Patxi IRURZUN
IRUÑEA
Entrevue
MIKEL ALVIRA
ESCRITOR

«Mi manera de escribir es algo que no puedo ni evitar ni impostar»

El escritor iruindarra cuenta en «Los colores de la marea» las peripecias de una saga familiar anclada en San Telmo, una localidad imaginaria de la costa vasca. Un relato amable que atraviesa varias décadas, engarzado por el hilo de un thriller, y en la que cobran protagonismo la navegación y la pintura, además de las historias cotidianas de los personajes.

«Se llamaba Beatriz Tussaud y no se casó con el amor de su vida». Así comienza la última novela de Mikel Alvira. Y las más de quinientas páginas que vienen después glosan toda la historia contenida en esa frase. “Los colores de la marea”, publicada por Txertoa, atraviesa varios siglos (desde finales del XIX en que arranca la historia hasta nuestros días) y varias épocas –convulsas, la mayoría de ellas– que Alvira retrata sin embargo con sello personal, un estilo amable, en el que sin embargo, el autor de “El silencio de las hayas” asegura que sus lectores apreciarán cierta evolución.

«El color de las Mareas» es una novela que circula sobre la frase que citamos. ¿Cómo surgió esta novela, a partir de ella?

Las novelas no surgen de grandes epifanías, sino de momentos repentinos, de personas, de una mirada, de una experiencia... En este caso, de esa frase, sí. Me planteé qué sabemos realmente de nuestros antepasados. ¿Era feliz la abuela? ¿Qué temores tenía la bisabuela? ¿Qué sabemos de verdad de cómo sentía, de cuáles eran sus aspiraciones o ilusiones? ¿Vivió feliz la tatarabuela? ¿Se casó con el amor de su vida? Sería fascinante explorar en el atlas familiar y conocer la parte íntima de aquellos que nos han precedido. Es lo que hace Nuria, el personaje hilo-conductor, con su propia familia.

A la vez, es una novela sobre una saga familiar, que atraviesa varios siglos… ¿Le supuso un reto ser capaz de mantener la tensión de la novela a través de tantas historias y personajes?

Sin ser una novela coral, ya que considero que hay auténticos protagonistas, sí que es una historia compuesta de muchas historias cotidianas. Una suerte de puzzle que el lector no tendrá dificultad en completar, aunque con sorpresas de capítulo en capítulo. Es una novela compleja aunque no complicada.

¿Qué papel juega en ese caso la subtrama policial o de thriller? ¿Es quizás el hilo sobre el que se engarza todo lo demás?

Conocemos la vida de Beatriz Tussaud a partir de la voz narrativa de un autor, mi voz; además, a través de documentos que relatan sus años, escritos que no se sabrá hasta el final quién los escribió. Y también a partir de la investigación que lleva a cabo Nuria y que a veces tendrá tintes de thriller. Una estructura audaz que hace que esta novela no sea lineal, sino llena de matices y giros.

Además, está esa voluntad de estilo, su manera de escribir, que usted ha dicho que es esta vez más Alvira que nunca.

Alvira tiene una voz narrativa reconocible. Pese a que cada novela mía es diferente y responde a distintos presupuestos formales, mi manera de escribir es algo que no puedo ni evitar ni impostar. Mis lectores reconocerán al escritor de detrás de otros títulos, pero apreciarán un cambio, una evolución respecto a, por ejemplo, ‘En la tierra de los nombres propios’, mi anterior novela bajo el sello Elkar.

En ese sentido, a pesar de hablar de épocas convulsas el libro mantiene cierto tono amable, sin caer en el folletín amoroso o la superficialidad. ¿Fue algo premeditado?

Sí, por supuesto. No quería caer en la cursilería. Creo que es amable sin ser ñoña. Relata una historia de amor, de encuentro y desencuentro, pero impregnada de los convulsos momentos históricos por los que transita, que se convierten en la escenografía perfecta para que esa historia de amor no sea rosa sino veraz.

Hay también algunas escenas en las que el humor está muy presente, y a veces tiene incluso un tono cinematográfico, de comedia de época (pienso por ejemplo en la primera y estrafalaria aparición de Hugarte).

Como sucede en la vida real con las personas, los personajes son ambivalentes, llenos de caras, capaces de lo mejor y lo peor según el contexto, rozando lo patético a veces y lo dramático otras. Hugarte, por ejemplo, es egoísta, huidizo y solitario, tanto como entrañable y atractivo. Nada es absolutamente blanco o negro.

Para acabar, volvemos al principio: ¿El color de las mareas trata, sobre todo, de eso, de la importancia de algunas decisiones o incluso de ciertos momentos, una mirada, una palabra, en nuestras vidas?

La vida está hecha de decisiones. Incluso cuando las tomamos siguiendo un plan, es el destino quien nos dice si lo elegido es lo mejor o no. Esa idea ya la desarrollaba en ‘El silencio de las hayas’. En esta nueva novela damos un giro de tuerca y nos entretenemos con un mosaico de historias que configuran la vida de una saga, muchas veces fuera de todo plan.