Ferran BARBER
Karakosh

«NO SOMOS CRISTIANOS DE IRAK SINO ASIRIOS DE MESOPOTAMIA»

Es un secreto a voces en el barrio de Ankawa que los chabaquíes de una milicia conocida como Brigada 30 crean problemas en los «checkpoints» instalados en la carretera que conecta la ciudad kurda Erbil con Bajdida o Karakosh, la mayor de las poblaciones caldeo-asirias (cristianas) en los Llanos de Nínive, uno de los territorios pródigos en petróleo que, al igual que Kirkuk, se disputan los kurdos de Bashur con los árabes de Irak.

Desde que los últimos yihadistas del ISIS fueron expulsados del bastión cristiano de los Llanos de Nínive por el Ejército de Irak y las Unidades de Movilización Popular (Al-Hashd Al-Sha'abi), en octubre de 2016, los rifirrafes entre los caldeo-asirios que viajan a Bajdida y los mal avenidos vecinos chabaquíes que custodian los controles de seguridad interpuestos en la vía han llegado incluso a provocar peleas multitudinarias por asuntos tan aparentemente ajenos a las grandes reclamaciones políticas como la supuesta falta de respeto que los chabaquíes muestran por las chicas cristianas que atraviesan sus controles. No son tampoco infrecuentes los enfrentamientos al más puro estilo Ok Corral entre turbas de jóvenes. Alá creo a los hombres y Mijail Kalashnikov los hizo iguales.

El último episodio conocido en la larga historia de desavenencias entre los chabaquíes de Nínive y sus vecinos caldeo-asirios tuvo lugar a mediados de diciembre en la población de Bartella, cuando un puñado de jóvenes chabaquíes disparó al aire en las proximidades de una iglesia. Como tantas otras veces, fue una provocación sin causa conocida la que terminó reverberando en una queja del cura siro-católico de la población –Benham Benoka– más tarde amplificada por la prensa cristiana estadounidense. «ISIS se ha ido, pero no cesa el acoso a los cristianos por parte de los musulmanes», subrayaban algunos de esos diarios tan queridos entre los Caballeros de Colón, los neocon y los cruzados de la Alt-Right.

En vísperas de Navidad, se ha convertido ya en una tradición universal en Occidente llevar a portada un titular de los cristianos orientales victimizados por los infieles musulmanes en el contexto de un conflicto de raíces religiosas. «¿Ha sido detenido Santa por la Policía del sur de Irak?», ironizaba hace unos días “The New York Times” a propósito de un rumor no contrastado extendido por las redes.

Gran muftí contrariado

Claro que el chascarrillo más popular de las pasadas navidades ha sido una fatwa o decreto religioso del gran muftí Abdul Madhi al-Sumaidaie en el que se exigía a los musulmanes piadosos del país que se abstuvieran de celebrar la Navidad, declarada fiesta nacional por el Gobierno. «Que los caldeo-asirios estamos siendo despojados y expulsados de nuestras tierras ancestrales es un hecho», asegura la activista Susan Patto. Es verdad que, a su juicio, las razones que hay detrás tienen menos que ver con las afirmaciones realizadas por esos líderes religiosos extravagantes tan celebrados por la prensa de Occidente que con una campaña más sutil de aniquilación de su identidad «por la que Europa y sus medios de comunicación no muestra interés alguno». «No somos los cristianos iraquíes, sino los asirios de Mesopotamia», repiten una y otra vez desde las formaciones políticas independientes que –como el Movimiento Democrático Asirio o Abnaa al-Nahrain– han conseguido sustraerse a la influencia de los kurdos, los chiíes y las propias iglesias cristianas que se disputan sus despojos.

Las cifras son esclarecedoras e inequívocas. La población caldeo-asiria de Irak se ha reducido en tan sólo veinte años de un millón y medio de personas a algo más de 250.000. A todos los efectos, es indudable que los aborígenes cristianos de Mesopotamia se han convertido en una reliquia antropológica en la tierra de la que son originarios. La cuestión es si el derrumbe demográfico y la espantada provocada por las diversas formas de violencia son esencialmente el resultado de un enfrentamiento de raíces estrictamente religiosas o si, tal y como sugiere Susan Patto, el credo es tan sólo una coartada para sacar ventaja y obtener beneficios de asuntos más mundanos como la propiedad de tierras o el control de algunas zonas ricas en recursos petrolíferos.

«Si hay una clara muestra de la malinterpretación sectaria que la prensa cristiana hace de nuestros problemas es justamente el contencioso que ahora enfrenta a chabaquíes con caldeo-asirios», sostiene Ashur Isaya, un expatriado caldeo-asirio en Australia. En efecto, los chabaquíes practican una religión sincrética. Se reparten en tres sectas; hay un sector sunní y otro cercano a los chiítas, aunque ambos presentan particularidades. Por poner un ejemplo, hablan una lengua semejante al dialecto kurdo gorán; beben alcohol e incorporan influencias cristianas y sufíes a su credo. Son los parias entre los parias y a menudo han recibido el mismo o peor trato que los yazidíes por parte del Estado Islámico y sus vecinos sunníes, que suelen referirse a ellos como «herejes».

Por todo ello, «reducir los encontronazos que nos enfrentan a los chabaquíes a un conflicto religioso entre cristianos y musulmanes es exactamente igual de ridículo que presentar a la comunidad caldeo-asiria de Beth Nahrain como los cristianos de Irak», añade Isaya. «¿Tendría algún sentido que los medios de comunicación se refirieran a los franceses como los católicos de Europa Central, o que enviaran a su clero para representarles en los encuentros internacionales? Pues eso es justamente lo que está pasando con nosotros. Ni nuestra identidad se agota en nuestro credo ni nuestras diferencias con los chabaquíes son esencialmente religiosas, aunque se enmascaren a menudo con la apariencia de una guerra santa».

Ahora son mayoría

Antes de 2014, los chabaquíes se concentraban esencialmente en las aldeas que rodean a las grandes poblaciones asirias de Nínive. La huida en espantada de buena parte de los cristianos ha provocado cambios demográficos profundos en localidades como la citada Bartella, que a su vez han desencadenado los mencionados enfrentamientos y tensiones. Por si alguien albergaba todavía alguna duda acerca de la verdadera naturaleza de esas diferencias, el 27 de diciembre se hacía pública una carta del representante de esa minoría en el Parlamento de Bagdad donde Qusay Abbas Mohammed solicitaba que se repartieran entre los suyos las tierras, antaño propiedad de los asirios.

El contencioso está aún sin resolver, pero los miembros de esa secta musulmana tienen ahora a su favor para hacer valer sus intereses una circunstancia insólita; han pasado de ser numéricamente inferiores a los cristianos a superarlos. En otras palabras, muchos asirios ya no han retornado a Nínive mientras que el número de chabaquíes que ha regresado es notablemente superior al que había antes de la aparición del ISIS.

Y ahora, además, cuentan con el apoyo de su propia unidad militar –la citada Brigada 30– y con las simpatías de algunos miembros de las milicias chiíes que operan bajo el paraguas de Al-Hashd al-Sha'abi en poblaciones como Bartella.

En teoría, esa población se encuentra bajo el control de una guardia popularmente conocida como Brigada de Babilonia; publicitada como «cristiana» y liderada, de hecho, por un caldeo de Alqosh, Rayan al-Qaldani. Pero en la práctica, el grueso de los milicianos que la forman son musulmanes árabes del sur del país. El propio Al-Qaldani es profundamente detestado por sus paisanos cristianos de Alqosh, quienes le consideran un traidor al servicio de los chiíes de Bagdad y sus amigos persas. La milicia se halla de facto bajo el control de la Brigada Badr, el ala militar del Consejo Supremo para la Revolución Islámica de Irak o, en otras palabras, un puñado de peones con las botas tachonadas al servicio de los intereses iraníes en Irak.

Los profundos cambios demográficos que ha dejado tras su estela el Estado Islámico no son los únicos causantes de disputas por la propiedad de tierras. De hecho, este es uno de los principales problemas que compromete las posibilidades de retorno de los aborígenes de Mesopotamia a algunos viejos bastiones caldeo-asirios situados en las proximidades de la frontera turca, no muy lejos de la ciudad kurda de Dahok.

Robo de tierras en Nahla

El caso más conocido es el del valle de Nahla, donde el éxodo sostenido y constante de la población asiria hacia Occidente ha provocado el abandono de amplias extensiones de terreno que algunas tribus kurdas de los territorios controlados por los Barzani han tratado de usurpar por la fuerza de las armas. Nominalmente, el grueso de estas tierras son comunales asirios, que dejaron de trabajarse a falta de la mano de obra necesaria. Su arrendamiento eventual a familias kurdas ha desencadenado con frecuencia en «expropiaciones ilegales» o, en rigor, en el robo de las propiedades. Eso explica que muchas de ellas prefieran ser dejadas como baldíos, antes que arriesgarse a que su arrendamiento sea sólo la antesala de su expolio. Ninguno de los esfuerzos por llevar estos casos documentados de robo a los tribunales de justicia kurdos ha sido provechoso hasta la fecha en vista de que los Barzani son incapaces de hacer cumplir sus leyes.

La «cruzada» que inventó la Alt-Righ

Buena parte de los voluntarios occidentales que viajaron a Irak tras 2014 para combatir al Estado Islámico lo hicieron alentados por la llamada a la cruzada que hicieron populares medios norteamericanos y europeos, que como “The Telegraph” o “Newsweek”, difundieron la existencia de una milicia «cristiana» de carácter sectario creada por los fieles iraquíes para defenderse de la yihad.

En realidad, no había una, sino varias de estas milicias, algunas de las cuales han sobrevivido hasta hoy. Lo paradójico del caso es que la prensa occidental ocultó a menudo deliberadamente que todas, sin excepción, formaban parte de organizaciones como el Ministerio de los Peshmerga iraquí o las Fuerzas de Movilización Popular de Bagdad. Es decir, difícilmente podían tener una agenda sectaria y religiosa cuando rendían cuentas ante musulmanes.

Tampoco habían sido creadas para defender la «fe cristiana», tal y como se insinuaba, sino para proteger los intereses de los caldeo-asirios de Mesopotamia, una minoría que dice descender de los habitantes originarios del Creciente Fértil. Una vez más, se mezclaba su condición de cristianos con una parte no menos importante de su identidad, basada en su filiación étnica y sus reclamaciones culturales y políticas como pueblo.

Para acabar de enredar todavía más este complejo puzzle antropológico y geopolítico, las milicias en cuestión se encuentran enfrentadas entre sí, y en realidad, sólo proyectan las filias y las fobias de los partidos caldeo-asirios y de las organizaciones que las auspiciaron. Así, por ejemplo, la más popular de entre ellas es el NPU o Unidades para la Protección de los Llanos de Nínive, creada por ADM o Zowaa, uno de los pocos partidos asirios independientes que han sobrevivido a la campaña de fraudes apadrinada por los árabes de Bagdad y los kurdos de Erbil, con el fin de crear una red de fuerzas «proxy» asirias que sirva a sus intereses.

Tanto el NPGF (Niniveh Plain Guard Forces) como los NPF (Niniveh Plain Forces) fueron apoyadas por los kurdos para contrarrestar la influencia de la anterior y ayudar a legitimar sus ambiciones sobre los territorios de Nínive en disputa. Cada una de las fuerzas políticas mayoritarias en litigio en Irak cuenta, a su vez, con uno o varios partidos títeres asirios bajo su control. Incluso Masroud y Nechirvan disponen de los suyos propios y diferenciados.

Sólo un candidato independiente asirio –Emmanuel Khosaba, de la lista Rafidain– consiguió uno de los cinco escaños que la ley iraquí reserva a la minoría asiria en el Parlamento de Bagdad. El resto fueron usurpados mediante un sistema de fraude masivo tanto por los kurdos como por la organización Badr, de la que dependen las Brigadas de Babilonia.F. BARBER