M.C.

Más que antigua o checa, buena música a secas

Los grupos de música antigua a menudo buscan su identidad proponiendo espectáculos novedosos o pedagógicos, apostando por combinaciones instrumentales sorprendentes o por rescatar música de autores ignotos, o directamente buscando interpretaciones que, en sus mezcla de influencias, escapan de lo canónico. Los miembros del Ensemble Inégal, sin embargo, no perdieron ni un minuto en estos desvelos: en su recital en Santa Teresa se limitaron a ofrecer música estupenda en unas interpretaciones magníficas. Y la verdad es que, en este caso, no se echó en falta nada más.

El organista Adam Viktora creó el Inégal Ensemble en el año 2000, y desde entonces se ha mantenido casi como una joya oculta de la música antigua en la República checa. No es que sean desconocidos fuera de su país, en absoluto, pero el grueso de su actividad lo llevan a cabo en Praga y su página web ni siquiera tiene versión en inglés. Pero en sus acercamientos a todo tipo de autores, desde Bach hasta Zelenka, se respira una autoridad que nace de su impecable bagaje musical checo, que al fin y al cabo es uno de los más antiguos y sólidos de Europa.

Su actuación en Donostia, en un formato reducido de dos violines, viola, violonchelo y órgano como continuo, comenzó con la “Suite en sol menor” del compositor checo más famoso del siglo XVII, Heinrich Ignaz Biber. Las cuerdas dieron muestra de su calidad en esta sucesión de breves danzas, pero mostraron también su flexibilidad en la siguiente obra, una “Sonata” de Vincenzo Albrici que requería un sonido más luminoso y ligero. El director, Adam Viktora, abordó al órgano acto seguido una “Chacona” de Pachelbel, comunicada con gran fluidez y una deliciosa musicalidad.

La segunda parte del programa dio paso a tres autores del barroco checo, célebres en su país pero no tan conocidos por estos lares. Tres autores, Postel, Brentner y Reichenauer, que trabajaron en Praga entre 1715 y 1742 y en cuyas creaciones se pudo ver lo actualizados que estaban con respecto a las modas europeas de su época, con claras influencias de la música alemana, la italiana e incluso de la francesa. Destacaron los dos “Conciertos” de Jan Josef Brentner, repletas de brío y con pasajes de gran imaginación instrumental.