Ramón Contreras y Carlos Otxoa
GAURKOA

Monumento a los caídos: ¿Demasiado tarde?

Existe un cierto debate social, de baja intensidad podríamos decir, sobre el futuro del monumento y el espacio que le rodea, personas, colectivos y asociaciones manifestamos públicamente nuestras opiniones, el colectivo ZER organizó unas jornadas sobre el tema, lo propio hizo el Ayuntamiento de Iruñea, queda pendiente la convocatoria del concurso internacional de ideas, etc., pero, ¿estamos a tiempo o ya es tarde para el debate?

En la mayoría de los colectivos memorialistas, por lo que se conoce, el contraste de ideas y la aportación de proyectos concretos ha sido claramente insuficiente. Se ha primado más la autoafirmación y el cierre de filas que el debate integrador. Mucho menos, conjuntamente, entre las diferentes asociaciones y colectivos. Sin embargo, asistimos, con cierta frecuencia, a descalificaciones públicas, y salidas de tono alarmantes, entre personas que hemos compartido, en el trabajo por la recuperación de la memoria, objetivos y metodología para conseguir verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición. ¿Qué está pasando? ¿Es tarde, también, para corregir esta deriva en la estamos inmersos?

Supongamos que no, que no es tarde. Entonces, ¿qué hacer? Para empezar, adelantamos nuestras respuestas a un par de preguntas sobre las que nos parece fundamental reflexionar. ¿Está en juego algo más que la destrucción o conservación de un edificio? Creemos que sí y, precisamente, en ese «algo más» reside el fondo de la cuestión.

¿Es un error analizar el tema, exclusivamente desde una perspectiva memorialista, y tendríamos que tener en cuenta otros planteamientos; urbanísticos, artísticos, estéticos, históricos etc., además de las cuestiones legales? Estos otros aspectos influirán con mayor o menor peso en el debate, y lo condicionarán hasta el punto de tenerlas en cuenta para que, a la hora de hacer realidad los proyectos, cualquier decisión esté lo suficientemente justificada y no se convierta en un obstáculo insalvable, pero, y sobre todo para los colectivos memorialistas, la centralidad del componente memorialista debería ser fundamental.

Preguntas y dudas: demolición, conservación, resignificación… Conservarlo supondría perpetuar todo lo que representa, un edificio que, además, difícilmente podría repensarse, un edificio en homenaje a los «Caídos por Dios y por España», un insulto a las víctimas de la represión franquista. Sin embargo, si ha existido y existe ocultación e ignorancia, ¿la destrucción ayuda a superarla? Por otro lado, un monumento de estas características, ¿se podría resignificar?

Hay una realidad histórica que nos habla de una legalidad franquista en ningún momento cuestionada. Como consecuencia, los responsables franquistas han gozado, y lo siguen haciendo, de una impunidad que es necesario romper. Y estamos convencidos de que, la actuación que se lleve a cabo en este edificio y su entorno, podría ayudar a acabar con esa impunidad.

Existe otra realidad legal a tener en cuenta. En 1998, el Ayuntamiento firmó un convenio con el Arzobispado y la parroquia de Cristo Rey, por el que la Iglesia cedía la propiedad del edificio al Ayuntamiento quedándose el uso y disfrute a perpetuidad de la cripta. En febrero de 1999, esa misma corporación aprobó inicialmente el actual Plan Municipal en donde se cataloga con el grado 2-3 de protección el edificio. Tampoco se puede olvidar que, en febrero de 2008, el Tribunal Administrativo de Navarra dictó resolución desestimando un recurso presentado para que se eliminase el monumento, argumentando que su catalogación en el Plan Municipal impedía su demolición, que el edificio no constituía un símbolo franquista por su uso como sala de exposiciones, etc.

Aceptando estas realidades, no deja de ser sorprendente, y al mismo tiempo contradictoria, la situación en la que nos encontramos. Probablemente nos falte información, pero tenemos la sensación de que quienes defienden, sin ningún tipo de dudas, la destrucción del edificio, además de no explicar el cómo, actúan de tal forma que impiden, de facto, que la demolición se pueda dar (es necesario superar el grado de protección del edificio, y todo apunta a que, sin un proyecto concreto que justifique la transformación o destrucción del mismo, Príncipe de Viana no daría el visto bueno, en consecuencia, si compartimos la realidad de este escenario, deberíamos aunar esfuerzos para revertirlo). Por otro lado, personas acusadas (aunque jamás se hayan manifestado en ese sentido) de querer mantener o resignificar el edificio son quienes intentan abrir vías para que la opción del derribo se pueda contemplar.

Tenemos que superar esta situación, estamos ante una oportunidad histórica para debatir e impulsar un proceso participativo, para construir nuevos contenidos para la memoria democrática, para trabajar por un proyecto memorialista y no podemos desaprovechar la oportunidad que se nos brinda para reflexionar sobre la batalla ideológica basada en el relato democrático y antifascista, una reflexión sobre la agresión de los diferentes regímenes a los Derechos Humanos.

Necesitamos un proyecto, un Centro de Interpretación para situar lo que supuso el franquismo y sus consecuencias, un Observatorio de la Memoria donde no solamente se hable de ese pasado que se quiere olvidar, sino también de la lucha antifascista desarrollada en esta ciudad. Se trataría de convertir la memoria del antifranquista, la memoria democrática, en un proyecto no anclado en el pasado, que mire al futuro, actualizando un mensaje de derechos humanos, democracia, convivencia… Un Proyecto de Memoria de los Derechos Humanos.

Estamos en medio de una batalla ideológica entre la memoria y la desmemoria y, en ese sentido, el debate sobre derribar o conservar por sí solo es, en el fondo, un debate mal enfocado. No les hace falta ese edificio para conseguir que la desmemoria, el olvido y la indiferencia les mantengan impunes. No nos sirve el derribo sin más ni la transformación sin más, necesitamos «algo más», necesitamos un proyecto.

Con la esperanza de que «nunca es tarde», reivindicamos la necesidad de ponernos de acuerdo en un proyecto que sea la constatación de la fortaleza del movimiento memorialista, y que abra el escenario adecuado para conseguir un consenso ciudadano sólido. El tema es de tal calado que, solamente un proyecto dinamizado por el conjunto de colectivos memorialistas con apoyo institucional y respaldo social mayoritario, puede ser garantía de solución.