Jaime IGLESIAS
MADRID
Entrevue
OLIVIER AYACHE-VIDAL
CINEASTA

«Un buen profesor tiene que ser, sobre todo, un gran motivador»

Reportero gráfico, documentalista, guionista de cómics, realizador de televisión y autor de algunos cortometrajes de éxito, el eclecticismo de Olivier Ayache-Vidal (París, 1969) solo se explica atendiendo a su interés por el cine y a su deseo de irse probando en diversos cometidos en aras de prepararse para la realización de un largometraje. Ahora ese deseo se ha concretado con «El buen maestro».

Tras frecuentar durante más de dos años un instituto de las afueras de París y alentado por su experiencia como documentalista, Ayache-Vidal ofrece una mirada realista sobre los desafíos que conlleva el proceso educativo en los suburbios.

 

Usted ya atesoraba una larga experiencia en el medio audiovisual, ¿por qué ha tardado tanto en rodar su primer largometraje de ficción?

Dirigir películas siempre fue mi objetivo pero como nunca estudié cine el camino hasta llegar aquí ha sido largo y tiene que ver con la ambición por aprender un oficio. De entrada, me dediqué a escribir guiones para publicidad, gracias a lo cual pude entrar en contacto con realizadores que me fueron enseñando sus métodos de trabajo. Pero como me interesaba familiarizarme con el mundo de la imagen, comencé a desempeñarme como reportero gráfico, un oficio que me dio la oportunidad de conocer otras culturas y otros países. El siguiente paso fue dedicarme al mundo del cómic como guionista para perfeccionar técnicas de escritura y de ahí pasé al cortometraje. Llegó un momento en que me sentía como ese estudiante que sigue haciendo másteres y posgrados ante las incertidumbres que le plantea empezar a trabajar (risas). Así que, asumiendo que había llegado al tope de mi formación, no me quedó otra que ponerme manos a la obra en la búsqueda de financiación para mi primer largometraje.

¿No le daba miedo elegir, para su debut, un tema como el del profesor que, procedente de un ambiente elitista,  desembarca en el instituto de un barrio marginal? A estas alturas, se trata de un argumento que parece un poco cliché.

Si te soy sincero no estaba muy familiarizado con este subgénero, por así llamarle. Había visto algunas películas puntuales sobre el tema, pero solo eso. Realmente, fue mi experiencia como monitor de campamentos la que me llevó a esta historia. Mi idea era hacer una película sobre adolescentes, me parecen conmovedores, divertidos y espontáneos, a esa edad no tienes filtro, no escondes nada y quería captar eso. Por eso decidí sumergirme en su mundo y estuve durante dos años y medio frecuentando un instituto como el que aparece en la película y lo cierto es que cada día observaba con curiosidad sus hábitos y descubría cosas nuevas que me iban llamando la atención. Fue una experiencia enriquecedora.

Entonces ¿esta película estuvo motivada directamente por un trabajo de campo?

Sí, algo así. Al principio fue solo la curiosidad la que me llevó a frecuentar aquel centro, pero después seguí acudiendo con la idea de poder llegar a hacer una película sobre esa realidad. Yo tenía mucha confianza en que ahí había una historia que contar pero ¡claro! no sabía si iba a tener ocasión de hacerlo porque igual no conseguía interesar a ninguna productora. Cuando haces cine lo más difícil no es escribir un guion ni dirigir a unos actores, sino obtener financiación.

Lo interesante de «El buen maestro» es que mostrando una realidad que ya ha sido abordada reiteradamente por el cine, ofrece una mirada muy poco condescendiente, ¿su experiencia en el documental le ha ayudado en este sentido?

Mi experiencia en el documental me ha llevado a poder observar la realidad como un entomólogo, pero sin excluirme de la misma; es decir, yo también me veo a mí mismo como un insecto que interactúa con otros de su especie. Porque ¿quién soy yo para mostrar condescendencia respecto de mis semejantes? Por otro lado, tenía claro que, con esta película, me apetecía construir una ficción que fuera conmovedora y divertida, y eso es algo que no está reñido con el rigor en la mirada; es más, yo creo que si tú acometes una observación minuciosa e incisiva sobre cualquier realidad, la risa es algo que termina por germinar y lo mismo pasa con las emociones porque, además, son algo consustancial a la docencia. Ser profesor es un oficio muy difícil que requiere de mucha pasión y de mucha energía. Tienes en tus manos la posibilidad de condicionar, de manera positiva, el futuro de un montón de personas y a mí me apetecía mostrar ese desempeño quizá porque, en mi época escolar, no tuve buenos maestros, así que me interesaba reflexionar sobre aquellas aptitudes que hacen de alguien un buen profesor.

En este sentido también es loable que su película no busque ofrecer respuestas tranquilizadoras al espectador respecto de la problemática que aborda.

Cuando hablas de una realidad tan compleja como la que acontece en un centro educativo, hacer un diagnóstico sobre la situación de la escuela pública y ofrecer tu propia receta es una tentación muy fuerte pero realmente ¿qué aportaría eso? Obviamente, yo tengo mi propio punto de vista al respecto  y creo que se deja sentir en la película, pero tampoco quiero que condicione la percepción del espectador porque es a él, y solo a él, a quien le corresponde hacerse las preguntas pertinentes sobre aquellas problemáticas que expongo en el film. Lo que está claro es que las soluciones mágicas no existen. Por ejemplo, yo estoy radicalmente en contra de los consejos disciplinarios que, muchas veces, culminan con la expulsión de algún alumno, para mí es importante ser paciente,  humilde y escuchar a los chavales sin que estos se sientan amenazados o cohibidos. Dicho lo cual, dirigiendo esta película he de confesar que alguno de los jóvenes intérpretes que aparecen en ella llegó a sacarme de quicio pues no se atenían a mis indicaciones y hacían lo que les daba la gana. A partir de ahí, ¿qué autoridad moral puedo tener para cuestionar a aquellos docentes que defienden la conveniencia de estos consejos disciplinarios?  Son temas muy complicados.

 

Y, sin embargo, hoy en día, ante coyunturas complejas se suelen ofrecer respuestas simples. ¿No cree? Se pudo percibir, por ejemplo, durante las últimas elecciones francesas en el debate sobre los riesgos de segregación que existen en los suburbios de las grandes ciudades.

Estoy de acuerdo. Lo que ocurre es que el debate público está pervertido desde el momento en que muchos políticos se han dado cuenta de lo rentable que resulta para ellos mantener a la ciudadanía enfrentada. Eso para mí es algo inadmisible. Respecto del tema de la educación yo creo que lo que se impone es implementar una batería de propuestas y ver el efecto que tiene su desarrollo en las escuelas, siendo lo suficientemente flexible como para considerar medidas alternativas en el caso de que alguna de las recetas aplicadas pueda revelarse fallida. En el fondo, es algo que no difiere mucho de lo que hace un maestro en el aula, se trata de ir probando porque un buen profesor, sobre todo, tiene que ser un gran motivador. Y muchos de los problemas del sistema educativo francés vienen de ahí porque muchos de los docentes que son enviados a dar clase a los suburbios tienen una muy buena formación pero no están capacitados para afrontar la singularidad de estos centros. Es como si a Fernando Alonso le pusieras a dar clase en una autoescuela donde nadie tiene ganas de sacarse el carnet. Igual sería preferible que esas lecciones las diese alguien que no fuera un piloto experto pero que alentase a sus alumnos.

¿Usted también sintió, dirigiendo a los jóvenes actores que aparecen en el film, esa exigencia por ser un gran motivador?

La tesis que defiendo en la película, acerca de que la confianza en el alumno es la base de su rendimiento académico, tiene uno de sus mejores ejemplos en las capacidades que me demostraron estos jóvenes intérpretes. Apenas les di indicaciones, lo que si les ofrecí, desde el primer momento, fue confianza, fe en sus posibilidades. Muchos me peguntaban ‘¿Pero por qué yo?, ¿qué has visto en mí para darme este papel?’ Y yo les decía: ‘Te lo he dado porque pienso que eres bueno y puedes hacerlo, ahora demuéstrame que no me he equivocado’.  A partir de ahí lo importante es no impacientarse con ellos y ponerte a su nivel.