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Pese al litigio por las Kuriles, Putin y Abe apuestan por el tratado de paz

El presidente ruso, Vladimir Putin, y el primer ministro japonés, Shinzo Abe, se comprometieron ayer a firmar el tratado de paz pendiente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial pese a las dificultades en las negociaciones, vinculadas principalmente con el litigio territorial relativo a las islas Kuriles, cuya soberanía se disputan ambos países. Un 74% de los rusos se oponen a una posible cesión de las islas a Tokio, según sondeos.

«Tenemos por delante un arduo trabajo para crear las condiciones necesarias y lograr una decisión mutuamente aceptable» de cara a la firma de un tratado de paz, señaló Vladimir Putin en su comparecencia conjunta junto a Shinzo Abe en el Kremlin. Ambos se comprometieron ayer a firmar el tratado de paz pendiente desde la Segunda Guerra Mundial pese a que están muy lejos de solucionar el contencioso territorial por las islas Kuriles, el principal obstáculo.

Putin destacó que ambos confirmaron su «interés» en firmar el tratado, paso crucial para la normalización de las relaciones bilaterales, aunque matizó que la decisión debe ser «aceptable» para los dos países y «respaldada» por ambos pueblos, pero no mencionó si será necesario convocar un referéndum. En cualquier caso, no parece un objetivo fácil, ya que, según los son- deos, la mayoría de los rusos, el 74%, se opone terminantemente a la cesión de las Kuriles.

El que no respondieran a preguntas evidenció que sus posturas en esta primera ronda de negociaciones de paz se hallan alejadas. No hubo ni una sola referencia a una posible entrega de alguna de las cuatro islas Kuriles del Sur –Iturup, Kunashir, Habomai y Shikotan–, en poder ruso y reclamadas por Tokio.

«En la reunión en Singapur nos comprometimos a enmarcar el proceso negociador en la Declaración Unión Soviética-Japón de 1956», señaló sobre la reunión celebrada por ambos en noviembre. Al respecto, destacó que ese documento contempla, en primer lugar, la firma del tratado de paz, lo que Moscú defiende en las negociaciones.

Putin se refería a que la declaración pone como condición la firma del tratado para abordar la entrega de dos de las islas más pequeñas (Shikotan y Habomai). Esa posibilidad se vio frustrada por la firma en 1960 de un acuerdo de seguridad entre Tokio y Washington, que desplegó sus tropas en Japón, lo que la URSS interpretó como una amenaza a su seguridad.

Más de una ronda

Putin y Abe acordaron acometer actividades económicas conjuntas en el archipiélago, lo que incluye acuicultura, turismo, agricultura, energía eólica y procesamiento de residuos.

Por su parte, Abe, que ha vinculado directamente el tratado con la devolución de las Kuriles, admitió ayer que es hora de resolver un conflicto que data de hace más de 70 años.

Destacó que había acordado con Putin que este verano los japoneses con antepasados en las islas podrán visitar sus tumbas. Y anunció que sus ministros de Exteriores se reunirán en febrero durante la Conferencia de Seguridad de Múnich.

«Habrá más de un ronda. Hay que fortalecer la atmósfera de confianza mutua», comentó después Dmitri Peskov, el portavoz del Kremlin.

En los últimos días en Rusia ha habido protestas contra la posible cesión de las Kuriles a Tokio, la última se saldó ayer con once detenidos frente a la Embajada japonesa en Moscú.

Los preparativos de la cumbre se torcieron cuando Tokio dejó claro que su objetivo es recuperar las cuatro islas Kuriles del Sur, para lo que se propone convencer a su población –unas 17.000 personas– de que aceptara voluntariamente el dominio nipón, cuando Moscú le exige como condición para negociar que reconozca primero la soberanía rusa sobre el archipiélago. También irritó al Kremlin que Abe dijera que EEUU debería estar interesado en que Japón recupere las Kuriles para contener a China, aliado de Rusia.

Cuatro islas que envenenan las relaciones bilaterales

Ricas en aguas termales, minerales, metales raros como el renio y peces, y garantes del acceso al Pacífico de la flota rusa con base en Vladivostok –a través del estrecho entre Kunashir e Iturup, que no se congela en invierno–, cuatro islas del archipiélago de las Kuriles son todavía, 70 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, centro de una disputa territorial entre Moscú y Tokio, que envenena las relaciones bilaterales. El control total de las islas, además, protege al mar ruso de Ojotsk, más al norte, de una eventual incursión submarina.

Son las cuatro más meridionales, las más cercanas a Japón de una larga cadena de pequeñas ínsulas volcánicas que forman un arco entre la península rusa de Kamchatka, al norte, y la gran isla japonesa de Hokkaido, al sur.

Territorios del Norte para Japón y Kuriles del Sur para Rusia, estas islas integran actualmente la región rusa de Sakhalin. Para Tokio dependen de la prefectura de Hokkaido y están ocupadas por Rusia, lo que impide la firma de un tratado de paz.

En 1855, se fijó la frontera más allá de las cuatro islas más cercanas a Japón, que recuperó el control sobre todas las Kuriles en 1875. En febrero de 1945, en Yalta, Stalin habría logrado de Roosevelt la promesa de recuperar las Kuriles a cambio de entrar en guerra contra Japón y, tras su invasión, en 1946 fueron incorporadas a la URSS. En 1956, Jruschov se comprometió a devolver Shikotan y Habomai, las dos más pequeñas, a cambio de un tratado de paz, pero la negociación, retomada en 1991, no tuvo éxito.GARA