Víctor ESQUIROL
BARCELONA
Entrevue
ANA SCHULZ & CRISTÓBAL FERNÁNDEZ
DIRECTORES DE CINE

«A través del arte, puedes llegar a una verdad mucho más profunda»

Perseguida por las dudas que le despertaba la relación entre su padre y su antaño mejor amigo, la fotógrafa Ana Schulz juntó fuerzas con su pareja, el cineasta Cristóbal Fernández para crear uno de los documentales más fascinantes de la temporada.

Después de su exitoso paso por el Festival de Locarno, “Mudar la piel” se encarga de abrir la sección Zinemira de la 66ª edición de Zinemaldia. Cine vasco con el conflicto vasco como telón de fondo, y con el engaño como principal objeto de estudio. Hablamos con sus directores.

¿Por qué optar por el cine para contar la relación entre Juan y Roberto?

La historia entre Juan y Roberto siempre había pertenecido a la memoria familiar, y en un momento dado, nos pareció que tenía que trascender la sobremesa. La reacción natural fue recurrir  a la cámara de fotos. Organizamos una sesión con ellos dos con el pretexto del 81 cumpleaños de Juan. De ahí surgieron unas instantáneas que transmitían muy bien su complicidad, pero rápidamente nos dimos cuenta de que no bastaba; de que hacía falta la palabra para así resucitar el pasado, algo imprescindible para entender totalmente la fotografía. Ahí entró el cine. Todo surge de la necesidad de completar esa foto; ese rostro desenfocado del espía, y ver así lo que había entre ambos personajes. Con una imagen estática teníamos un comienzo prometedor, pero el relato solo podía ser reconstruido con una película.

Lo preguntaba por el efecto perturbador de la cámara, algo que puede alterar el material (evidentemente sensible) con el que trabajan.

Recuerdo que durante la fase embrionaria del proyecto, algunos amigos nos sugirieron el formato libro. Efectivamente, de esta historia podría surgir un trabajo periodístico de investigación muy profunda. Pero esto no atraía lo que puede provocar el cine. Al fin y al cabo, buscamos un cine que provoque reacciones en el espectador. Una forma de arte que pueda ir más allá de lo narrativo o contemplativo.

Lo que nos podía aportar el cine era dar auténtico sentido a la idea de retrato que está en el origen. Queríamos retratar al padre y al espía. Nos da la sensación de que el cine, en esto, es muy poderoso. Al mismo tiempo, es algo que no se puede controlar del todo. También buscábamos esto. Aquello que emana de un personaje debe tener cierta imprevisibilidad para ser auténtico. Creemos que la película dialoga con esta posibilidad que sólo ofrece el cine. Además, este factor distorsionador de la cámara, que efectivamente existe, se redujo por el contexto familiar en el que nos movíamos. Grabamos, además, en climas de máxima confianza: en sobremesas, durante vacaciones... siempre buscamos que todos se sintieran cómodos delante de la cámara.

Esta película es un documental político, un álbum familiar, un thriller de espías... ¿Estaba planteada así desde el principio o fue adaptándose a las exigencias del relato?

El título “Mudar la piel” obviamente no está elegido al azar. Al fin y al cabo, la película va mudando constantemente de apariencia. Pero también de estados emocionales que repercuten en la forma final del producto. Como cineastas, intentamos dialogar siempre con lo que va surgiendo durante el proceso de creación. En este sentido, tuvimos que dialogar especialmente con Roberto. Esta es una parte de nuestro trabajo a la que hay que prestar especial atención. A veces, para que el proyecto avance, hay que improvisar; adaptarse. Esto es lo que hace que la película vaya transformándose, resultando en un ejercicio de géneros híbridos.

Si bien fuimos aclimatándonos con respecto a las necesidades de la historia, también es cierto que había aspectos que teníamos muy claros desde el principio, y en los que no cedimos. Nos referimos, por ejemplo, a la duración de los planos, o al modo en que la cámara iba a acompañar esta experiencia. Nos mantuvimos siempre fieles a la idea de que cada secuencia que se filmaba supondría una vivencia tanto para nosotros como para los personajes. No queríamos ni recreaciones ni mucho menos diálogos memorizados. También teníamos claro que queríamos alejarnos del concepto de documental informativo. Queríamos ir más allá.

¿La película gira alrededor del engaño. Roberto engañó a Juan... del mismo modo, ¿podemos decir que el Estado nos mintió en la gestión del conflicto vasco?

En términos políticos, es obvio que vivimos muy engañados. Lo que se trasluce bastante es que en determinados momentos al Estado tampoco le interesaba llevar hasta el final procesos honestos de diálogo o de auténtica resolución del conflicto. Ya fuera por las limitaciones o por precios que no ser querían pagar. Lo que tenemos claro es que electoralmente, el conflicto vasco llegó a salir muy rentable. También tenemos claro que hay mucho a lo que nunca accederemos, o que nunca entenderemos.

No queríamos hacer una película sobre el conflicto vasco, como lo fue, por ejemplo “La pelota vasca”. Dicho esto, no puede negarse el peso del telón de fondo. Hay una relación evidente y muy interesante entre la intrahistoria de la familia protagonista, esa especie de universo pequeño que es casi como un laboratorio, y esa macro historia de España. A nivel geopolítico, nos quedamos con el espíritu reconciliador de Juan, tanto desde el plano teórico de la mediación como desde su propia vida. Su relación con Roberto (alguien que podría ser su enemigo) puede ser un buen ejemplo a seguir en la relación del estado español con ETA.

Como cineastas, ¿el engaño es una herramienta legítima para contar la verdad?

Totalmente. Ahí podemos trazar otro paralelismo con la actitud de Juan ante Roberto. Para él, aunque hubiera siempre el engaño de fondo, la amistad era verdadera. Respecto a la película, no creemos que la experiencia cinematográfica vaya en contra de la realidad. A partir de ahí, nos parece bien utilizar elementos de tensión y de suspense con toda la intención. No vemos incompatibilidad entre esto y contar la verdad.

Si por engaño entendemos ficción, pues sí, creemos que la película dialoga con la ficción de manera muy abierta, y creemos que además trata de reflexionar sobre la noción que tenemos del género documental. ¿Este implica necesariamente verdad o realidad? Parece que la ficción no sea verdad, y esto, claramente, no es así. A través del arte o a través de la ficción, a veces puedes llegar a una verdad mucho más profunda.

¿Llegados a este punto, ¿la verdad puede pasar a un segundo plano?

Todos estamos un poco locos y vivimos, en mayor o menor medida, en la ficción de nuestra propia cabeza. Todos padecemos cierto grado de sordera psicológica, y oímos y vemos los que queremos oír y ver.

Es verdad que la actitud de Juan es de no querer hurgar demasiado, y esto podría restarle valor a la verdad. Pero a lo mejor lo hace para no caer en esa dialéctica entre vencedores y vencidos; entre buenos y malos. Creemos que Juan es alguien que quiere trascender esto. A nivel ético, es algo que para nosotros es muy complicado. Practicar esto en la vida es algo muy difícil. A lo merjo saberlo todo no sea necesariamente lo mejor.