A. LERTXUNDI
SEGUNDA VUELTA PRESIDENCIAL EN COLOMBIA

El uribismo regresa a la Presidencia colombiana de la mano de Duque

El uribismo regresará a la Presidencia de Colombia. El 7 de agosto, el candidato del Centro Democrático, Iván Duque, jurará su cargo como presidente tras lograr el 53,98% de los votos (10.373.080) frente a su rival, Gustavo Petro, quien si bien logró duplicar los votos logrados en la primera vuelta, se quedó en un 41,81%, lo que se traduce en 8.034.189 votos.

El próximo 7 de agosto, el uribismo regresará a la Presidencia de Colombia. El candidato del Centro Democrático, Iván Duque, a quienes muchos analistas presentan como «un mero títere» del expresidente y senador Álvaro Uribe, sustituirá en el cargo al presidente Juan Manuel Santos tras vencer el domingo en segunda vuelta al candidato de Colombia Humana, Gustavo Petro. Duque obtuvo el 53,98% de los votos, 10.373.080 papeletas, frente al 41,81% de los 8.034.189 sufragios conseguidos por Petro. Los votos en blanco –opción promovida por los excandidatos presidenciales Sergio Fajardo y el exjefe negociador con las FARC, Humberto de la Calle, ambos eliminados en la primera vuelta– ascendieron a 808.368, un 4,20%. La abstención fue del 47%, en línea con el histórico 50%.

«Y no me da la gana una dictadura como la venezolana», cantaron los seguidores de Duque tras conocer los resultados.

En su primer discurso tras conocer los resultados, el delfín de Uribe, que junto al apoyo de la élite empresarial y política, cuenta con mayorías en el Congreso, utilizó un lenguaje conciliador, alejado del tono empleado en la campaña electoral, en la que su formación advirtió de que, de vencer, «haría trizas» el Acuerdo de La Habana con las FARC. El domingo se afanó por matizar esta amenaza y se limitó a hablar de «correcciones».

«Les hemos dicho a los colombianos que no vamos a hacer trizas los acuerdos, pero vamos a hacer modificaciones para que la paz brille», dijo.

«La paz implica que pasemos página. Hoy todos somos amigos de los que queremos la paz y debe ser una paz que permita a la base guerrillera su normalización a la vida pública. Esa paz reclama correcciones para que las víctimas sean el centro del proceso y garanticemos verdad, justicia, reparación y no repetición», aseguró.

Duque y el Centro Democrático se oponen a que quienes ostentaron puestos de mando en las FARC puedan ocupar cargos públicos. Cabe recordar que en virtud de los acuerdos, la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC) –partido nacido del tránsito de la organización guerrillera de la lucha armada a la política– tiene asegurados cinco escaños en la Cámara de Representantes del Congreso y otros tantos en el Senado. Parte de esos diez electos, que hasta julio no tomarán posesión de su escaño, pertenecieron al Secretariado o al Estado Mayor Central de la guerrilla.

Duque prometió gobernar «con transparencia, con eficacia y vamos a devolver a los ciudadanos la esperanza de volver a creer en las instituciones».

«Esta tiene que ser una oportunidad para que nos unamos en contra de aquellas cosas que le han hecho daño históricamente a Colombia y una de ellas es la corrupción», añadió.

La JEP, ¿en peligro?

Sobre la justicia y su pretensión de crear una «super Corte», que sustituiría a las vigentes, incluida la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), sostuvo que su «anhelo es poder construir consensos, para que Colombia tenga una justicia creíble. Con primeras y segundas instancias fortalecidas. No vamos a fracturar la Justicia. Lo que vamos a hacer es buscar un consenso para que sea cercana en cada rincón de Colombia».

En el centro de campaña de Gustavo Petro, muchos lamentaron que más de diez millones de colombianos optaran por un regreso al pasado y se olvidasen del aumento de las denuncias de violaciones de derechos humanos durante el mandato de Álvaro Uribe, del escándalo conocido como «las chuzadas», que consistió en escuchas ilegales y seguimientos a periodistas, activistas y magistrados de la Corte Constitucional; de los «falsos positivos» –cientos de jóvenes, algunos de ellos con discapacidad, que fueron secuestrados bajo engaño y, posteriormente, presentados por el Ejército como guerrilleros muertos en combate para engordar las estadísticas de la lucha contra la guerrilla–, o del nexo entre políticos y paramilitares, en lo que se llamó el escándalo de la «parapolítica», por el que decenas de congresistas han sido encarcelados o están siendo investigados.

«Diez millones le fallaron a la paz y a las víctimas Ocho millones creamos resistencia. Vamos por las regionales de 2019. Por la Presidencia de 2022. La oposición empieza ya. Seguimos construyendo paz y país. Para eso necesitamos mantener la unidad», tuiteó el analista político y jefe de campaña de Petro, Victor De Currea-Lugo.

Petro avanzó que liderará la oposición al Ejecutivo de Duque. «Cuál derrota. Ocho millones de colombianos y colombianas libres en pie. Aquí no hay derrota. Por ahora no seremos Gobierno», resaltó en su cuenta de Twitter.

«Solo nos hace falta entrar al Palacio de Nariño y algún día y muy pronto entraremos al Palacio de Nariño», vaticinó.

En una rueda de prensa el mismo domingo para valorar la victoria del uribismo, el Consejo Político de la FARC celebró «la ausencia de hechos de violencia» en la jornada electoral y el incremento de los votantes como «indicadores de una nueva realidad que tiene su origen, entre otros factores, en el Acuerdo de La Habana». También el hecho de que «se hayan enfrentado dos opciones diametralmente opuestas». El presidente de la FARC, Rodrigo Londoño, pidió a Duque una reunión para tratar la implementación.

El ELN instó a mantener la unidad en torno a Petro para hacer frente a «la coalición del mal». Habrá que ver cómo afecta al proceso de diálogo que se sigue en la capital cubana la victoria de Duque, quien para mantener a las conversaciones ha exigido a la guerrilla que previamente se concentre en Colombia, renuncie a las retenciones y declare un cese el fuego de carácter unilateral.

En el editorial de su revista “Insurrección”, que se edita cada lunes, el ELN festeja que «la izquierda ya no es asociada a la guerra; hoy la izquierda es el proyecto político que tiene propuestas para el país».

 

El fútbol, como catalizador de la reconciliación 20 años después

Hace 20 años, la película «Golpe de Estadio» dirigida por Sergio Cabrera recreó una escena insólita para la época. Guerrilleros y policías reunidos juntos en un pequeño pueblo colombiano para ver el partido entre las selecciones de Colombia y Argentina durante el Mundial de Fútbol de 1994 en EEUU. La acción se desarrollaba en Nuevo Texas, donde una empresa petrolera había instalado un campamento para la investigación geológica. El hecho de que en el pueblo solo funcionara un único aparato de televisión motivó una tregua entre «enemigos» para ver el fútbol. Ahora, 20 después, la escena se vuelve a repetir, pero en esta ocasión, será real.

Hoy, exguerrilleros de las FARC-EP, exparamilitares de las AUC y militares verán juntos en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación Llano Grande, en Dabeiba, el debut de Colombia contra Japón en el Mundial de Rusia.

Asimismo, celebrarán un coloquio sobre esta película bajo el título de «Golpe de Estadio se hizo realidad», al que asistirá el propio Cabrera y varios de los actores.

También han organizado dos partidos de fútbol; el primero, por la «reconciliación territorial», en el que uno de los equipos estará conformado por la Fuerza Pública, las FARC y la comunidad; y el otro por figuras deportivas colombianas. El segundo partido, «sembrando esperanza», enfrentará a excombatientes de las FARC y de las AUC con jóvenes de la Comuna 13 de Medellín.A.L.