Pablo CABEZA
BILBO

Con «Bor Bor», Elkano Browning Cream reanuda sensaciones vitales

«Bor Bor» es el quinto álbum de Elkano Browning Cream, trío de brillantes instrumentistas liderado por Mikel Azpiroz y que mediante el Hammond, piano, melódica, sintes, guitarra... y batería explora espacios donde el groove, el jazz, el rock, el blues, la tradición musical afroestadounidense, la propia..., consiguen envolturas sugerentes, plenas de intensidad y envoltura. Hoy, EBC presenta disco en Covent Garden-Cripta de Donostia, 20.00.

Elkano Browning Cream publica en 2007 su primer disco. Nace una banda guiada por el organista y teclista Mikel Azpiroz. Desde el inicio se opta por un sonido que partiendo del jazz pueda angular hacia terrenos próximos –incluso distantes– bien recubiertos y coloreados por dosis de groove, una parte de improvisación y las genialidades que recrean Azpiroz, Franck Mantegari y Dave Wilkinson. Trío que sin prisa entre discos, si acaso solo para grabar de forma fresca y natural, aguardan el momento oportuno para recrear sus habilidades y mostrar sus intensos y creativos puntos de vista sobre cada instrumento y el propio proceso de composición y arreglos..

No es sencillo ante una discografía tan seria hablar de máximas expresiones, cada disco tiene sus claves y “Bor Bor” no es prolongación mimética de ninguno de ellos ni parte ajena. Jazz, sonidos africanos, afroestadounidenses, europeos, Nueva Orleans, sicodelia, blues, polvo cósmico... y mucha clase. La que podrá comprobarse hoy en Covent Garden-Crypta de Donostia a partir de las 20.00.

El inicio de “Bor Bor” es curioso. Canción muy solemne, etérea y cósmica. Una especie de obertura... Mikel Azpiroz lo explica: «Es un himno religioso del siglo XIX, escrito por Lowell Manson, en Estados Unidos. Es una melodía que se canta también en las iglesias de aquí, y que cuando de crío me obligaban a ir a misa lo escuchaba. Hace años, mi amigo Matt Harding (anterior guitarrista de Elkano Browing Cream) me envió una maqueta de temas góspel, y ahí estaba. Supe entonces cuál era el origen de la canción y que no era de aquí, sino un tema muy extendido. Es una melodía que me gusta y como hemos hecho anteriormente en Elkano con otros temas (‘Agur jaunak’, ‘Aurresku’), lo hemos adaptado a nuestra manera, o descontextualizado. Le hemos hecho una introducción algo sicodélica como sugiriendo el camino por el que va el disco».

El siguiente corte, “Ping pong Jon”, referencia a su hijo. La trama cotidiana entre padre e hijo. Sus guiños se transforman en notas musicales, con el peso del Hammond, groove, una guitarra blues-rock con una entrada delirante, jazz y sintes final: «‘Ping Pong Jon’ es como le llamo a mi hijo Jon cuando nos comportamos en clave absurda o de guasa, como de humor surrealista entre nosotros. Tiene un ritmo shuffle muy potente, un órgano Hammond que camina con el bajo sobre la batería de Franck Mantegari, con unos registros tímbricos en la mano derecha muy ácidos, jugando con el blues o escalas zíngaras. Después viene el solo a la guitarra de Dave Wilkinson que corta como un cuchillo, muy blues y muy jazz. Y también está ese sonido del sintetizador analógico, muy crudo, con una intención un poco cómica, que refleja esas situaciones absurdas y divertidas entre los dos».

Dave y Franck

Dave Wilkson es un guitarrista que afirmaba hace años que no sabía de escalas. Posiblemente sugería, que no era académico, sin más. «Dave es un artista integral, con un gran talento y además muy currante. Es autodidacta, muy versátil y muy curioso. No tiene problemas estéticos por escuchar un disco de be bop y de ahí pasar a uno de metal, por ejemplo. Sabe apreciar lo que es bueno, sin que las etiquetas le supongan un problema. Es una gozada trabajar con Dave y con Franck ya que las posibilidades expresivas se multiplican gracias a su versatilidad, apertura, y falta de prejuicios. Ambos son almas libres y su manera de tocar refleja esa condición. Me siento muy afortunado de que la vida nos haya cruzado», rememora Azpiroz.

La canción “Bor Bor” se desliza por nueve minutos. Es introducir al oyente en la centrifugadora y dejarles secos. Si en estudio ya va a la química, en directo se intuye espectacular. «Refleja la falta de prejuicios y también esa intención de no ponernos límites establecidos por corrientes estéticas. Por supuesto que estamos condicionados o influenciados por lo que escuchamos, pero pretendemos que esto sea un trampolín en vez de un ring o cuadrilátero que nos acote. En ‘Bor Bor’ se escuchan las influencias de New Orleans (Doctor John, The Meters...) y después pasamos a una coda sicodélica muy enérgica, con Dave dándolo todo. La consigna que les di a Franck y Dave cuando nos juntamos para la grabación del disco es que teníamos que hacer algo visceral, espontáneo, crudo, sin que el perfeccionismo nos matara la frescura».

Añade Azpiroz: «Los discos anteriores son más limpios y quizás más correctos. Para mí era importante dejar la vanidad y el perfeccionismo a un lado, y que lo que transmitiéramos con la música fuera más visceral, más explosivo».

Respecto al formato, Hammond, guitarra y batería, el donostiarra sitúa: «Se hizo muy popular en los años sesenta gracias a organistas como Jimmy Smith, Jimmy McGriff, Richard Groove Holmes, etcétera. Ellos prescindían del bajista o contrabajista por la posibilidad que ofrece el Hammond B3 de hacer líneas de bajo con un sonido muy grueso y grave, con los pedales o mano izquierda. Es un sonido que siempre me ha atraído. A mí me encanta el bajo, la base rítmica y armónica sobre la que se asienta el resto de la banda, y el poder hacerlo con el órgano Hammond por un parte me ofrece la posibilidad de hacerlo con ese timbre grueso, y, por otra, permite compenetrarme con el resto de los músicos de manera más directa, y de aportar mi visión de cómo tendría que ser el bajo en estos temas sin tener que explicárselo a un bajista. No es que no haya bajo aquí, lo hay, pero está tocado con el órgano».

«Bor Bor», tres días

Azpiroz apunta que unos diez días antes de la grabación les envió a Dave y Franck unas maquetas con los esquemas. Quería que vinieran frescos a la grabación, que no prepararan en exceso los temas. Son músicos con muchos recursos para la improvisación, y deseaba que la grabación se basara en la espontaneidad y en su capacidad improvisadora. «Tuvimos que ser rápidos, ya que solo disponíamos de tres días para estar juntos tocando. Pero el resultado del disco se debe a mucho más que esos tres días, son años y años de estudio y conciertos que llevamos cada uno en la mochila. Además, la música es comunicación, y al igual que en las relaciones humanas, a medida que nos conocemos mejor mutuamente, nos abrimos más entre nosotros musicalmente. Llevamos años tocando juntos, y lo siento en el resultado de este disco».

Un guiño a Egan

«’Egan jam’ es un tema que surgió en el momento, una jam total. Al comienzo de una de las sesiones de grabación, mientras yo preparaba el equipo Dave y Franck empezaron a tocar, le di al botón de grabar por si acaso, y me uní a ellos. Lo grabé por grabar, por si acaso, sin que ellos supieran que estábamos grabando. Después escuchamos el resultado, y nos gustó mucho. Ahí se refleja ese conocimiento mutuo que tenemos de cada uno. Es una jam extrovertida. Y es el concepto que pensaba para el disco llevado al extremo. Libre y sin pautas. Una conversación musical del momento entre músicos que se entienden entre ellos, creo».

El pianista afina que lo llamó “Egan jam”, porque «ahí volamos, y egan va sin hache como un guiño al grupo euskaldun Egan, a los que vi varias veces de crío y fueron mi introducción al rock en directo, con órgano Hammond incluido».