Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Arizmendiarrieta. El hombre cooperativo»

Todo un venerable precursor del emprendimiento

La vuelta a casa de Gaizka Urresti para hacer un documental muy en serio, ya que la ficción en su previa etapa aragonesa se la tomó más a chirigota, ha dado lugar a una obra repleta de luces y sombras, tal vez tan contradictoria como el propio personaje que la impulsa. La figura del prácticamente inédito Don Jose Mari Arizmendiarrieta, ahora que un proyecto divulgativo y necesario nos la descubre, no es que resulte contradictoria en si misma, sino debido a la megalómana dimensión de su casi sobrehumano proyecto personal. Todos hemos conocido sacerdotes que viven el evangelio y lo practican, y que se han dedicado al apostolado social colaborando en sus parroquias con distintas iniciativas. Pero a ninguno le da por crear un grupo empresarial, con lo que el padre fundador del llamado Grupo Mondragón se sale de la capacidad de contención de cualquier sotana, por mucho que recortara los bajos de la suya para poder pedalear en la bicicleta.

Las personas entrevistadas, sobre todo las que conocieron de cerca al coadjutor de Arrasate, coinciden en su descripción de un hombre sencillo y austero, ajeno a los bienes materiales porque nada quería para él, ni buscaba el beneficio particular. Ahora bien, tendrán que reconocer que sus ideas no eran tan pobres como su estilo de vida, y que la santificación del creador de un entremado empresarial, por muy cooperativo que pudiera ser en origen, ha de chocar a católicos y no católicos.

Respecto a las críticas políticas al de momento Venerable Don Jose Mari considero que no son justas, puesto que queda claro que fue un hombre de su tiempo, obligado a negociar con el régimen sin renunciar a su formación nacionalista, todo con tal de generar puestos de trabajo en un Alto Deba deprimido económicamente en plena posguerra. Así que el bueno de Arizmendiarrieta se las ingenió para experimentar con el primigenio Auzolan y hacer el milagro de los panes y los peces.