Miren LACALLE
IRUÑEA
Entrevue
CARLOS EGIA
ESCRITOR

«Quiero pensar que este de hoy es también un Bilbao verdadero»

El autor bilbaino acaba de publicar «El sacrificio de los peces» (Txertoa), una historia ambientada en el Bilbo de la posguerra en la que la ciudad, sus muelles y barrios, son algo más que el escenario de una novela tan dura como tierna. Se trata de la primera novela de Egia, un autor bien curtido en el relato.

En “El sacrificio de los peces” el Bilbo de posguerra comparte protagonismo con Miguel y Bego, dos niños que a través de su mirada inocente y sincera retratan una época convulsa y triste, de imposición, hambre, humillación de los vencidos, en la que la vida y el morral se ganaban con estraperlo, imaginación y una solidaridad doméstica y clandestina. Esta es la primera novela publicada por Carlos Egia, escritor curtido ya en los relatos breves (fue ganador, por ejemplo, del premio Bruma Negra).

Esta es su primera novela y es, curiosamente, en parte también una novela de iniciación. ¿Es una casualidad?

Probablemente, aunque no es, exactamente, mi primera novela. En todo caso, sí tiene un claro componente de iniciación, la que sufre todo adolescente que se enfrenta a un mundo nuevo, desconocido y peligroso, y lo hace, además, solo y con la inocencia como única arma.

Es cierto que usted lleva toda una vida escribiendo, pero ¿por qué se decide ahora a publicar, qué circunstancias se han dado?

Creo que se han dado dos circunstancias básicas, que son (y no sé si en este orden o al revés) la oportunidad de escribir y la necesidad de hacerlo. He pasado mucho tiempo ocupado en otras cosas y, poco a poco, iba sintiendo cada vez más la presión, la urgencia también, de volver a escribir. Por último, he tenido la suerte de que alguien (el binomio Elkar-Txertoa) se haya fijado en mi trabajo y me haya dado la oportunidad de publicar, que no es poco.

La novela se sitúa en una época y un lugar muy concretos, el Bilbo de posguerra y escenarios más o menos marginales (los muelles, los ambientes de estraperlo, etc.). ¿Cómo conoció todas esas historias y por qué le atrajeron?

En la novela se mezclan tres tipos de historias: las escuchadas, las vividas en primera persona y las inventadas. Todas ellas, lógicamente, adaptadas a una época y a un escenario muy concreto, el Bilbao de la inmediata posguerra, el Bilbao del hambre y la enfermedad, malherido pero vivo todavía. Creo que lo que me atrae de esa situación es su crudeza, su dramatismo, y también su fuerza y su vitalidad. Fue un momento crítico. La ciudad, y sus gentes, tuvieron que empezar de nuevo, y para eso valía todo, o casi todo.

¿Queda algo de ese Bilbo?

Creo que muy poco, o al menos así lo veo yo. Queda el recuerdo y, supongo, también el carácter que debería resultar de lo aprendido, pero es todo muy distinto. Me gustaría pensar que este de hoy es también un Bilbao verdadero que sabe dónde está el mar, el camino, pero no estoy del todo seguro.

Son historias duras pero que de alguna manera dulcifica con la mirada infantil de Miguel, ¿lo hace conscientemente?

Creo que pensé que la mejor forma de expresar las verdaderas consecuencias que para nosotros tuvo la guerra, y lo que vino después, era a través de la mirada inocente de un niño. Y la más sincera.

Es también una novela de personajes en diferentes planos, los personajes principales de Miguel y Bego están al frente, pero el resto, los «secundarios», tienen también mucha presencia…

Es una novela de personajes, es cierto. Me gusta pensar que todos, incluso el que menos presencia pueda tener en la historia, tienen una personalidad definida y clara; tienen su carácter y son reconocibles. Además, son como las historias: algunos tienen un referente real, otros son más tipos que todos conocemos y, por último, hay personajes que solo son producto de mi imaginación, como Miguel, Tomás y Bego, el trío protagonista.

Y están los personajes ausentes, los padres de Miguel. ¿Quería contar de alguna manera su historia, y la de los perdedores de la guerra, a través de quienes se quedan en Bilbo?

La historia de la familia de Miguel es la de tantos que sufrieron las consecuencias de la guerra. De perder la guerra, además, porque una guerra es un desastre en sí misma, una tragedia de consecuencias incalculables, pero si, además, la pierdes, el sufrimiento se multiplica por cien. No conviene olvidar ese ‘detalle’, ya que lo que vino después fue un escenario de vencedores y vencidos. El padre de Miguel, capitán del ejército vasco, está desaparecido desde la batalla de Sollube. Algunos le dan por muerto. La madre y la hermana pequeña de Miguel han escapado en el vapor Habana, en la última gran evacuación poco antes de la caída de Bilbao. Miguel no sabe exactamente dónde están unas y otro, pero no pierde la esperanza. Él, lo mismo que su abuela, decidió quedarse. Su idea era la recuperar a su padre, pero entretanto se tiene que dedicar a otras cosas, como cuidar de su vecina enferma y hacer todo lo posible por ella y su madre. De alguna forma, es cierto que Miguel es también un homenaje a los que se quedaron, aguantaron y lucharon.

Otro personaje, como hemos comentado antes, es la propia ciudad, parece claro por tanto que estaba claro que la historia la quería ubicar en Bilbao…

Bilbao es un personaje de la novela, de los más importantes, y de la ciudad nacen también otra serie de personajes que se dispersan por la historia y le sirven de sustento, de armazón: la ría, las Siete Calles, Solokoetxe, Zabalbide, el mercado de la Ribera, los puentes destrozados, los muelles, las gabarras, las Cortes, San Francisco, el Arenal y también la estación de San Nikolas, el tren a Plentzia y me atrevería a decir que, incluso, el Sanatorio de Gorliz, al final de la última estación.

Hay una cosa que me ha resultado curiosa y es que en cierto modo el libro tiene también algo de guía de lectura, repasa de algún modo lecturas de adolescencia como Oliver Twist.

Sí, Oliver Twist, la Isla del Tesoro, Pinocho. Miguel se cree en la obligación de orientar a su vecina Bego en cuanto a las lecturas y a lo que se puede obtener de ellas. Bego entiende el mensaje a la primera. Lo importante, siempre, está en la historia. La historia, una buena historia, sobrevive siglos, avances y costumbres, porque sigue sirviendo a las personas para entender la vida.

Por último, aunque no contaremos el final, ¿se puede decir que un aspecto fundamental en la novela es la fantasía o la evocación como manera de escapar o combatir la realidad?

Es una forma de hacer frente a la realidad. Miguel la utiliza, se sirve de ella, pero lo que no diremos es quién controla a quién. Lo dejaremos a criterio del lector.