Janina Pérez Arias
Entrevue
Claudia Llosa

«La responsabilidad de un artista o de un cineasta es la de plantear preguntas»

Claudia Llosa
Claudia Llosa

El día después del estreno mundial en Berlín de “No llores, vuela”, Claudia Llosa aún estaba encendida en emociones. Las múltiples tazas de café con leche con sacarina ingeridas a lo largo de aquel día de entrevistas no ayudaron mucho a bajarla de esa vertiginosa montaña rusa, cuyo viaje emprendía una última etapa.

En el lujoso Hotel Regent, ubicado en la Charlottenstraße, la directora peruana narraba una y otra vez su nueva aventura cinematográfica, una experiencia en todo el sentido de esa palabra, un proceso del cual «siempre me sentiré orgullosa», suelta a modo de confesión. Todavía con el momento de la première bastante fresco, Claudia Llosa lo evoca como hermoso, de «sentimientos encontrados, felicidad, nervios, una sensación de vacío también, con ganas de pasar a otro tema, de bajar la montaña...». Desde este estreno mundial, la película ha recorrido un buen trecho; ahora, se puede ver también en las salas del Estado español, tras su estreno el pasado viernes 23.

Quien triunfara con “La Teta Asustada” hace cinco años, quiso ponérselo todo más difícil; como retándose a sí misma, como apostando en la ruleta, como jugándoselo todo en una mesa de póquer, o quizás con la intención de poner su cuello bajo una afilada guillotina. Esta vez Claudia Llosa (se) fue aún más lejos para rodar su nueva película. Montó campamento con su equipo durante tres meses en la fría Winnipeg canadiense, a miles de kilómetros de lo que ella misma denomina «su zona de confort» –llámese Perú, de donde proviene, o Barcelona, donde vive.
Se hizo de un elenco internacional, con actores cuyos nombres han figurado en los Oscar (tal es el caso de Jennifer Connely), han hecho de malo en una de las millonarias secuelas modernas de “Batman” (Cillian Murphy) o se han puesto en las manos de un director conocido hasta en el planeta Marte (Mélanie Laurent).

Armada de valor –o tal vez tocada por una divina locura–, en esta nueva historia lanzada a nivel internacional bajo el título de “Aloft”, ha incluido a niños (los fantásticos hermanos Zen y Winta McGrath) y a animales (halcones), una combinación suicida para cualquier director, independientemente del presupuesto y del lugar del rodaje.

También ha abandonado el castellano y rodado en inglés, importándole poco que esa lengua no sea la que mejor domine. Meses más tarde, con “No llores, vuela” concluida, la directora recuerda con una sonrisa las carcajadas que generaron los típicos malentendidos –idiomáticos– que surgieron durante el rodaje. «Siempre es un reto rodar en otra lengua que no es la materna», confesaría en la Berlinale, donde la película optó al Oso de Oro, «pero la gente que me rodeó me ayudó mucho e hizo que me sintiera cómoda. Al final, lo importante era contar la historia juntos»”.

La belleza física de la osada Claudia Llosa despista. ¿Quién podría imaginar que se metería voluntariamente en tantas dificultades? El objetivo era contar la historia de Nana (Connely), madre de dos chicos, quien, devenida sanadora, pasa 20 años sin ver a su hijo Ivan (Murphy). El misticismo, la espiritualidad, la necesidad de creer y el proceso de perdonar son algunos de los elementos en los que se apoya la trama salida del puño y letra de la celebrada realizadora peruana.

Ante la pregunta de por qué enfrentarse a tanto, la prolija en palabras Claudia Llosa de repente calla para reflexionar. «Creo que quería aprender», suelta como cayendo en la cuenta

¿Aprender a volar como un halcón?

Sí. Necesitaba soltarme. Necesitaba cazar. No quería cuidar todos los elementos, no quería ser controladora. Deseaba ir con el felling de la película, de lo que plantea, de intentar vivir desde la incertidumbre con serenidad... Ahora el salto no será tan bestia, ¿no? (sonríe con cierta travesura). Siempre hay riesgos: de quedarte en el mismo lugar, de dar un paso o de dar diez... Es que en el fondo todo tiene que ver con el riesgo; es como ir por una carretera de hielo. Entonces, si es tan peligroso estar andando o estar parado, como correr o volar, pues yo voy a hacer lo que me apetezca, sin cuestionarme.

¿Esos bríos tienen mucho que ver con la presión del éxito de “La Teta asustada”?

(reflexiona) No lo sé... Tal vez en el fondo había algo inconsciente de querer renacer en otro lugar. Lo que sí creo es que, así como “No llores, vuela” habla de lo sagrado, de cómo se le atribuye a algo ordinario un elemento extraordinario, también considero que eso puede pasarle a un cineasta. “La Teta asustada” era una película antes de recibir el premio, y fue otra el día después. El reconocimiento, como un atributo, la transformó, aunque se trataba de ese mismo filme. Entonces, mi intención es desmitificarla, desligarme de ella, a pesar de que sea importantísima para mí, de que haya cambiado realmente mi carrera. Intento recordar que en el fondo son atributos que le ponemos a las cosas, y es la única manera de ser honestos. Al final, obviamente mis acciones estarán relacionadas con la necesidad de vivir algo diferente, de salir, de conocer nuevas personas y nuevos territorios; así como se quiere salir de casa, ¿entonces, por qué no hacerlo en lo laboral?

¿En qué momento le tembló el pulso haciendo esta película?

(reflexiona) En diferentes ocasiones, pero nunca de una manera que me haya hecho dudar, descolocarme... Han sido más bien esos momentos en los que dices algo y luego te desdices. En este filme la temática es muy complicada, la propuesta del personaje principal femenino está muy alejada de todo cliché, de todo lo que esperamos representar como el paradigma de lo bueno; entonces, es más bien un personaje humano, complejo, difícil de representar y explicar. Cuando escribo no pienso en el resultado, simplemente escribo. Ya tendré tiempo después para pensar en la consecuencia; pero sí creo –como ha pasado con todas mis películas– que conectas o no. Siempre se genera una dicotomía porque al igual que en el filme, como espectador nos diferenciamos.

Entonces, ¿cree que habrá gente que tendrá dificultad para conectar con el filme?

Sí, soy consciente de ello. Estamos viviendo en un mundo en el que hay muchas dudas, en el que ya no creemos en nada, ni confiamos en nadie, no sabemos en qué creer. Hasta yo misma soy un poco cínica, y como soy parte de este mundo, esa fue la razón por la cual escribí esta historia. La responsabilidad de un artista o de un cineasta es la de plantear preguntas y no necesariamente proporcionar las respuestas de las mismas.

Se puede reconocer que es una película suya por los temas que siempre le preocupan, como el misticismo, la espiritualidad, el perdón...

Me pregunto siempre si somos capaces de perdonar, para mí esa es la gran pregunta, porque por lo difícil que es lo veo como un milagro. Es muy arduo  y fuerte perdonar, pese al aprendizaje, a la racionalidad, a la lógica, al entender... Hay algo tan primario, tan primitivo... De eso va la película, del milagro del perdón, creo que es toda una alegoría para tocar ese tema.

Luego presenta otros elementos simbólicos, como la fragilidad y fortaleza del hielo, lo de vivir en temperaturas extremas...

Es que es como un prisma. Son personajes que se mueven en una densidad, en ese ambiente, en esa naturaleza tan pesada, y por eso necesitan salirse y encuentran su modo de elevarse de varias maneras: hay unos que se elevan con el halcón, otros con la búsqueda, con la investigación, o como Nana con su modo de enfrentar la vida a través de la sanación... Y otros no, que son los que se decantan por vivir sin más cuestionamiento.

¿Se considera una persona espiritual?

Me encantaría serlo (sonríe) Me inclino más hacia el dicho: «Dios no existe, vamos a inventarlo»... Sin embargo, trato de ser espiritual...

¿Hacer esta película fue parte de ese intento?

En lo que creo es en la creatividad, en lo que somos capaces de imaginar para hacerlo realidad. Esa es mi religión. Dios es el mejor personaje que jamás ha existido, por eso me gusta la frase de «vamos a inventarlo», es que de verdad lo necesitamos.

El lejanísimo parentesco en tercer grado con el (Vargas) Llosa ganador del Nobel de Literatura en 2010 siempre hace que Claudia una y otra vez aclare que no son parientes cercanos, aunque por cosas de la vida, las letras fueron su primera pasión. Su inclinación hacia el audiovisual le vendría con el tiempo, o más bien a través de su fascinación –casi adicción– por la televisión, pero durante sus estudios de Ciencias de la Comunicación nunca se planteó seriamente dedicarse a la realización cinematográfica. Una cadena de casualidades le hizo tomar asiento en la silla del director, llamando la atención con “Madeinusa” (en 2005), para luego lograr una nominación al Oscar en el renglón Mejor Película extranjera con “La Teta asustada”.

Ambas cintas, rodadas en Perú y con, en aquel entonces, la no profesional Magaly Solier en el papel protagónico, marcan muchas diferencias con “No llores, vuela”, aunque la estética, así como los temas recurrentes de Claudia Llosa estén presentes en esta producción.

¿Qué vio en cada uno de los actores principales de “No llores, vuela” para hacerle pensar que eran los mejores para asumir esos roles?

Creo que el halcón a nivel de imagen era importante para mí para sentir la energía de aquellos con los que quería trabajar. Todos tienen un físico muy energético, que es algo que no se puede describir con palabras. Jennifer posee un poderío y una capacidad de ir de lo efímero a lo terrenal, como columpiándose; además, tiene la fortaleza física de un halcón. Es una mujer muy bella, con un enigma en la mirada. Cillian es casi igual a Jennifer: belleza contrastada con fortaleza, lo impredecible que es a nivel actoral, tal como la naturaleza. Además, Cillian es muy libre y muy sereno al mismo tiempo. Mélanie, aunque está más alejada del mundo de los halcones, tiene ese brillo natural, esa cosa mágica de estar allí sin ningún esfuerzo, de entregarlo todo desde la sutileza. En todos los sentidos fue un aprendizaje enorme el trabajo con ellos.

Sus actores le tienen en alta estima. La consideran toda una artista, una gran directora...

(Se sonríe) Son muy generosos. Creo que por eso me emocioné tanto el día del estreno, y eso que ya habíamos visto la película... (reflexiona buscando las palabras). A veces, da tanto miedo entregarse con todo el corazón, que cuando lo haces y recibes más que amor, casi te rebasas de emoción. Son más generosos ellos conmigo que yo hacia ellos, porque han creído en mí, en este proyecto tan personal, tan distinto, con temáticas tan complicadas. Se han entregado, y lo agradezco. Esta experiencia ha sido una de las más importantes de mi vida a nivel profesional. No puedo explicar lo feliz que me hizo mientras rodábamos.

¿Qué tan autocrítica es al ver su trabajo?

Soy muy autocrítica. Es muy duro, muy duro... (reflexiona). Uno es consciente de lo difícil que es hacer cine, y yo más, que estoy aprendiendo todavía. No es que me guste la perfección en el cine, pero sí las películas que impacten, que se queden en mi piel. Obviamente, cuando veo las mías y detecto los errores, veo esas cosas que podrían haber estado mejor, entonces lo que quiero es mejorar... Sin embargo, sé que se trata de un proceso y que hay que aprender a vivir con el aprendizaje, y no exigirse tanto.

“La Teta asustada” también fue seleccionada en la competición del Festival de Berlín ganando el Oso de Oro. En su vida han pasado tantas cosas que podemos imaginar que se planteó vivir esta segunda vez en la competición de forma más madura, más consciente. ¿Qué diferencias ha habido en esas dos experiencias?

Han sido muy iguales y muy distintas al mismo tiempo. Uno quiere ser maduro, se impone a sí mismo tratar de distanciarse. Yo nunca me imaginé soltar esas lágrimas al presentar la película, y de repente cuando subí al escenario no pude más, la emoción me ganó (sonríe) Entonces, no puedo saber lo que siento, ni lo que sentiré mañana. Lo único que sé es que estoy feliz de haberlo compartido con tanta gente que me quiere y que me ha ayudado a hacer esta película.