Oscar Laborde
Diputado del Parlasur. Director de Ideal CTA
KOLABORAZIOA

La contraofensiva de la derecha

Cuando la jueza Rosa Weber, del Superior Tribunal Federal, pronunció su voto, rechazando el hábeas corpus presentado por la defensa de Lula –que le impedía transitar el juicio en libertad–, se consumaba el golpe de Estado en Brasil y se hería de muerte a la democracia.

Lula fue a la cárcel por un juicio sin pruebas, sin documentos, sin grabaciones, sin fotos, con un solo testigo, Leo Pinheiro que había sido condenado por corrupto, y que con una delación premiada basada en su palabra y nada más consiguió reducir su pena. Un proceso donde se lo acusa por la remodelación de un departamento que nunca habitó, ni siquiera pasó una noche; que nunca estuvo a su nombre, ni de un familiar, ni de un testaferro.

El proceso golpista comenzó con la destitución de Dilma Rousseff y continuó con la aplicación de un ajuste brutal que incluyó una reforma constitucional para congelar el gasto público por 20 años y la aprobación de una reforma laboral que hizo retroceder los derechos de los trabajadores a épocas anteriores a Getulio Vargas. Además, se militarizó Río de Janeiro y se nombró como Ministro de Defensa a un militar, hecho que no ocurría desde la dictadura, para tener preparado al aparato represivo y sofocar cualquier respuesta popular. Ese golpe se terminó de consumar en el momento del voto de la jueza Rosa Weber.

¿Se puede decir que en Brasil hay democracia hoy? ¿En un país donde se destituye a la presidenta y se le impide al candidato con más respaldo popular ir a elecciones, que, sin duda ganaría, y se lo manda a la cárcel? Y no hablamos de la acepción más compleja de la democracia, la participativa, la de representación en los cargos electivos por sector social, la asamblearia, la de la consulta popular vinculante, la del presupuesto participativo y de obligatorio cumplimiento, no. Hablamos de la interpretación más básica. Cada dos años ir con el documento de identidad y votar. Y luego, al que gane se le permita gobernar. Eso, tan elemental ,es lo que se le esta impidiendo al pueblo de Brasil.

El enemigo aprendió. El enemigo, es decir, Estados Unidos y las élites economistas de nuestros país, aprendió cuando le dijimos «No al ALCA», e inmediatamente comenzó con su plan de contraofensiva. Hostigar la integración alcanzada, impulsar nuevos candidatos de una derecha modernizada encarnada en empresarios, y el lawfare, la guerra jurídica. Lo de Brasil es el lawfare en su máxima eficiencia.

El movimiento popular deberá aprender cómo enfrentar esta nueva etapa. Abandonar cierta postura crédula en el sistema y en la democracia burguesa. Comprender que quienes hicieron desaparecer 30.000 compañeros en nuestro país, siempre estarán dispuestos a cualquier cosa. Habrá que utilizar nuevas herramientas para oponerse a lo que teorizó e implementó el enemigo. Está claro que confiar en la justicia y esperar las elecciones para poder competir, ganar y luego gobernar a favor del pueblo, no basta, no alcanza, no es viable en esta etapa con una derecha decidida a todo para preservar sus privilegios.

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