María SUÁREZ
LA GRAN BRETAñA POSTBREXIT

Luz verde de Gran Bretaña a la apuesta total por el fracking

El gobierno de Theresa May sienta un precedente permitiendo la extracción de gas pizarra en Linconshire, el mayor proyecto de fracking en Gran Bretaña, en una decisión que echa por tierra la autonomía de las autoridades locales que habían denegado la licencia. Los ecologistas denuncian un ataque a la democracia-

El fracking regresa a la fuerza a Gran Bretaña. No es que el país haya abandonado esta técnica, que comenzó a practicarse en el territorio en los años ochenta en pozos de gas y petróleo, pero desde hacía cinco años la fractura hidráulica no se utilizaba después de su prohibición en 2011 durante un año por motivos de seguridad.

Recientemente, el gobierno de Theresa May ha materializado lo que hasta ahora habían sido palabras e intenciones, dando luz verde en el condado de Linconshire al mayor proyecto de fractura hidráulica en Gran Bretaña que permitirá la extracción del gas pizarra con la técnica poco común del fracking horizontal, mediante la cual se perfora, además de verticalmente, de manera horizontal (puede prolongarse hasta un kilómetro de extensión) con lo que se aprovecha más superficie que solamente con la perforación de arriba a abajo.

La polémica decisión del gobierno va en contra de las autoridades locales, que el año pasado habían adoptado la decisión de denegar el permiso de extracción de gas por medio de esta técnica por el impacto visual y auditivo «inaceptable» que iba a acarrear para la población.

Sin embargo, la ley en Gran Bretaña otorga la última palabra en esta materia al Ministerio de Energía e Industria y por ello, Cuadrilla, la empresa encargada del proyecto, había recurrido con la esperanza – o, quizá más bien, la seguridad– de contar con el aval del Ejecutivo, como finalmente ha ocurrido.

La decisión tiene una doble vertiente, política y medioambiental. Asociaciones ecologistas como Greenpeace, Friends of the Earth (Amigos de la Tierra) y organizaciones locales reunidas bajo la organización Frack Off se muestran indignadas por lo que consideran un «atentado a la democracia» y un peligroso precedente.

En este sentido, desde la Asociación de Gobiernos Locales se exige que «las comunidades locales sean las que decidan si permiten o no este tipo de técnicas» y se denuncia que «el gobierno no está atendiendo a las preocupaciones de los vecinos sobre su propia seguridad».

El secretario de estado para las Comunidades y Gobierno Local Sajid Javid (antiguo ministro de Industria con David Cameron) argumenta la decisión alegando que hasta 64.000 empleos dependen directa o indirectamente del fracking. Asimismo, se pretende reducir la dependencia de las importaciones en energía. Mediante el fracking se aporta una nueva fuente de energía doméstica que hará que Gran Bretaña pueda autoabastecerse, «reducirá nuestra dependencia del exterior», aseguraba Sajid Javid.

El gobierno de Theresa May también se pronunció de manera similar en torno a la energía nuclear, cuando el mes pasado dio luz verde a la construcción de Hinkley Point C, la primera planta nuclear que se construye en el país en veinte años, que se espera que satisfaga el 7% de la demanda doméstica de energía eléctrica.

La otra parte satisfecha es la empresa Cuadrilla, encargada de las prospecciones y de la extracción del gas, que se mostraba confiada con la decisión. Su presidente, Francis Egan, asegura que se ha evaluado todo el impacto posible (ruido, tráfico, agua, emisiones etcétera) y tras estudiarlo exhaustivamente, la Agencia Británica de Medioambiente se ha mostrado de acuerdo con ello. La compañía espera iniciar la extracción del gas a finales de 2017 en los cuatro pozos del distrito de Flyde para los que ha recibido la autorización.

«Esto no ha acabado»

Pero la opinión de la población de la zona es muy diferente. Los grupos ecologistas llevan años advirtiendo de los riesgos que el fracking acarrea: contaminación de agua, riesgo químico de los aditivos, contaminación del aire, terremotos, efecto invernadero y ocupación de terreno, entre otros. Desde la asociación vecinal de la zona afectada Preston New Road Action Group se niegan a resignarse y aceptar la decisión. Su portavoz Pat Davis advierte de que «esto no es el final. Vamos a retar al gobierno». De hecho, existe la posibilidad de que la decisión sea paralizada o incluso revocada si se pide una revisión judicial y se prueba que la decisión fue tomada de manera ilegal, aunque es un proceso costoso.

Casualidad o no, la decisión del gobierno de Theresa May llega justo cuando se ratificaban los acuerdos de la Cumbre de París contra el cambio climático, donde se adquirió el compromiso de apostar por las energías renovables.

Friends of the Earth recuerda que «el fracking va en contra de todo lo que tenemos que hacer para combatir el cambio climático» y que «el gobierno debe poner fin a su fijación con los combustibles fósiles y centrarse en el aprovechamiento de la enorme fuente de energía renovable».

A diferencia que en otros territorios, donde la polémica del fracking se ha encendido en los últimos años, en Gran Bretaña la historia cuenta con varios capítulos. En 2011 el fracking fue prohibido en todo el territorio después de que se probara que había sido la causa de algunos terremotos de pequeña magnitud en la zona de Blackpool, al noroeste de Inglaterra.

La prohibición se levantó en 2012. El gobierno de David Cameron se propuso la tarea de aprovechar todo lo posible el gas pizarra del subsuelo para impulsar la economía británica, el empleo y la seguridad energética. Y el gobierno actual continúa con el afán rentabilizador. Una de las primeras tareas de Theresa May tras asumir su cargo como primera ministra fue la de permitir que los propietarios de las viviendas cercanas a los pozos de fractura hidráulica fueran compensados económicamente por las compañías «con el fin de que las comunidades locales puedan ser parte de las ganancias obtenidas por las empresas que practican el fracking».

En la zona hay otro proyecto pendiente de aprobación –Roseacre Wood– sobre el que de momento el gobierno no ha decidido debido al impacto medioambiental que se sospecha podría acarrear, pero los vecinos ya temen una decisión similar a medio-corto plazo.

Seis yacimientos activos

En la actualidad, según la asociación Frack Off, existen seis yacimientos activos en toda Gran Bretaña donde en estos momentos se extrae gas pizarra por medio del fracking. Además hay más de una docena de pozos inactivos en fase de exploración o a la espera de licencias. La Organización Geológica Británica estima que el subsuelo del norte de Inglaterra esconde casi 37 billones de metros cúbicos de gas pizarra, cuando el consumo total anual en el territorio no llega a un billón.

A pesar de que la ley otorga poder último al Ejecutivo en cuanto a la concesión de licencias sobre el fracking, Theresa May no debería contar con demasiada facilidad a la hora de presentar políticas de esta índole en el Parlamento de Westminster, ya que el Partido Laborista, el Partido Verde y los Liberal Demócratas defienden la prohibición de esta técnica.

 

Primer buque gasero con gas esquisto llega a Escocia, y podría ser de los últimos

A pesar de ser impopular y climáticamente muy contaminante, el gobierno de gran Bretaña apoya «100%» el fracking mientras socava las más limpias y populares energías renovables. Con el argumento de que así salvará su industria manufacturera, creará riqueza y miles de puestos de trabajo en las comunidades donde se perforen los pozos y que hará que Gran Bretaña no sea energéticamente dependiente de regímenes dictatoriales, pretende pasar el rodillo y saltarse los posicionamientos de las comunidades locales y la moratoria decretada por el gobierno de Escocia.

Los 27.500 metros cúbicos de metano importados hasta la planta de Grandemouth, Escocia, por Ineos, gigante petroquímico del multimillonario Jim Ratcliffe, fueron extraidos en Pennsylvania, donde el fracking vive un auténtico «boom». Los defensores de esta polémica técnica informaron que con estas importaciones reemplazaría el declive en el suministro desde las reservas de petróleo del Mar Norte.

El magnate Ratcliffe declaró sentirse orgulloso de ser testigo de «un gran día» que, casualmente, llegaba el día después de que los laboristas anunciaron en boca de su ministro de Energía en la sombra, Barry Gardiner, que «si ganamos las elecciones prohibiremos el fracking». Por tanto, podría ocurrir que el primero de los buques gaseros con gas de pizarra que atracó en puertos escoceses, fuera uno de los últimos.

Por otra parte, la compañía Ineos no ocultó la intención de ser, además de el primer importador de gas pizarra desde EEUU, que produce bastante más de lo que necesita, el número uno del fracking en Gran Bretaña si se legaliza a todos los efectos. A este respecto, cabe recordar que movió en 2010 su sede a Suiza, con el agravio consiguiente para las fiscalidad británica, y que aun y todo fue agraciada con 21 nuevas licencias hace meses. De hecho, a filtrado que podría reexaminar la vuelta de su sede al Reino Unido a cambio de garantías para sus actividades de fracking.

No obstante, la obtención de nuevos permisos es un proceso lento e Ineos sigue en el ojo del huracán. Promete dinero e espuertas a las comunidades locales, mover su sede social, pero no las tiene todas consigo.GARA