Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Robin Hood»

Los desfiles de moda llegan a la Inglaterra medieval

En la industria del cine a veces hay justicia poética, porque “Robin Hood” (2018) está siendo un merecido fracaso comercial, ya que todavía no ha recuperado los cien millones de dólares invertidos. Espero que Leonardo DiCaprio tome buena nota de ello, antes de aventurarse de nuevo con su compañía Appian Way en operaciones tan disparatadas. Y podía haber sido peor, porque en un principio compró los derechos de este engendro argumental para protagonizarlo. Quien sale ganando es el sufrido espectador, que se libra de posibles continuaciones. Dentro del esquema inicial debían de estar contempladas, toda vez que esta teórica primera entrega reinventa los orígenes del mito, sin llegar a la leyenda de la banda de ladrones del bosque de Sherwood, con lo que faltan los acompañantes para un héroe presentado de entrada en solitario.

La que sí aparece es Marian, aunque no se puede hablar de un romance con el protagonista masculino como el que inmortalizó el maestro Richard Lester en “Robin y Marian” (1976), debido a que deriva hacia un ridículo triangulo amoroso en el que el tercero en discordia es encarnado por Jamie Dorman como si siguiera haciendo de Christian Grey, pero cambiando su perfil de magnate sadomaso por el de un político conservador que no entiende la praxis revolucionaria que comparten unos insufribles Taron Egerton y Eve Hewson.

Los amantes legendarios viven en una Edad Media retrofuturista, participando en manifestaciones con bombas incendiarias contra los antidisturbios, y eso a la vuelta de las Cruzadas, donde él actúa como cualquier militar de la invasión de Irak, a tenor de una conspiración multinacional para vender armamento pesado a los países árabes. Ni los gamers se han tragado semejante planteamiento de videojuego, que convierte al Sheriff de Nottingham en un modelo de pasarela rodeado de fashion-victims.