Bel Olid
Escritora

¿Quién teme a las palabras?

No es casual que el frente de ataque más salvaje contra las libertades civiles en Cataluña haya sido la libertad de expresión. Páginas web eliminadas, prohibición de anuncios y denuncias a periodistas, pero también otras medidas que son, si cabe, todavía más desmesuradas. El argumento del Gobierno español para prohibir que se publicite el referéndum, e incluso que se hable de él, es que es ilegal. Es un argumento discutible, pero tiene su lógica.

Sin embargo, en los últimos días se han intervenido las cuentas de entidades culturales, como la ILC (Institució de les Lletres Catalanes) o las mismas bibliotecas públicas. Se han bloqueado los presupuestos previstos para actividades culturales de promoción de la lengua y la literatura catalanas que hace meses que estaban previstas y que no tienen nada que ver con el referéndum. A pesar de que los responsables han pedido explicaciones, no ha llegado ninguna.

Los que hemos crecido como la primera generación de catalanes escolarizados en catalán después de la dictadura estamos atónitos ante esta criminalización de nuestra lengua y nuestra literatura. Es sabido que lo primero que hace un régimen autoritario es intentar callar a sus contrarios, pero, ¿cómo justifica el Gobierno español no solo saltarse a la torera (con todas las connotaciones testosterónicas de la expresión) el mandato de la sagrada constitución de proteger y promover todas las lenguas del estado, sino llegar a trabajar activamente para ahogar a una de ellas?

Los que escribimos en lenguas que no son el castellano estamos acostumbrados a no ser tenidos en cuenta por el Instituto Cervantes, a no recibir apoyo alguno del estado, a estar silenciados. Que ahora quieran hundir el apoyo que hemos encontrado en la ILC (fundada a instancias de los escritores catalanes durante la Guerra Civil) o las bibliotecas (refugio de todos) es un paso más que no esperábamos. Sabemos que temen a las palabras pero, ¿realmente creen que así van a callarnos?