Janina PÉREZ ARIAS
ZURICH
Entrevue
JENNIFER FOX
REALIZADORA, PRODUCTORA Y GUIONISTA

«El término ‘víctima’ es dañino, yo me siento una superviviente»

Unir las piezas de unos recuerdo bloqueados por la memoria no es tarea fácil, y menos cuando se trata de un doloroso caso de abuso sexual. La directora estadounidense Jennifer Fox cuenta su historia en «The Tale», un filme que en plena era del #MeToo, llega en el momento perfecto.

Jennifer Fox (Pensilvania, 1959) es una documentalista de amplia trayectoria. Cuando tenía 13 años su entrenador de atletismo, un hombre de que le triplicaba la edad, la sedujo. Eran los años 70 cuando casi nadie hablaba de abuso sexual, cuando muy pocos lo denunciaba, cuando el trauma se quedaba tan adentro de las víctimas que les carcomía el alma hasta el punto de diluir ese doloroso episodio en la memoria.

Durante mucho tiempo eso mismo hizo Jennifer Fox, hasta que un día asumió que había sido abusada. “The Tale”, su primera película de ficción, se basa en su propia historia, construida tras hurgar en su tramposa memoria y en las ajenas, en su empeño de unir las piezas dispersas.

“The Tale” se centra en Jennifer (Laura Dern), una documentalista que se ve forzada a revisar su relación con dos personas muy significativas durante su adolescencia, su instructora de equitación, la Sra. G (interpretada por Elizabeth Debicki) y el entrenador de atletismo Bill (Jason Ritter). El detonante ha sido una composición hallada por su madre (Ellen Burstyn) en una caja, donde en aquella época Jennifer relata en detalle esa relación; la madre presiona a su hija, cuyos recuerdos no son tan exactos, para que volver al pasado.

Tras la buena acogida en Sundance, la cineasta ha estado viajando con “The Tale” (adquirida por HBO). Una de sus paradas ha sido el Festival de Cine de Zurich, donde también se somete al análisis del pasado. Y desde un principio Jennifer Fox deja claro su rechazo hacia el término “víctima”. «Aunque para algunas personas sea útil, yo siempre la consideré muy dañina», explica, «más que víctima, yo me siento una superviviente».

¿Cómo fue el proceso de confrontar sus recuerdos los de las otras personas implicadas?

Se trataba de unir muchos recuerdos dispersos, y mientras más investigaba mi historia para escribirla, surgían más cosas. Eso me siguió pasando durante el rodaje, y puedo decir que hasta ahora es así. Yo no olvidé, para sobrevivir con esa parte de mí dañada, tuve una disociación emocional. Y es que cuando eres niño no tienes ninguna otra herramienta para defenderte y protegerte. A los 45 años, cuando estaba haciendo una película sobre mujeres, fue cuando me di cuenta de que había sido abusada sexualmente. Ahora en mi adultez soy lo suficientemente fuerte para reconocerlo. He estado en terapia durante mucho tiempo, creo en ella, pero por una vez en mi vida a raíz de la película me dije que tenía que afrontarlo yo sola. Una terapia no te fuerza a reconocer por lo que has pasado hasta que no te sientas lista para hacerlo.

Desde el punto de vista creativo, ¿cómo logró separar el proceso formal de la realización del filme del personal?

El proceso artístico de recolección de los recuerdos fue muy emocionante. Cuando me enfrento a un tema me pregunto principalmente qué pide la historia. Yo escribí el guion en pasado, y cuando lo leí, me pareció repulsiva y obvia. La deseché porque me interesaba más explorar cómo mi memoria catalogó todas esas vivencias como positivas, y de cómo esa niña de algún modo creó a la mujer adulta en la que me convertí. Contar eso en una película fue lo que me pareció interesante, y para ello tenía que deshacerme de todas las reglas de narración, de la formas narrativas clásicas. Hubo un momento en la escritura del guion en la que ya no me reconocía a mí misma, y ese fue un punto de quiebra filosófico porque hasta ese instante creía que era una sola persona, la que estaba narrando y la que estaba escribiendo. No era así, éramos dos personas diferentes. Me di cuenta de que la persona que soy hoy hubiera reconocido la situación de inmediato y la hubiese detenido; pero la niña que era entonces me hubiera odiado. Entonces fue que me propuse encontrar soluciones para representar el problema de los recuerdos.

Al tratarse de personas reales, ¿qué cambió?

La única persona identificable soy yo. Cambié nombres, lugares, entre muchas otras cosas. Lo hice para proteger la identidad de las otras personas, pero más que todo previendo algún intento de demanda por parte de alguno de ellos, lo cual hubiera significado detener el proyecto. Aunque conversé con las personas reales en la fase de investigación, jamás les dije que era para una película, asimismo evité a la prensa hasta el estreno en Sundance. Ya sabemos que en EEUU existe un especial gusto hacia el litigio, así que nos cubrimos las espaldas. Sé que él (se refiere al agresor) aún está vivo, debe tener más de 80 años, se trata de una gran personalidad, es muy conocido. Nunca lo confronté. Le llamé varias veces, pero no quiso hablar conmigo. Sabría dónde encontrarlo, lo he visto en Internet en algunos eventos. Mi rabia también ha impedido un posible encuentro; durante esos dos años por primera vez sentí furia.

¿Cómo fue el trabajo con Dern?

Creo que para Laura fue un rol bastante difícil de interpretar, porque ella es madre, tiene dos hijos adolescentes, además es una mujer muy política. Estuvo de acuerdo con el guion, y fue un gran apoyo en todos los sentidos, de hecho aceptó el papel sin tener aún financiación. Laura es una actriz fantástica, y me alegro de que haya sido capaz de asumir este rol; tuvimos muchas conversaciones, y para ella fue un aliciente el hecho de por ser mi historia, yo contaba con todo el conocimiento necesario para aportárselo, es que en cierta forma esto te salva de caer en la desmesura.

¿Cómo ha sido el acercamiento con el público y con las personas que han sido abusadas?

Es una gran suerte que esta película esté mostrándose en culturas diferentes, con público muy diverso. Es notable que la resonancia sea tanto en mujeres como en hombres, pero en los coloquios he notado que la mayoría de las veces son hombres quienes cuentan sus historias. En la audiencia en Zurich, por ejemplo, un hombre de unos 40 años inició el conversación con la pregunta: “Me violaron cuando tenía 15 años, ¿cómo pudiste sobrevivir?”. Es un hecho que en EEUU una de cada tres mujeres denuncia, mientras que la cifra en los hombres es uno de cinco.

Es notable que en los periódicos ocupen la primera plana los casos de abusos sexuales en la iglesia católica así como el de Brett Kavanaugh (juez asociado de la Corte Suprema de EEUU, acusado de violación), además estamos en la era del #metoo, ¿es este el momento justo para su película?

Fue una casualidad. En 2014 nadie estaba dispuesto a financiar “The Tale”, porque ¿quién quería ver una película sobre abusos sexuales a menores? Me decían que el guion era fantástico, pero que el tema era tabú. Rodamos entre 2015 y 2016, y la terminamos en julio del 2017. (Harvey) Weinstein cayó en otoño de ese año, y el movimiento #MeToo, que en realidad tiene una década, estalló con el caso Weinstein, que también originó el movimiento Time’s Up. Así que cuando llegué a Sundance (en enero de 2018), fue como un momento cósmico. Honestamente pienso que si “The Tale” hubiera sido estrenada un año antes, nadie la hubiese visto. Así que llegamos en un momento perfecto.

Otro caso actual es el del equipo olímpico de gimnasia de EEUU, quien tiene muchas similitudes con su caso. ¿Ha habido un intercambio de impresiones con esas chicas?

No, pero muchas de las personas envueltas en el caso han visto la película. Además hemos proyectado el filme en centros deportivos femeninos en Nueva York para hablar sobre el tema. Después de una de esas proyecciones, se me acercó una chica de unos 20 años que había sido abusada, me contó que ha estado al borde del suicidio, pero que la película le ha ayudado a darse cuenta de que puede continuar, de que tiene un futuro, de que puede sobrevivir.