IKER FIDALGO ALDAY
PANORAMIKA

Forma

Las artes plásticas son aquellas que toman la materia como punto de partida para su trabajo. Las grandes disciplinas, representadas siempre por la pintura y la escultura, abrieron sus brazos a mitad del siglo XX para incluir a otras formas de hacer en lo que acabaron por llamarse las artes visuales. La cultura visual es aquella que estructura hoy en día nuestra propia cotidianeidad. Asumir la pantalla como una ventana que se reproduce en todos los aspectos de nuestra vida e incluso desarrollando herramientas que nos dejan ver aquello que no tenemos capacidad de ver (la visión microscópica, los rayos X o los satélites). Si la vida actual está mediatizada por la imagen, el arte contemporáneo sigue en gran medida atravesado por el material. A pesar del nacimiento del conceptual que amplió el espectro del arte hacia lo visual, hoy ambos campos conviven con un diálogo constante. El arte sigue trabajando la poética de lo plástico igual que la potencia de la obra sin presencia. Si bien el objeto dejó de ser imprescindible en la creación de arte, nunca cedió su protagonismo. La obra de arte adquiere tantas formas como requiera para habitar el espacio expositivo. El proceso creativo es único y específico de su momento y una vez más, la mirada visitante será la encargada de cerrar el sentido de cada propuesta.

Richard Serra (EEUU, 1939) es uno de los artistas vivos más reconocidos del mundo, cuyo trabajo se identifica principalmente por tratarse de escultura minimalista realizada en acero corten. Si en la mayoría de las ocasiones encontramos piezas de grandes dimensiones tales como “Snake”, instalada en el Museo Guggenheim de Bilbo en el 2005, a finales del pasado septiembre la bilbaina Carreras Mugica inauguró “Works from the 70s and 80s”, que podrá visitarse hasta el 7 de diciembre. Serra, quien ya expusiera en la galería en otras dos ocasiones en 2009 y 2012, plantea como pieza central “Three unequal elevations (1975)”. Tres bloques de acero con una altura levemente diferente y que se disponen en el suelo de manera equidistante formando un triángulo equilátero. La pequeña variación entre cada pieza aparece de manera casi imperceptible. Desde su lugar, interpelan al público y a su relación con el espacio, la convivencia de los volúmenes y la manera en que estos se manifiestan.

Por otro lado, una serie de ocho dibujos se disponen en la pared que rodea la sala y se refieren a algunas de las piezas más reconocibles del artista norteamericano. Más que como bocetos previos, como representaciones posteriores. Como quien sigue investigando la cuestión de la dimensión pero partiendo de la limitación del papel y el pigmento negro. En este momento, la cuestión disciplinar se cuestiona. Quizás esos dibujos pueden ser entendidos desde una posición escultórica y no tanto como una propuesta gráfica. Un proceso que se desborda y acaba posado sobre un papel evocando, por otro lado, una pretensión de expandirse.

Sin movernos de Bilbo, Javier Balda (Iruñea, 1958) dispone hasta el 23 de este mes “Todo no es color” en la Galería Juan Manuel Lumbreras de la calle Henao. Múltiples estructuras compuestas por la superposición de planos de color de diferentes materiales dan cuerpo a piezas de aspecto en ocasiones modular en las que la collage es capaz de acoger la convivencia de varios materiales. Piezas que a pesar de los diferentes tamaños todas parecen ser la misma, o mejor dicho, todas parecen formar parte de un mismo proceso de creación e investigación en torno a las posibilidades compositivas y formales que las condicionan. A pesar de una querencia volumétrica, Balda no abandona la pintura. Cada obra habla el lenguaje pictórico y se comunica con el resto formando una muestra que podría leerse como una gran instalación.