Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Las grietas de Jara»

Vidas y casas que amenazan ruina

Otro joven cineasta argentino que promete es Nicolás Gil Lavedra, quien anteriormente había estrenado “Verdades verdaderas. La vida de Estela” (2011), una interesante aproximación a la figura de Estela de Carlotto, presidenta del movimiento de las Abuelas de la Plaza de Mayo. La preocupación manifestada sobre la memoria histórica sigue de algún modo presente en su segundo largometraje “Las grietas de Jara” (2017), aunque en un sentido más metafórico o simbólico, si se quiere. Esa raja en la pared que amenaza ruina en la casa es también la señal que alerta a propósito de unas existencias rotas, tanto en lo personal como en las relaciones sociales.

Es posible que haya algún que otro error de casting, con un par de presencias del otro lado del charco poco justificadas en una historia genuinamente porteña, pero seguramente obedecerán a necesidades de coproducción. Lo importante es que los nativos Óscar Martínez y Joaquín Furriel son los que se encargan de sostener en pie el edificio cinematográfico con éxito, con sus harto convincentes interpretaciones de dos seres en conflicto. El primero quiere demandar al estudio de arquitectos bonaerense del segundo, ya que les considera causantes directos de la grieta que ha aparecido en su vivienda, provocada por una construcción en un solar colindante.

Los hechos rememorados acaecieron tres años atrás, por lo que siguen todavía demasiado recientes como para ser enterrados. Desde el presente queda por resolver el misterio de la desaparición del tal Jara, y en caso de haber muerto falta por saber si se trató de un crimen o de un accidente. La mecánica de suspense está bien llevada, dosificando la información paso a paso para así ir avivando de forma paulatina el interés del espectador. Pero más que la resolución del caso, lo que importa es la mella que ha hecho en el arquitecto en teoría responsable.