Pablo GONZÁLEZ
TBLISI

EL TECNO COMO SÍMBOLO DE CAMBIO DE LA NUEVA GENERACIÓN DE GEORGIANOS

En mayo de este año miles de jóvenes se concentraron durante varios días frente al Parlamento de Tbilisi para exigir cambios en el gobierno y en su política. Fue un el síntoma de cambios, algunos contradictorios, que vive el país del Cáucaso Sur.

La noche del 11 de mayo de este año la policía georgiana tomaba varios de los clubes más importantes de la capital del país, Tbilisi. Entre los locales asaltados por las fuerzas especiales estaban el Bassiani y el Galeri, dos de los clubes más de moda del país, lugar de concentración de jóvenes locales y extranjeros. Allí la mezcla de música tecno, alcohol y drogas no es muy distinta a la de locales de cualquier país occidental, y es una de las razones de su popularidad.

La reacción de los jóvenes no se hizo esperar y a las pocas horas habían tomado parte de la Avenida Rustaveli justo enfrente del Parlamento nacional de Georgia. Sus reinvindicaciones eran claras, querían la renuncia de los ministros de Interior y Justicia. A pesar de que la policía georgiana consiguió detener en las redadas a varios traficantes, ello no pareció arredrar a los jóvenes en sus protestas contra las operaciones policiales.

Lo ocurrido se puede considerar como un reflejo de las contradicciones existentes en la sociedad georgiana. Por un lado, la iglesia ortodoxa georgiana es la institución goza de mayor confianza en la sociedad, pero por otro, la nueva generación se ha educado en valores modernos y bajo una fuerte influencia cultural de países europeos. Como señala Levan Kamjadze, uno de los jóvenes presentes en las protestas, pero que a su vez es miembro del partido en el poder Sueño Georgiano, «la mayoría de la población georgiana es cristiana ortodoxa, pero el carácter georgiano no reconoce el conservadurismo y su naturaleza es tolerante y liberal».

Sin embargo, no todos consideran esta influencia europea positiva y abogan por valores más conservadores y tradicionales. Así varios grupos de extrema derecha, como la «Marcha Georgiana», salieron al poco tiempo a enfrentarse a los jóvenes que protestaban pacífíficamente aunque alteraban el normal funcionamiento de la capital. Así, mientras los jóvenes llamaban a su protesta «Rave-Maidán», los detractores la tildaban de «Narco-Maidán». Lo curioso es que ambos grupos defienden unos valores nacionales y tradiciones bastante similares, pero los entienden de una manera muy diferente.

Esa diferencia de apreciación es utilizada por diferentes grupos para polarizar a la sociedad. Así, por un lado hay varias ONG de procedencia occidental, como IRI, NDI o Transparency International, que hicieron suya la causa de los clubes de fiesta y no dudaron en apoyar y asesorar a los protestantes, tanto mediante comunicados y presencia de sus miembros en las protestas, como en el uso de diferentes técnicas para organizarse las manifestaciones, especialmente mediante el uso de redes sociales.

Enfrente están varias organizaciones, movimientos políticos y ONG de origen ruso, que se oponen a las ideas liberales traídas desde Occidente. Según ellos esto no hace más que destruir las bases de la sociedad georgiana corrompiendo a la juventud. Grupos como la «Marcha Georgiana» o la ONG Fondo Primakov opinan que en estos clubes se promueve el consumo de drogas y las ideas LGBT. Con ciertas diferencias, pero estos grupos defienden la identidad georgiana, ahora en peligro de ser disuelta entre otros grupos étnicos y religiosos.

Turbulencias y dilema

Lo que queda claro es que el proceso de modernización iniciado en tiempos de Saakashvili está todavía lejos de culminarse. Georgia entra ahora en una época más turbia en la que tiene que decidir si sigue la línea más progresista en lo social, con ciertas contradicciones a sus valores tradicionales, o en cambio prefiere apuntarse a la moda de varios países en las que los valores más tradicionales y restrictivos toman fuerza.

Las protestas no consiguieron que cambiaran los ministros de Interior y de Justicia, pero provocaron una crisis de gobierno que llevó a renunciar al primer ministro, Giorgi Kvirikashvili, incapaz de mantener el balance entre los miembros conservadores y liberales de su Ejecutivo Ya con un nuevo gobierno, en el que siguen los dos polémicos ministros, en Georgia se ha legalizado el uso de la marihuana. Algo que ya ha criticado la iglesia ortodoxa del país. Parece ser un capítulo más de los procesos de cambio que viven las repúblicas post-soviéticas.