Beñat ZALDUA
LA REMUNICIPALIZACIÓN DE SERVICIOS PRIVATIZADOS (Y II)

DE OSLO Y HAMBURGO A GRENOBLE, TRES CASOS DE REMUNICIPALIZACIÓN

Una empresa pública de energía con 100.000 clientes, una gestión del ciclo del agua que incluye un control ciudadano y una desprivatización de la gestión de residuos que ha permitido acabar con jornadas de 16 horas. Son tres ejemplos de remunicipalizaciones.

En el paquete de 835 remunicipalizaciones recogidas en el libro “Reclamar servicios públicos”, editado por el Transnational Institute (TNI) hay casos de todos los colores. Hay ejemplos en los que un Gobierno municipal ha rescindido directamente un contrato y asumido servicios previamente privatizados. En otros casos ha aprovechado el fin del contrato para recuperar la gestión pública. Pero también hay ejemplos en los que la institución local ha municipalizado un servicio que siempre había estado en manos privadas, o casos en los que una empresa municipal entra a competir con las privadas ya existentes.

Con la idea de concretar en la medida de lo posible algunas de las abstracciones –quizá demasiadas– recogidas en la primera parte de esta serie publicada ayer, se recogen a continuación con mayor detalle tres ejemplos clarificadores a la hora de hablar de la ola de remunicipalizaciones.

El doble caso de hamburgo

Con un total de 347, Alemania está al frente del listado de remunicipalizaciones del TNI. De ellas, 284 tienen que ver con el sector de la energía, a la que están vinculadas la mayoría de las 900 empresas públicas locales existentes en el país. Según el investigador Sören Becker, no es casualidad que así sea, ya que existen cinco razones que hacen del país germano el idóneo para generar una dinámica de estas características. En primer lugar, Becker destaca que «hay una fuerte tradición de servicios públicos locales» en Alemania, a lo que se suma, en segundo lugar, un discurso ampliamente aceptado en todos los estamentos sobre la necesidad de una transición energética –la Energiewende está encima de la mesa desde 1998–. En tercer lugar destaca el desapego hacia los operadores privados –llamados los «Cuatro Grandes» en Alemania– y en cuarto, el final de numerosos contratos de concesión en todo el país –en dos tercios de los casos estudiados en Alemania se aprovechó el final de un contrato para recuperar la gestión–. Por último, las mínimas tasas de interés en los créditos comunales han facilitado mucho la financiación de iniciativas municipales.

En el caso de Hamburgo, ciudad de 1,8 millones de habitantes en el norte del país, se observan dos procesos radicalmente diferentes. Por un lado, en 2009, el Gobierno de coalición entre conservadores y verdes creó la empresa pública Hamburg Energie, con el objetivo de construir instalaciones de generación de energía renovable y venderla. Entró, por tanto, en competencia directa con los operadores privados, y lo hizo con éxito: en cinco años 100.000 personas consumían ya energía local y renovable en el que es considerado un modelo a seguir en el camino de la transición energética.

Sin embargo, la recuperación de las redes de energía (electricidad, calefacción urbana y gas) fue bastante más complicada. En 2011, las concesiones a operadores privados se estaban acabando, por lo que la remunicipalización se puso encima de la mesa. El Gobierno, entonces en manos de los socialdemócratas, no apostó por ello, por lo que fue la movilización ciudadana la que impulsó el referéndum que finalmente se celebró en setiembre de 2013. Aunque de forma ajustada, el «Sí» a la remunicipalización ganó con el 50,9% de los votos, por lo que en 2014 la red eléctrica volvió a manos públicas. La red de distribución de gas lo hará entre este año y 2018.

Grenoble, del agua a la energía

En Francia es el agua el principal trampolín hacia las remunicipalizaciones, debido a las privatizaciones masivas ocurridas a lo largo de los 80 en el sector. Tanto pequeños municipios como grandes ciudades (París, Montpellier, Niza, Grenoble, Rennes) han recuperado el control sobre el agua en los últimos años, en una dinámica que, más allá de la reacción ante el abuso de las compañías privadas, «ha sido impulsada, desde el principio, por una preocupación por la sostenibilidad ecológica, la democracia y la justicia social», según el investigador Olivier Petitjean. Pone como ejemplo las formas de gestión democrática implementadas, así como la participación ciudadana fomentada a través de los diversos Observatorios del Agua.

Aunque el caso de París, que redujo la tarifa del agua en un 40%, es el más significativo, son ciudades menores como Grenoble (160.000 habitantes), las que ejercen de tractoras. Esta ciudad de los Alpes fue pionera a la hora de remunicipalizar el agua en el año 2000 y ahora está en plena batalla por conseguir el control del suministro energético. Para ello debe adquirir las acciones vendidas en su día a la multinacional Suez (ahora Angie), que hace todo lo posible para impedirlo. Junto a ello, Grenoble también está siendo pionera en la gestión de los comedores escolares municipales, en los que aspira a ofrecer comida 100% ecológica y local gracias al trabajo en común con los agricultores de la región. Y es que el sureste de Francia es referencia en cuanto a las remunicipalizaciones. Por poner otros dos ejemplos, en Briançon el Ayuntamiento ha rescindido el contrato de gestión de residuos con Veolia, con el objetivo de reducir sus residuos. En Niza, pese a estar gobernada por la derecha, el Ayuntamiento ha remunicipalizado nada menos que el agua, el transporte público, los comedores escolares, un mercado y un festival de cultura.

Oslo y la cooperación tripartita

Casi extraña encontrar en el listado a Noruega, que mantiene 100% en manos públicas sectores como el agua y el servicio postal, y en un 80% el sector energético. Sin embargo, a finales de los 80 y principios de los 90, sí hubo una ola de pequeñas privatizaciones en sectores como la gestión de residuos, el cuidado de ancianos o los jardines de infancia, competencias que en el país nórdico quedan en manos de los municipios.

En la última década son numerosos los ejemplos en sentido contrario, empezando por la propia Oslo, que ya ha devuelto a manos públicas todos los jardines de infancia de nueva construcción y la gestión de residuos, después de recibir numerosas quejas de vecinos y comprobar que la empresa concesionaria –Veireno, hoy en bancarrota– obligaba a jornadas de hasta 90 horas a algunos de los empleados. Sus 170 trabajadores son a día de hoy empleados municipales, con condiciones mucho mejores.

En el caso noruego ha sido clave la llamada «cooperación tripartita» entre sindicatos, instituciones locales y partidos políticos, que han establecido programas y marcos de colaboración que han conseguido revertir antiguas privatizaciones y evitar nuevas, mediante una mejora de la eficiencia de los servicios públicos.