Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Luis eta estralurtarrak»

Vienen en su nave de turismo para hacer unas compras

En el cine infantil parece lícito utilizar ideas preconcebidas y simplistas, cuyo valor pedagógico se ha demostrado, por otra parte, que es nulo. La animación familiar nos suele vender que transmite mensajes de paz universal, y por eso al hablar de vida extraterrestre se niega cualquier posible hostilidad por parte de los visitantes del espacio exterior, en sentido diametralmente opuesto al belicismo clásico de “La guerra de los mundos”. Pero a mí, que no soy padre, se me antoja mucho más agresivo lo que nos ofrecen a cambio, que no es otra cosa que el consumismo puro y duro en el que van siendo educadas las nuevas generaciones con resultados nefastos para la cultura y la justicia social.

“Luis eta estralurtarrak” es una producción alemana que, como muchas otras europeas, practica una política sucursalista con respecto al modelo de entretenimiento impuesto en el mundo occidental por el tío Sam. Luis es un preadolescente que vive en la típica zona residencial de las películas de Hollywood y, más en concreto, en la que Spielberg retrató en su influyente “E.T.” (1982). Y en ese universo hasta los marcianitos tienen el seso sorbido por los canales televisivos que emiten en inglés, y el que más les gusta es el de la teletienda. Su parada en la Tierra no es para invadirla, pero tampoco para aprender nada de ella, sino para comprar un producto que está en oferta: una colchoneta masajeadora que se llama Nubbi Dubbi.

En su viaje, los visitantes confunden la señal de la televisión con la emitida por el padre de Luis, que es un ufólogo paranoico y chiflado de la vieja escuela. Pasamos entonces al contenido aleccionador sobre las relaciones paternofiliales, porque este hombre no dedica a su hijo la atención que merece. Hasta podría perder la custodia del chico, que además sufre acoso escolar y su timidez le impide acercarse a la niña que le gusta. De ahí lo providencial del contacto con sus nuevos amigos verduzcos.