Beñat ZALDUA
Periodista

LA FUGA DE CAPITALES TRAS EL 1-O, TODA UNA OPERACIÓN DE ESTADO

Cerca de 4.000 empresas cambiaron su sede social tras el referéndum del 1-O, acogiéndose a un decreto del Gobierno de Rajoy. Una investigación del diario “Ara” apunta a que todo arrancó con la retirada de depósitos de empresas estatales de Caixabank y Banc Sabadell.

Ha cambiado la sede? Pues, no se preocupe». Fue la respuesta que el entonces ministro de Economía español, Luis de Guindos, dio a un directivo de uno de los dos grandes bancos catalanes hace cerca de un año, preocupado ante la retirada de depósitos de organismos y empresas estatales. Pocas horas después de sacar la sede social de Catalunya, los depósitos volvían a la entidad financiera.

La conversación la relatan los periodistas Albert Martín, Àlex Font y Natàlia Vila en una serie de artículos publicados a principios de octubre por el diario “Ara”, fruto de una investigación que arroja luz sobre uno de los episodios que marcó los días que siguieron al 1-O. Unos sucesos que muestran a un Estado activando todos sus resortes para frenar el impulso catalán; una lección a tener en cuenta para futuros saltos.

Todo empezó el 2 de octubre. Con las cargas policiales en la retina del mundo, Caixabank y Banc Sabadell, dos pesos pesados de la economía catalana, empezaron a ver cómo organismos y empresas del Estado como Renfe, Adif e incluso RTVE vaciaban sus cuentas.

La fuga de depósitos estatales duró varios días, y según uno de los ejecutivos bancarios consultados, supuso un tercio del total de la fuga de capitales que sufrieron los dos bancos. Y lo que es más importante: las cuentas del Estado fueron las primeras en vaciarse. Cuando Jaume Guardiola, consejero delegado del Sabadell, llamó a los presidentes de las empresas públicas, la respuesta fue tajante: «Órdenes políticas».

La bola de nieve en marcha

Entre el 2 y el 5 de octubre Caixabank y Sabadell se dejaron, respectivamente, un 8% y un 12% de su valor en Bolsa. Lo que socialmente pasó de forma desapercibida en aquellos primeros días, fue rápidamente anotado por inversores de todo tipo. El movimiento del Estado obtuvo los dos efectos que perseguía: empujó a otros inversores a retirar también sus depósitos y forzó a las entidades financieras a trasladar su sede social.

Sobre el primer efecto, “Ara” calcula –en base a la información proporcionada por sus fuentes– que el Sabadell perdió unos 12.000 millones de euros, mientras que en Caixabank, con una cuota de mercado del 50% en Catalunya, la cifra habría ascendido a unos 23.000 millones. Del total de 35.000 millones que salieron de los bancos catalanes, unos 10.000 lo hicieron por orden directa del Gobierno español. La fuga podría haber sido fatal, pues cabe recordar que pocos meses antes, el Banco Popular quebró tras perder súbitamente 18.000 millones.

Para lograr el segundo efecto –el traslado de la sede social– hubo que dar una nueva vuelta de tuerca a la operación, ya en marcha con la fuga de capitales desatada. El Sabadell había cambiado hacía pocos meses sus estatutos para poder cambiar la sede con una simple reunión del Consejo, que aprobó el traslado a Alicante el 5 de octubre. En Caixabank, sin embargo, se requería una reunión de la Junta de Accionistas, todo un engorro ante las prisas por ver salir de Catalunya a uno de sus buques insignia. El Gobierno español aprobó a contrarreloj un decreto Ley que deja el traslado en manos del consejo directivo. El decreto se aprobó el viernes 6 de octubre y pocas horas después Caixabank ya tenía la sede social en València. Le siguieron otras de las principales empresas de su conglomerado: Gas Natural, Criteria, Aigües de Barcelona, Abertis y Cellnex. Según informa “Ara”, la redacción del decreto fue directamente acordado por De Guindos –ahora vicepresidente del BCE– y el presidente de Caixabank, Isidre Fainé.

Entre 3.449 y 4.422 empresas, según la fuente consultada, siguieron los pasos de las dos principales entidades financieras, abonando el alarmismo sobre la fuga de capitales y empresas. Un peligro del que el propio De Guindos había advertido en el Senado el 26 de setiembre. No hay como tener el poder de hacer cumplir la propia profecía.

El fracaso de Felipe de Borbón

Según la mayoría de fuentes consultadas por los periodistas catalanes, la implicación de Felipe de Borbón en la salida de bancos y empresas de Catalunya fue absoluta, llegando a reunirse con Fainé y a hablar por teléfono con el presidente del Sabadell, Josep Oliu. El éxito del Estado con las grandes empresas catalanas, sin embargo, no se repitió con las multinacionales.

El caso más significativo fue el de la Seat, del Grupo Volkswagen. 14.000 puestos de trabajo directos y miles más indirectos. «Cuando la Seat estornuda, Catalunya se resfría», se dice desde hace medio siglo. Fue la Casa del Rey la que hizo llegar a través de un emisario –pudo haber sido el exlíder del PP en Catalunya, Josep Piqué, según algunas fuentes– su preocupación a Seat. Un mensaje que llegó hasta el presidente del Comité Ejecutivo, Luca de Meo. El italiano, sin embargo, resistió las presiones al considerar que los riesgos para la economía catalana no eran graves. El fracaso del Borbón se repitió con el resto de multinacionales presentes en Catalunya, muestra de que la capacidad de presión del Estado se limita a las empresas estrechamente ligadas al mercado español.

De hecho, las pequeñas empresas catalanas tampoco movieron su sede, mientras que entre las grandes empresas del Ibex35, solo una se mantuvo en Catalunya: Grifols. El 95% de su negocio está fuera del Estado.