de las autoridades para expandir este mensaje son los medios de comunicación estatales. Sobiecki explica que «estos medios se han convertido en propaganda. Se han convertido en un chiste, Internet está lleno de memes al respecto. Con todas las cosas que dicen, lo que manipulan o que crean para aumentar el apoyo del partido en el gobierno, es asombroso que se sigan llamando periodistas».

Así, durante la campaña de las elecciones parlamentarias de 2019, justo el viernes antes de la votación, la televisión pública polaca TVP emitió un reportaje denominado “Inwazja” (Invasión), con el título con el color del arcoíris. En el reportaje se acusaba a los colectivos LGBT+ de usar la sexualidad para lograr sus metas políticas. Durante la campaña presidencial, TVP primero recogió la línea del PiS y el presidente Duda calificando a todo el movimiento LGBT+ como ideología y cargó contra otros países de la UE. Al Estado español se le acusó directamente de estar «gobernado por una dictadura de la ideología LGBT», mientras que el titular que encabezaba la noticia era que «la ideología LGBT le quita los niños a los españoles».

Jóvenes protestando durante una visita del presidente Duda a Cracovia.

 

Sobiecki lo tiene claro: «Tienen esas dos columnas, la Iglesia y los medios que llevan su mensaje. Todo lo que deben hacer es tener un concepto que vender, es marketing político. Han creado la idea de la “ideología LGBT”, han dicho que es una amenaza para las familias polacas. Tras ello han hecho la conexión de que la gente LGBT+ es una amenaza para los niños. Aunque les faltaba un nexo de cómo conectar a la gente LGBT+ con los niños. Encontraron una explicación fácil como conexión, llamarlos pedófilos. Este tipo de narrativa estaba fuera del discurso político polaco desde hace muchos años, era algo marginal».

En cambio, hoy en día es una tendencia que está cada vez más extendida. Ello ha sucedido curiosamente por uno de los pocos logros de la comunidad LGBT+. En 2019 el alcalde de Varsovia, Rafal Trzaskowski, firmó un documento preparado por el colectivo LGBT+. Este documento contenía doce puntos en los que precisaba qué se puede hacer a nivel local, de ciudad, para ayudar a la comunidad LGBT+, evitando posibles bloqueos del Gobierno central.

Uno de los puntos incidía en la educación. En él se decía que Polonia necesita educación sexual y anti-discriminatoria en las escuelas públicas y que esté basada en estándares científicos. Para este punto se utilizaron los estándares de la Organización Mundial de la Salud. La derecha y sus medios afines cogieron estos estándares y encontraron una mención a que en un momento dado hay que hablar a los niños de la masturbación. Sobiecki destaca que «hicieron caso omiso de que aquello no era un programa, son recomendaciones clasificadas por diferentes edades, basadas en años de experiencia educando niños a nivel mundial».

La derecha le dio la vuelta y creó titulares como “los gays enseñarán masturbación a vuestros hijos en escuelas públicas”. «Aquello fue publicado durante meses, incluso la gente más ajena al tema empezó a estar preocupada en el mejor de los casos, mientras que en el peor empezaron a estar muy enfadados por que (supuestamente) los que ellos llaman pedófilos pudieran ir a las escuelas pagados con dinero público y pudieran hacer algo malo a los niños», explica Sobiecki.

Manifestantes a favor de los derechos de los colectivos LGBT+.

Después de aquel episodio empezaron los actos de odio. Sobiecki explica el ejemplo de 2019 en Bialystok cuando tiraron piedras y petardos contra la marcha del orgullo. «La gente que hacía eso repetía esos mismos eslóganes. Nos llamaban pedófilos que quieren masturbar a sus hijos, a pesar incluso de que tuviéramos a adolescentes manifestándose con nosotros con banderas arcoíris. Pero para la gente que nos tiraba cosas era lógico, ellos consideraban que es una ideología que debe ser expulsada de la ciudad».

Asociaciones como Milosc Nie Wyklucza hacen informes explicando los casos de los niños que se suicidan a consecuencia del acoso escolar. En los últimos seis años, según estos estudios, un niño o joven LGBT+ que va a la escuela o instituto tiene una probabilidad del 70% de tener ideas suicidas y la mitad sufre o ha sufrido depresiones. No existe la recopilación de datos reales y exactos de cuántos niños y jóvenes se han suicidado. La mayor parte de los casos o es ocultada por los progenitores o, como añade Sobiecki, «los jóvenes simplemente no hablan de ello por que no tienen con quién hablar o por que piensan que nadie les va a escuchar».

Precisamente esta temática de los suicidios salió a la palestra cuando un activista LGBT+, Bart Staszewski, fue a ver al presidente, Andrzej Duda, al palacio presidencial en plena polémica por las declaraciones de este. Staszewski relata así su reunión: «Mi encuentro con el presidente duró una hora y le dije que no somos ideología, que somos seres humanos. Me contestó que es su punto de vista y que hay libertad de expresión. Que para él nosotros (el colectivo LGBT+) somos un tipo de ideología. Que si otros candidatos opositores (en referencia a Trzaskowski y Biedron) llegan al poder, intentaremos crear zonas LGBT, a lo que le contesté que lo que queremos es que no haya zonas y vivir en paz».

Staszewski continúa su relato: «Le dije: ‘Usted, señor presidente y su partido, son los responsables de la homofobia en Polonia’. Le enseñé fotografías de Milo, Kasper y Dominic, jóvenes que se suicidaron en el último año por la homofobia y la transfobia. Los jóvenes son el eslabón más débil ante estos ataques contra los colectivos LGBT+. Ante estas fotos, el presidente me contestó que lo siente mucho por ellos, pero que lo que probablemente necesitaban esos jóvenes era un psicólogo y no igualdad de derechos».

Acto de campaña electoral del candidato a presidente Robert Biedron en la capital polaca.

 

«Es uno de los discursos más desagradables que he oído. Nadie debería utilizar este tipo de lenguaje, ni políticos, ni otras personas. No es normal algo así en el siglo XXI en mitad de Europa. Vivimos en el país que más sufrió durante la Segunda Guerra Mundial y conocemos cuál es el capítulo final del odio. Deberíamos ser el líderes en tolerancia, pero lo somos en zonas libres de LGBT+, las cuales ahora en Polonia son del tamaño de Hungría», concluye Staszewski.

Al encuentro con el presidente también debía asistir el político Robert Biedron junto a su madre. Biedron es el primer político abiertamente homosexual en Polonia y está en el parlamento dentro de la coalición Lewica (Izquierda). Sin embargo, Biedron exigió que Duda se disculpara por llamar ideología a la orientación sexual y, al negarse este en hacerlo, Biedron rehusó reunirse con él.

Según explica Sobiecki, «es un problema que lleva años creciendo, y ningún gobierno ha hecho nada. El anterior gobierno de la Plataforma Cívica (PO) dejaba la temática de lado, la temática LGBT+ era demasiado polémica para ellos y no la tocaban, se centraban en la economía, autopistas, aeropuertos, etc. Pensaban que de manera mágica, si proporcionaban infraestructuras, solo por la presencia de esa modernidad aparecería una sociedad moderna. Y realmente fue todo lo contrario. La sociedad ha enfermado, no cree en la democracia, en el imperio de la ley. No entienden la democracia como protectora de minorías de ninguna clase».

Es cierto que Polonia no es un caso único en Europa, especialmente en el centro oriental del continente, donde se busca reafirmar una identidad nacional que se siente amenazada por la nueva ola de la globalización. Aun así, sus peculiaridades llaman la atención, algunas son absurdas en opinión de Hubert Sobiecki, como «la idea de construir la identidad polaca basándose en la nacionalidad más que en la ciudadanía. Si quieres ser polaco no debería importar qué ideas tienes, cuál es el color de tu piel, cuál tu religión, tu orientación sexual o tus genes, ya que hay gente que dice que solo son polacos los que vienen de buenas familias. Estas ideas son feudales y están creciendo, haciéndose fuertes, y el fascismo es algo que está muy cerca de esto».

Por su parte, Bart Staszewski añade que esta clase conservadora y gobernante «quiere luchar por los valores tradicionales, quieren luchar contra el enemigo de la ideología LGBT+ como nos describen. Dicen que deben proteger 2.000 años de cristianismo en Polonia, es lo que se puede encontrar en sus declaraciones al respecto. Excluyen a sus propios vecinos, a gente que vive y trabaja allí. Es una homofobia que no es tan visible, pero crea el efecto de congelación. La gente tiene miedo a salir del armario, de participar o crear eventos LGBT+. Además, en las escuelas aquellos que acosan a los niños tienen ahora la percepción de que los políticos los apoyan. Esta es la cara real de la homofobia».

El actor y artista queer Maciej Gosniowski.

 

¿Valores compartidos? Un total de 90 entidades, entre ayuntamientos y gobiernos regionales de diferentes niveles polacos, se han declarado como “Zonas Libres de LGBT”. La mayoría de ellos se encuentran en el este y sur del país, un área donde el partido PiS tiene más votantes. Estas regiones, por lo general, también son las menos boyantes y su economía depende en mayor medida de la agricultura y las subvenciones europeas.

Por ello, cuando recientemente el Comité por los Derechos de las Mujeres y la Igualdad de Género del Parlamento Europeo ha pedido a la Comisión Europea suspender la financiación de regiones donde este dinero puede ser usado en acciones contra los colectivos LGBT+, se ha levantado una ola de preocupación en Polonia. La representante de Justicia, Consumidores e Igualdad de Género, Vera Jourova, resume la postura de la UE en que «no puede financiar proyectos en ciudades donde se violan valores fundamentales». Varios funcionarios de gobiernos locales ya han declarado que están dispuestos a retirar las resoluciones sobre “Zonas Libres de LGBT” con tal de no perder la financiación europea.

Una situación que para Sobecki nace del pensamiento erróneo dentro de la UE, según el cual, «la gente piensa que nosotros compartimos los mismos valores como sociedad incluso cuando es claramente falso. No basta con estar en la UE para tener estos valores, los países se diferencian por la historia, la cultura y los valores. Un tema importante son las leyes. Si ves un mapa de la UE con un filtro que muestre qué países tienen regulaciones para las comunidades LGBT+, como la protección contra la violencia, matrimonio del mismo sexo, protección para las personas transgénero, educación, todas las cosas que hacen la vida mejor, Polonia no tiene nada. La única protección que existe en Polonia es que no te pueden despedir por tu orientación sexual, pero sí te pueden despedir por tu identidad. Así, por ejemplo, si eres transexual tu jefe puede decir que no te ajustas al perfil, pero está claro que en el fondo será otro el motivo por el que te despidan».

«Si eres lesbiana o gay y te despiden, puedes llevarlo a juicio y ganar, pero incluso eso lo quiere cambiar el fiscal general ultra conservador del PiS. Tienen el problema de que para tener una unión como la UE, necesitas tener la apariencia de tener una ley común, ya que la ley es una expresión de valores. Probablemente la mayoría de gente de Varsovia y Madrid puedan tener los mismos valores, pero si vas a pequeñas ciudades del sur de Polonia, seguramente tengas los valores de una ciudad pequeña de Rusia, o de Bavaria, o de Sicilia, mentalidades similares en lo que concierne a los colectivos LGBT+. Es una ilusión que seamos una unión con valores compartidos».

De manera similar opina Staszewski y llama a incrementar los pasos dados por el Parlamento y la Comisión europeos. «Si la comisión europea, la UE, no reaccionan ante lo que sucede en Polonia, tendrán serios problemas. El dinero que llega desde la UE se utiliza también para luchar con los colectivos LGBT+ en las zonas que se han declarado libres de ellos. Es algo que no debería permitirse. Es tiempo ya para la UE de luchar por sus valores, por nuestros valores. Necesitamos una reacción de la UE incluso si son multas económicas, aunque sean los ciudadanos quienes lo sufran».

De izquierda a derecha, pancarta anti discriminación durante un acto delante del palacio presidencial en Varsovia; un activista con las fotos de Dominic, Kacper y Milo, jóvenes que se han quitado la vida por el acoso sufrido; jóvenes protestando por los derechos de los colectivos LGBT+.

 

La necesidad del cambio de leyes es fundamental para Sobiecki. «Necesitamos que las leyes cambien. La UE ha asumido que los matrimonios de personas del mismo sexo, adopciones, derechos transgénero, regulaciones por crímenes de odio, todo ello, es algo que deben decidir los países. No hay valores compartidos, solo hablamos de ellos, no hacemos nada para garantizarlos. En Polonia es ilegal decir algo antisemita, llamar a la exterminación de judíos, por ejemplo. Si lo haces, la Fiscalía debe intervenir. Pero si dices que todos los gays deben ser eliminados, no pasa nada. No hay regulación al respecto».

Todo ello además no es algo nuevo y ha sido así desde que Polonia entró en la UE. Sobiecki da otros ejemplos de la discriminación que se sufre en Polonia. «Las parejas polacas del mismo sexo que se casan en otro país, una vez que vuelven a Polonia, no están casados. O cuando alguien de Polonia se quiere casar con una persona no polaca en un país de la UE donde son legales los matrimonios del mismo sexo, tampoco. Necesita presentar un papel que certifica que no está casado en Polonia, es un requisito legal. Si el funcionario polaco te pregunta el nombre de la persona y le suena al mismo sexo, te dice que no te puede dar el papel por que los matrimonios del mismo sexo van en contra de la constitución polaca. Eso no solo afecta al ciudadano polaco, pero también afecta a otro ciudadano de la UE, y no pasa nada, ¿dónde está la Unión en eso?». No son escasos los casos de familias con los progenitores del mismo sexo a los que las autoridades polacas niegan los derechos parentales a uno de los miembros a pesar de tenerlo todo legal en otros países de la UE.

Aun así, Bart Staszewski opina que «la sociedad polaca no es homófoba, es un problema de los políticos polacos. Si vemos las encuestas, apreciamos que hay apoyo a la igualdad de derechos para los colectivos LGBT+. Tenemos cada vez más desfiles por la igualdad. La gente joven no siempre compra la narrativa oficial, la que quiere demonizar a los colectivos LGBT+».

Otra persona del colectivo LGBT+, el actor y artista queer Maciej Gosniowski, no está del todo de acuerdo y piensa que la homofobia y la intolerancia están bastante extendidas en la sociedad polaca. «Si coges el transporte público, los ataques verbales son diarios». Añade, además, que las mujeres polacas no son menos intolerantes que los hombres. «Las mujeres parecen más predispuestas a aceptarte, a muchas les gusta el concepto del amigo gay, pero cuando les empiezas a hablar de la igualdad de derechos no lo aceptan. Los hombres, en cambio, sí te aceptan, te aceptan con todo».

Quince años después de entrar en la Unión Europea, Polonia no solo no ha hecho suyos los valores de tolerancia que han ido expandiéndose por la UE, sino que ha mostrado una postura contraria y regresiva. La nación polaca, aun así, tiene personas dispuestas a alzar la voz, trabajar dentro del país y buscar ayuda exterior para lograr que estos valores sean adoptados y respetados en un país como Polonia.