Ramón SOLA
DONOSTIA
Entrevue
TXEMA MATANZAS Y ARANTZA ZULUETA
EXPRISIONEROS VASCOS EN PUERTO-III

«En aislamiento buscan romperte, que te sientas animal, no persona»

Pocas personas conocen mejor que Txema Matanzas y Arantza Zulueta la realidad que ha llevado a la muerte a Xabier Rey. Matanzas compartió módulo con él en Puerto-III y Arantza Zulueta sufrió allí el aislamiento impuesto también al malogrado prisionero de Iruñea. Lo han contado en una entrevista para Info7 Irratia, que será emitida hoy viernes a las 9.20. Es un testimonio basado en vivencias en carne propia, hoy abierta por el dolor de esta pérdida irreparable.

En la tarde del pasado martes 6, según han narrado a Amaia Zurutuza (Info7 Irratia), Matanzas estaba haciendo deporte y Zulueta asistiendo a un acto de EH Bildu, sin sospechar la tragedia que acababa de ocurrir tras esos muros de Puerto-III que tan bien conocen. Casualmente, Txema acababa además de cruzar una llamada telefónica de mera salutación con Patxi, el hermano mellizo de Xabier Rey. Pocos minutos después, el propio Patxi Rey le telefoneó de nuevo, esta vez en shock; el director de la cárcel había llamado a su madre para decirle que Xabier se había quitado la vida. «Mi primera sensación fue de vacío, te quedas hueco –explica Matanzas–. Todavía siento esa frialdad, no he llorado mucho la muerte y sé que me hace falta este proceso de duelo».

«Lo recuerdo muy vital, muy sonriente, parecía que tenía una capacidad absoluta para hacer frente a la cárcel», sigue diciendo su excompañero de módulo. Y el apunte lleva al quid de la cuestión, ¿quién está a salvo de no sucumbir a ese tratamiento tan excepcional y tan prolongado? Zulueta no tuvo tanta relación con Rey dado que compartían cárcel pero no módulo, «tan cerca y tan lejos a la vez». Su recuerdo principal del fallecido consiste en que «cuando yo estaba en aislamiento, los chicos me apoyaban mucho. ‘Antxo’&flexSpace;me escribía y me decía ‘Eutsi Arantza, zurekin gaude, ez zaude bakarrik’. Me acuerdo mucho de aquel ‘eutsi’ y de cómo él no ha podido con esto. Siento mucha rabia e impotencia, y a la vez mucho cariño hacia él y hacia su familia», resume.


«La lucha más dura en la cárcel es demostrar que eres una persona» ENTREVISTA ÍNTEGRA en Info7 irratia
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Zulueta fue excarcelada en febrero pasado tras todo un máster en aislamiento; tres años. Su testimonio abre la puerta a esas galerías de los horrores, a veces de diez celdas y otras veces de cuatro –como fue su caso– en las que «la cuarta es una celda donde amarran a los presos con correas y los tienen ahí horas, días, lo que quieran hasta que ellos consideren que ya está tranquilo, que ha obedecido sus órdenes, que está sumiso...»

«Buenos días»

Las galerías, detalla Zulueta, se completan con un patio de 20 metros por 5, un auténtico callejón «completamente vallado y rejado por arriba», y con «un baño sin puerta». «Siempre son bajos, así que la humedad es muy grande. Tienes limitados los efectos personales, desde cortauñas a cepillo de dientes, cepillo de pelo... En el patio estás completamente sola. Cuando vuelves a la celda te puedes encontrar con que ha habido cacheo y está todo patas arriba. No hay teléfonos, así que para la llamada te sacan a otro sitio en el que estás rodeada de funcionarios. Y el resto del tiempo lo pasas en la celda sin ninguna actividad. Te van dando la comida a través de una rejilla a la altura de la cintura. A esto se añaden tensiones, gritos, eres testigo de maltratos... en fin, todo lo que supone un sitio de castigo».

A los factores objetivos se suman los subjetivos, completando un cuadro de inhumanidad extrema: «Lo que más mella te hace es que no puedes compartir nada, no hay risa ni vacile, no tienes un abrazo ni una palabra agradable hasta que una vez a la semana vas al locutorio. Nunca nadie te sonríe siquiera, y estas cosas merman mucho cuando estás solo». La conclusión final de Zulueta sobre el aislamiento es que se trata de «una continua búsqueda de romperte como persona, de que te sientas un animal y no una persona. Así que la pelea más dura en la cárcel a veces es por ser una persona». Y aquí entran tácticas como la de «decirle ‘buenos días’ y ‘buenas noches’ al funcionario que te abre o cierra la puerta, para que vea que eres una persona». Tras pasar esa experiencia, ella se ha sentido muy reflejada en todas esas personas que piden limosna en la calle y que dan los buenos días a quienes pasan, los miren o no: «Es una forma de decirles, ‘no soy un perro que está aquí tumbado’».

Antídotos

La experiencia del aislamiento es menor en el caso de Matanzas, pero sí ha padecido durante una década situaciones como estar solo en el módulo: «Sin compañeros, no tienes con quién compartir una conversación sobre los problemas de tu país, no puedes desahogarte...» Estar en grupos de dos aporta compañía, pero también limita mucho las conversaciones, los enfoques... En Puerto-III llegó finalmente a estar en un grupo de cuatro, pero no es lo habitual, y de hecho eso fue fruto de una conveniencia de la cárcel: «Los cuatro estábamos estudiando en la UNED, y como cada semana tenemos 25-30 minutos de clase, lo hicieron para no tener que juntar entonces a gente de diferentes módulos».

¿Cómo hacer frente a todo ello? ¿A qué aferrarse en un sitio en el que el recurso más habitual es atiborrarse de ansiolíticos? Arantza Zulueta destaca el valor que tuvo para ella el deporte, la gimnasia: «Yo lo llevaba a rajatabla. Y luego, buscar algo que te ilusione, como los estudios». Asumiendo que para quien no lo haya vivido un detalle tan pequeño puede parecer ridículo, cuenta la pequeña satisfacción que sentía al escuchar por los altavoces que a Txema Matanzas o cualquier otro kide lo llamaban a locutorios para la visita. Aunque no los podía ver, «están allí, yo soy parte de ellos», pensaba entonces Zulueta desde su celda.

También Matanzas cree que para afrontar la cárcel es básica «la disciplina, llenar el día». Y añade la importancia absoluta de sentirse preso político, creando un escenario en que en los momentos bajos uno pueda decirse a sí mismo «hoy estoy jodido, pero no podéis conmigo». Algo vital en cárceles como Puerto-III en que muchos funcionarios «son como robots», dicen ambos a una sola voz.

Tras esos muros de Cádiz, Matanzas destaca el esfuerzo continuo por «repolitizarte, algo que no ha sido fácil en los últimos tiempos, y por revalorizarte». Y Zulueta añade el dato de que GARA y ‘‘Berria’’ le llegaban «salteados y con una semana de diferencia, lo que no te permitía seguir la trayectoria de una noticia». Coincide en la necesidad de «reafirmarte continuamente como persona y militante» en un contexto que su contertulio resume como «sin autonomía de maniobra. Los horarios y las pautas las marcan ellos. Al comedor entras en el orden que ellos quieren y te sientas donde te dicen. Todo se basa en el ‘aquí mando yo’ y el ‘porque yo lo digo’. A veces hay presos sociales que se rebelan ante esas situaciones y en Puerto-III en un minuto se planta allí lo que llaman ‘la guardia’, un grupo de 10-12 funcionarios que lo cogen y lo mandan a aislamiento».

Sentirse parte

En este punto de la entrevista, Zulueta pone sobre la mesa de Info7 Irratia que la persona presa necesita «solidaridad y cobertura social. Eso es muy importante. Cartas, visitas... Que se sientan parte de un pueblo y parte de un proyecto». Y Matanzas apostilla: «Y cobertura y apoyo también para los familiares. Si el preso sabe que están arropados y que no les falta de nada, eso les ayuda mucho».

Sus dos casos son representativos también de las penurias que el alejamiento impone a las familias. El padre de Zulueta tiene Alzheimer, y a su madre Arantza tampoco pudo verla por la lejanía, salvo en los traslados a cárceles de Madrid por diligencias judiciales. Matanzas detalla que «mi madre tiene 81 años y mi padre 82, venían con toda la alegría del mundo, pero ves que con el tiempo cada vez se cansan más. Y los niños... el mío tiene ahora ya 14 años y ha estado bajando una temporada a dos cárceles al mes» (su madre, Maite Díaz de Heredia, también estuvo presa en un periodo solapado con el de Txema).

Las últimas palabras van, cómo no, para Xabier Rey. Matanzas lo recordará como el amigo de ajedrez, gimnasia y «desayunos talegueros». Y Zulueta aprovecha para devolver a sus familiares aquel «eutsi» con el que Antxo le insuflaba ánimos a ella en la fase del aislamiento.

 

«Ez, zerua ez da toki guztietan berdina»

Urruntasunaren gainekoa da Xabier Reyren heriotzaren berri latzak eragindako lehen hausnarketa, Iruñeko etxetik mila kilometro baino urrunago hil baita 38 urteko presoa. Senide eta lagunentzat bidaiek dakarten zama handia oso presente dago, baina preso izatearen ikuspuntutik barnean dakarren «deserriratzea» nabarmendu dute Zuluetak zein Matanzasek. Lehenaren hitzetan, okerra da ziega eta patio guztietatik zeru berbera ikusten den ustea: «Ez da horrela, ez da berdina. Kulturalki hain arrotza den inguru batera egokitzeko zailtasunak handiak dira. Hizkuntza bera guztiz ezberdina da. Eta deserriratze horrek kalte egiten dizu azkenean».

Ondorio bera barneratu du Matanzasek, kartzelan bete berri duen hamarkada honetan zehar: «Oharkabean pasatzen da hau, baina hain arrotza zaizun inguru batean egoteak desgaste handia sortzen du; elkarrizketa gaiak beste batzuk dira, musika ere ezberdina, azentua... Sentitzen duzu Euskal Herria eraldatzen ari dela eta zu han gelditzen ari zarela, gero eta urrutiago, gero eta deserriratze handiagoaz». Urruntze horrek funtzionarioen «inpunitatea» ere larriagotzen duela ikasi du; Euskal Herritik gertuago diren espetxeetan ez luketela Puerto-IIIn bezala jokatuko uste du.