Bitor ALONSO
Bilbao BBK Live

BILBAO BBK LIVE, UN FESTIVAL QUE VA MÁS ALLÁ DEL CONCIERTO DE MUSE

EL FESTIVAL SE DESPIDE HASTA EL AñO QUE VIENE CON MUSE COMO CLARO PROTAGONISTA. SU NOMBRE HA SONADO EN CASI TODAS LAS CONVERSACIONES DESDE EL COMIENZO DEL BILBAO BBK LIVE. DE HECHO, HA SIDO UNA DE LAS PRINCIPALES RAZONES PARA QUE EL FESTIVAL HAYA COLGADO EL CARTEL DE «NO HAY ENTRADAS» TODOS LOS DÍAS.

Los organizadores lo venían advirtiendo. Pedían encarecidamente que la gente fuera subiendo a Kobetamendi de manera escalonada para evitar tumultos y prisas de última hora. «Es imposible subir a 43.000 personas a la misma hora al monte. Somos de Bilbao, pero los autobuses solo pueden subir a 54 cada vez«. Ese fue el mensaje en las redes sociales con el que medio en broma rogaban que la gente fuera subiendo con tiempo.

Algunos les hicieron caso y para la apertura de puertas ya había una larga cola para entrar. Una espera cuyo panorama no tenía nada que ver con lo visto en días anteriores. Por ejemplo, no había corrillos de gente bebiendo. Esos se formaron después, a medida que llegaban los rezagados.

Entre los más madrugadores la prioridad no era la de sentarse a beber y charlar. Bastante tenía cada cual con guardar su sitio en la cola y silbar a cualquier despistado que intentará pasar sin esperar su turno. La caza del que se colaba se convirtió en un juego para matar el tiempo hasta que abrieran las puertas.

Entre los que esperaban destacó un elemento común: la camiseta de Muse. Mejor dicho, las camisetas de Muse. En un breve vistazo uno podía repasar todos los modelos que la banda británica ha sacado al mercado. Y son unas cuantas.

Así llegaba la apertura de puertas para el día “D” del festival. Mirando de reojo el cielo gris por miedo a la lluvia, cada cual se fue a hacer lo que mejor le pareció. Unos optaron por los stands de merchandising donde jugar a ser una estrella del rock en un escenario de broma o por cantar en un karaoke organizado por una marca de patatas y otros se fueron a comprar una camiseta. Tampoco hay que ser un lince para saber qué camiseta era la que más se iba a vender. Más de uno salió del stand con su nueva adquisición. En efecto. Una camiseta de Muse.

Pocos optaron por quedarse a ver los primeros conciertos de la tarde. La carpa estaba casi vacía durante el concierto de Munik y en el escenario donde tocaban los bilbaínos Señores había poca gente. A pesar de ello el cantante de esta banda indie de Bilbo quiso agradecer a los que acudieron. A los que se acercaron «tras dos días muy duros», señaló. Efectivamente, parece que las jornadas anteriores pesaban.

Corre, canta, salta

Pero quien ganó la batalla contra la pereza y subió a Kobetamendi a tiempo tuvo la suerte de llevarse el premio gordo. Al comienzo de la tarde actuaron Vintage Trouble, banda de California cuyos integrantes aparecieron vestidos como si hubieran compartido bar y escenario con Robert Johnson. Traje, gorro y lazo sureño para un grupo que puso a bailar a todos con un sonido que oscila entre el blues y el rock retro.

Desde el primer minuto el cantante no paró quieto. Ejemplo de ello la canción “Run like a river”. La canción dura unos cuatro minutos. Pues bien, al cantante le dio tiempo de poner al público a hacer la ola, correr de un lado a otro, bajar del escenario, darse un paseíllo entre los que asistían al espectáculo, cantar subido a una barandilla y volver al escenario llevado en volandas por el público. Y todo esto sin parar de cantar. Lo dicho: si alguien se hubiera preocupado de ponerle un podómetro, este señor hubiera batido algún récord de distancia recorrida en una hora escasa.

Un concierto intenso tras el cual se vio algo poco habitual en este tipo de festivales: todos los integrantes del grupo se bajaron del escenario para caminar entre el público, saludar y firmar camisetas.

Toda una experiencia que dejó al público con las pulsaciones disparadas y camino, en su gran mayoría, al concierto de The Cat Empire. Esta banda australiana se movió bailables sonidos ska, jazz, funk y rock. Una opción interesante junto a otras que también congregaron a un nutrido grupo de gente como los indies irlandeses Kodaline u otros que actuaban en escenarios más pequeños como los apreciados Neuman. Y es que en esta edición son muchos los que no han desperdiciado la oportunidad de acercarse a los pequeños escenarios a conocer nuevas propuestas.

Al cierre de esta edición todavía eran muchos los que esperaban los momentos cumbre del festival. Uno de ellos, el concierto de Of Monsters and Men. Su música suena mucho y han sido pocas las oportunidades de verlos en directo. El otro, el momento. Con mayúsculas. Y es que, sin haberse subido al escenario, Muse ya ha sido el tema durante estos días. Todo hace pensar que por una buena razón. Mañana daremos buena cuenta de ello.

Llenos, nostalgia y dudas sobre quién era el cabeza de cartel

B.A. |

Las miradas, por lo menos en el cartel oficial, estaban puestas sobre ellos. The Jesus and Mary Chain venían a Kobetamendi para rememorar las tres décadas de su disco “Psychocandy”. Trabajo a desarrollar en calidad de cabeza de cartel en una segunda jornada con todas las entradas vendidas.

Pero el ejercicio de nostalgia y salto generacional fue, al parecer, demasiado grande para muchos de los asistentes. Los más jóvenes aprovecharon la inusual hora para un cabeza de cartel (21.45) para ir a cenar o seguir bebiendo, y la media de edad del público subió bastante. Esto provocó que entre el público hubiera demasiados huecos. Por eso, a pesar de la impecable ejecución del concierto, quedaba esa extraña sensación de estar ante un “casi cabeza de cartel”. Eso sí, a medida que iba oscureciendo, la gente se fue acercando cada vez más al escenario.

La estampa fue muy distinta en otros conciertos como el de Alt-J o Ben Harper & The Innocennt Criminals. Este último, ya de noche cerrada, volvió a Bilbo y convenció a la multitud que se acercó a verle. Bueno, a los que acercaron y a los que, aprovechando el tono cálido de muchas de las canciones, optaron por ver el concierto tirados a la bartola en las campas de alrededor.

Pero si un espacio de Kobetamendi se llena a diario, ese es el de la carpa, a pesar de ser cerrada y donde el calor suele acumularse. Ya de madrugada la gente seguía con ganas de lío en el concierto de Arizona Baby.

Poco antes allí había tocado Zea Mays. Los bilbaínos sabían que tenían el tiempo justo para demostrarlo todo. Por eso, desde el primer minuto, impusieron un ritmo frenético para poder repasar todo lo que han hecho hasta ahora. Se lanzaron. Tocaron canciones nuevas, viejas y hasta versiones. No querían dejar nada fuera. Ante esa actitud el público respondió sin parar de saltar durante casi todo el concierto. Al finalizar el concierto Aiora Renteria dijo que fue un placer tocar allí. Escucharlos también.