Víctor ESQUIROL
berlín

Transición berlinesa: Oso de Oro para “Synonymes”, de Nadav Lapid

Dieter Kosslick (con la ayuda del jurado presidido por Juliette Binoche) se despidió de la Berlinale con un último acto de amor hacia su criatura. El Director Artístico saliente pasó el relevo a Carlo Chatrian con un palmarés rebosante de ilusión. En él brilló el pasado (Wuang Xiaoshuai), el presente (François Ozon) y, sobre todo, el futuro. De la mano de Nadav Lapid y Angela Schanelec, los dos grandes triunfadores en el cierre, el festival alemán nos invitó a soñar.

El 69º Festival de Cine de Berlín confirmó la estructura circular de las mejores películas. Pasara lo que pasara este año (y desde luego, pasó mucho) se recordaría esta edición como la de la despedida de Dieter Kosslick, Director Artístico de la cita durante dieciocho años. Y en efecto, la configuración del Palmarés pareció hablarnos de este cambio de rumbo que tanto necesita dicho certamen.

Por cierto, en una de las butacas más privilegiadas del Berlinale Palast estaba sentado Carlo Chatrian. El elegido para sustituir a Kosslick se abrazó con el dirigente saliente y aplaudió las decisiones de un jurado que pareció ir allanando el terreno para el año siguiente.

Lo que se le va a pedir a la 70ª edición va a ser una zarandeada histórica. Esto es, más capacidad para atraer a estrellas, y un mayor mimo con la cinefilia más exigente (no en vano, Chatrian viene de dirigir el Festival de Locarno, una de las mecas actuales de la autoría más en la vanguardia). Pues bien, para su 69º cumpleaños, la Berlinale decidió encumbrar al israelí Nadav Lapid y a la alemana Angela Schanelec. Dos autores incorruptibles en su manera única de entender el cine. Dos artistas llamados a marcar tendencia. Dos talentos que, precisamente, empezaron a hacerse importantes en anteriores ediciones de Locarno. Otro círculo cerrado: la Berlinale confirmó que apostaría fuerte por la transición.

Con el Oso de Oro otorgado a “Synonymes”, de Nadav Lapid, el festival alemán volvió a ponerse en la primera línea de este cine que, ya sea por fondo, ya sea por formas, importa (y mucho). La historia de un inmigrante hebreo que llegaba a París renegando de su identidad natal, se convirtió en manos de este director de Tel Aviv en un ejercicio de rabiosa e híper-estimulante libertad. En el lenguaje fílmico empleado, en la escritura (a caballo entre la memoria y la ensoñación) y por último, en la manera de apuntar el dedo acusador a un mundo privilegiado, en plena y aberrante pérdida de la empatía humana.

Por su parte, Angela Schanelec se hizo con el Oso de Plata a la Mejor Dirección. Su último trabajo, “I Was At Home, But” fue la propuesta más trabajada en lo que a puesta en escena se refiere, y así lo reconoció el jurado. Chatrian sonreía.

El resto de galardones se saldó con dos pequeños tropiezos (el Alfred Bauer a “Out Stealing Horses”, de Hans Petter Moland y el Premio del Jurado a “System Crasher”, de Nora Fingscheidt) y con la seguridad que siempre da el buen prestigio. François Ozon se quedó con el Gran Premio del Jurado por “Gracias a Dios”, mientras que Roberto Saviano, Claudio Giovannesi y Maurizio Braucci conquistaron el de Mejor Guion por “Pirañas”. Otra de las grandes favoritas, “So Long, My Son”, de Wang Xiaoshuai, se llevó los Osos de Plata a las Mejores Actuaciones, concedidos a Wang Jingchun y Mei Yong.

Un palmarés envidiable. Por los nombres que invocó (solo faltó Wang Quan’an) y por el futuro que dibujó. Se rompió el círculo; empezó la transición. Llegamos a Berlín deprimidos, y nos fuimos esperanzados.