Maite UBIRIA BEAUMONT

Los chalecos amarillos toman las carreteras contra Macron

La protesta impulsada desde redes sociales contra el aumento del precio de los carburantes, que ha tomado por símbolo el chaleco amarillo, tuvo una respuesta destacable en el conjunto del Hexágono, donde se produjeron algunos incidentes con la Policía y algunos lamentables accidentes, incluida una muerte. En Euskal Herria, unas 400 personas se sumaron a la protesta, bloqueando puntos neurálgicos, incluido el peaje de Biriatu.

Por encima de las espectativas, la protesta surgida espontáneamente a través de las redes sociales contra la subida del impuesto a los carburantes sacó ayer a las calles y carreteras del Estado francés a decenas de miles de personas ataviadas con el ya característico chaleco amarillo.

En Euskal Herria, la cita era a las 7.30 en el párking de la feria de muestra Iraty, en Biarritz, donde este fin de semana se celebra la cita anual de la agricultura vasca y sostenible, Lurrama. Pequeña paradoja de partida de una queja que genera contradicciones, aunque la mayor de ellas no afecta tanto a la ciudadanía como al evidente foso abierto entre la gente de a pie y las élites gobernantes.

Unas 400 personas se dieron cita en ese lugar, desde donde se repartieron por rotondas de los principales accesos a las ciudades. El grueso de la tropa lo conformaban gentes de mediana edad, unos pocos jóvenes y decenas de osados pensionistas, unidos a la hora de gritar que la subida de los precios de carburante, y en particular del diesel, ha sido la gota que ha colmado el vaso de su paciencia.

Es el caso de repartidores, conductores de ambulancia, panaderos, profesores o enfermeras que residen lejos del lugar del trabajo, y para los que esos 30-40 céntimos por litro de diesel de diferencia de precio que marcan, por hacernos una idea, las gasolineras de Iparralde con respecto a las de Hegoalde, supone un sobrecoste cada día más difícil de asumir.

A las 08.00, desde la Prefectura de Pirineos Atlánticos se daba cuenta de 18 puntos de protesta en el conjunto del departamento y se cifraba la participación de 1.600 personas.

El ministerio de Interior, por su parte, dio cuenta de 2.000 puntos de manifestación y contó unas 280.000 personas en calles y carreteras. Una movilización desigual entre territorios, en la que las zonas rurales respondieron con más vigor, seguramente por el grado de afección del precio del carburante dado lo diseminado de los núcleos de población, la falta de alternativa de transporte público y la sensación de abandono que, de por sí, sienten sus habitantes.

Al cierre de esta edición, los choques con la policía habían dejado un saldo de 227 personas heridas y 117 detenidas, a lo que hay que sumar el fallecimiento de una mujer en Saboya, atropellada por otra que tuvo una crisis al ser interpelada por los manifestantes.

En Euskal Herria, la movilización se hizo sentir en los accesos a la zona comercial del BAB2, a través de la rotonda de Cadran, en Angelu, y en las arterias de entrada y salida de Baiona. En la muga de Biriatu se formaron largas colas de camiones, y se vivieron algunos momentos de tensión con los transportistas. Pero más allá de alguna discusión encendida, la protesta transcurrió, entre humos y claxonazos, sin grandes conflictos&indentHere;&indentHere;&indentHere;&indentHere;&indentHere;&indentHere;&indentHere;.

Tratándose de una “bronca de carretera”, hubo tribus que no faltaron. Así, los motoristas tomaron parte activa en el bloqueo del acceso de la primera aglomeración urbana de Lapurdi. En la rotonda de Saint-Leon, ya en Baiona, varias portadoras de chalecos amarillos repartían dulces a los conductores, por aquello de calmar los ánimos.

Malos humos

Con todo, la movilización de los chalecos amarillos sirvió para escenificar un malestar social que llevó a un Macron, por lo habitual altivo, a bajar a la realidad y entonar el mea culpa.

«No he conseguido reconciliar a la ciudadanía con sus dirigentes», confesaba a las puertas de la protesta. Pasado el 17N, queda por saber si aplicará un cambio de rumbo, más allá de las medidas amortiguadoras sobre precio de diesel y ayuda a la transición al vehículo eléctrico, con las que trató de debilitar, in extremis, la convocatoria de los chalecos amarillos. Fue en vano, según se vio ayer.

A la espera de noticias al respecto, la mayoría de los conductores del norte vasco, en particular los de las localidades próximas a los pasos de Gipuzkoa o Nafarroa Garaia, seguirán de momento peregrinando semanalmente al sur para tratar de compensar con el viaje el golpe que llenar el depósito les causa en el bolsillo.