Iñaki IRIONDO

No vivimos en el mismo país

Cuando al consejero de Salud, Jon Darpón, le preguntaron por el colapso en los servicios sanitarios en las últimas semanas, podía haber optado por una respuesta comunicativa medianamente inteligente de compensación de daños, reconociendo en parte la deficiencia, pidiendo disculpas a quienes han padecido esperas desesperantes (de hasta siete horas, según testimonios) y prometiendo hacer un análisis de lo ocurrido para mejorar en el futuro. Y aunque todo ello no hubiera sido más que un ejercicio de cinismo, al menos no habría herido a nadie.

Por contra, el gobernante eligió negar la realidad e insultar nuestra inteligencia al comparar el acceso a un servicio sanitario con los padecimientos que él mismo sufre en navidades al tener que aguardar más para tomar un café o para comprar unos regalos, y demostró no querer saber que las colas en el fútbol o en el cine, por largas que sea, avanzan mucho más rápido que las llamadas en Urgencias para seguir la línea azul, la verde o la negra que te lleve a donde por fin vean qué te pasa.

Dice además el consejero que en estas últimas semanas «se ha atendido con total normalidad». Eso podía ser entendido inicialmente como un síntoma de autocrítica, puesto que por experiencia personal sé que en cualquier otra época del año es normal tener que esperar tres horas en Urgencias por un traumatismo propio o familiar, e incluso tener en una camilla en el pasillo a una mujer de 77 años que llega grave desde otro hospital en una ambulancia medicalizada. Pero como después Jon Darpón aseguró estar «francamente satisfecho» de cómo han funcionado las cosas, y no tengo al consejero por un ser depravado, tiendo a pensar que él y yo no vivimos en el mismo país.

En lo que tiene razón es en felicitar a los profesionales de Osakidetza, porque muchos de ellos y de ellas suplen con su esfuerzo las carencias del sistema.

En todo caso, no se preocupe; está entendido. Ya haremos acopio de medicinas por si la nieve nos atrapa en la autopista.