EDITORIALA

La miseria de nuestras estructuras de poder

Finalmente, no habrá justicia para Iñigo Cabacas. La sentencia de ayer, que termina por amonestar al policía que menor responsabilidad tuvo en la cadena de despropósitos que desató la muerte del joven seguidor del Athletic, es el penúltimo episodio de una historia grotesca donde solo el coraje de la familia ha hecho que un escándalo así no quedase tapado por una gran confluencia de intereses bastardos. Las estructuras de poder vascas no han estado a la altura de este caso, a la altura del clamor en demanda de justicia. Han actuado con cobardía.

No se pedía escarnio, ni un linchamiento ni un castigo ejemplar. Se pedía una admisión de responsabilidades, hacer frente a los errores propios, asumir la responsabilidad en la muerte injusta de un joven por parte de las autoridades. Se pedía lo que se pide a nuestros hijos e hijas en las ikastolas y los colegios: responsabilidad y empatía. Se pedía que la Policía actuase como Policía, no como un grupúsculo de matones cobardes y acusicas. Se pedía que la clase política actuase con altura de miras, no como una logia de desalmados con problemas de empatía e irresponsabilidad. Se pedía justicia, no una salida procedimental fácil para que nadie salga dañado más allá de la reputación de las tres mencionadas instituciones y, obviamente, los padres del joven muerto.

Ayer todo el país pensó en ellos, mientras Policía, cargos políticos y judicatura han pensado todos estos años en cómo salir indemnes de tal barbaridad. Disparar sin justificación, guiados por prejuicios sectarios, a bulto y a dar, sin aviso, sin escapatoria, sin dar auxilio y buscando excusas desde un principio («se habrá desmayado»), montando una versión oficial falsa, estorbando la investigación, exonerando de saque al responsable obvio y ascendiendo al de mayor rango, sin ceses ni dimisiones, sin el más mínimo gesto de humanidad, sin coherencia entre el relato de hechos probados y sus consecuencias penales… La historia del caso Cabacas es un relato de las miserias de los poderes públicos y de quienes deberían servir a la sociedad.