40 aniversario de una obra pionera de la animación
El mes pasado se cumplía el 40 aniversario del estreno mundial de la versión pionera del genio de la animación Ralph Bakshi, y la correspondiente reposición conmemorativa llega por fin a algunas de nuestras salas. La emoción me embarga al recordar las sensaciones que acompañaron entonces al descubrimiento de una forma de hacer cine nunca antes vista, y que a la vez abría la posibilidad de llevar a la gran pantalla la obra de Tolkien, a pesar del escepticismo generalizado de la industria. Sin el gran y accidentado paso de gigante que dio Bakshi jamás Peter Jackson podría haber completado su reciente trilogía. El proyecto siempre le perteneció al animador estadounidense nacido en Haifa, y lo concibió originalmente a finales de los años 50, cuando trabajaba como dibujante para Terrytoons. Disney compró los derechos, pasando por las manos de Stanley Kubrick, que en 1967 quiso a los Beatles como protagonistas, y las de un John Boorman que pretendió hacer demasiadas alteraciones con respecto al original. Por eso Bakshi prometió a Priscilla, la hija del autor fallecido en 1973, que sería fiel a la magna creación de su padre.
La fidelidad no se le puede negar, pero el proyecto consistente en dos largometrajes quedó inconcluso, con lo que esta primera y única película solo logró abarcar “La comunidad del anillo” y buena parte de “Las dos torres”. Aún así las soluciones narrativas fueron admirables, y no digamos ya las técnicas, gracias al desarrollo del rotoscopio, con imágenes reales rodadas en castillos de Cuenca y Segovia, para después pintar directamente sobre el celuloide.
Los dibujos del story board ya son antológicos en sí mismos, y estaban inspirados por el estilo del ilustrador medievalista Howard Pyle y el paisajista realista Andrew Wyeth. La oscurantista e impactante secuencia de la batalla del Abismo de Helm es un hito fílmico que sigue sin ser superado.