Ion TELLERIA

... y votaron

20 de setiembre de 2017. Barcelona. No conocía Catalunya, hacía dos días que había llegado para cubrir el referéndum. A primera hora de la mañana llega el aviso, «la Guardia Civil ha entrado en Economía». Mi mente retrocedió algunos años, a esa angustia matinal al encender la radio temeroso de la nueva operación ordenada por Garzón o el ahora ministro Grande-Marlaska. Pero estábamos en Catalunya, «sin violencia se puede todo», nos habían repetido hasta la saciedad.

«¡Quieren violencia, no la tendrán!» les espetó Joan Tardá a quienes comenzaban a rodear la Consejería de Economía. Toda la maquinaria del Estado comenzaba a roer la logística del referéndum, buscaban «pruebas» de la ilicitud de la consulta, buscaban urnas y buscaban papeletas. Otro flashback nostálgico de cuando nos tocó a nosotros «traficar» con votos, transportar papeletas como si fuera goma-2, cuando nos decían «bombas o votos».

Los patrols de la Guardia Civil habían desaparecido bajo los pies del gentío, pasaban las horas y Economía era ya parte del relato épico del referéndum. Día de contrastes, el desborde al Estado era ya un hecho, una pancarta gigante colgaba de la sede gubernamental, «Welcome to the catalan republic», se leía, y una urna con la inscripción «Spain, is this your problem?» resumía el marco del debate. Sin embargo, la razón dictaba que era imposible que Catalunya llegara al 1-O.

Llegó el Piolín. La Policía española, la Guardia Civil, el CNI y demás seguían a la «caza de la papeleta», buscaban urnas, trataban de atacar el sistema informático... y Catalunya respondía al son de «On estan les paperetes» y «votarem».

Hoy el debate lo ocupan las nefastas consecuencias en términos humanos y la imposibilidad de implementar el mandato del 1-0. Sin embargo, aquel 20 de setiembre podría haber sido el principio del fin, una de esas mañanas en las que la soberbia española se impone sobre la voluntad vasca, o en este caso catalana, un eslabón más de la «democracia» de paja española, mientras nos acusan de terroristas... o golpistas.

Aquel 20 de setiembre me acosté convencido de que el 1-O no habría referéndum, de que el mayoritario empuje social no sería suficiente para desbordar al Estado. Pero llegó el día y votaron, y ganaron. A diferencia de aquel 20 de setiembre, hoy creo que volverán a votar y volverán a ganar. Ya lo hicieron una vez.