M.I.
MAYA

La India como lugar para volver a nacer

L a carrera de la cineasta Mia Hansen-Love se ha ido haciendo en los grandes festivales internacionales, y en ese recorrido eligió Toronto para presentar su sexto largometraje “Maya” (2018), cuando los ojos de sus seguidores ya están puestos en el séptimo, el esperado “Bergman Island” (2019), protagonizado por la actriz de Hollywood Mia Wasikowska, y que es la historia de una pareja de cineastas estadounidenses que buscan inspiración en la famosa isla de Farö, ubicada en el Mar Báltico, al norte de la isla de Gotland y a la que se retiraba el maestro sueco Ingmar Bergman.

“Maya” (2018) es la historia de un renacimiento, a través de una mirada romántica a las relaciones interraciales e interculturales. El protagonista es Gabriel, personaje encarnado por Roman Kolinka, actor habitual en el cine de Mia Hansen-Love. A sus 32 años Gabriel intenta recuperarse de su experiencia traumática como reportero de guerra, tras sufrir cuatro meses de cautiverio en Siria. Una vez liberado y repatriado, los interrogatorios y la investigación le resultarán tanto o más duros que la misma guerra. Por todo ello se planteará una escapada que le lleva a Goa, ya que creció en la India, buscando sus raíces y la posibilidad de empezar otra vez desde cero. Se instalará en un bungalow junto al mar, intentará reconstruir una casa de campo y paseará en scooter por lugares turísticos y bares. Todo cambia cuando conoce a la joven del título, quince años menor que él. Una nativa, cuyo padrino es el dueño de un hotel de lujo en la zona. El romance transcurre por tanto en ambientes privilegiados, de acuerdo con ese lado pijo que lleva a muchos a comparar a Mia Hansen-Love con Sofía Coppola. Pero la autora de “Eden” siempre se muestra más europea, y sus personajes responden a ese perfil, como la madre del chico, a la que encarna Johanna ter Steege, y que colabora con una ONG en Bombay. Son extranjeros que se pueden permitir dejar sus trabajos occidentales y vivir su interminable año sabático en países exóticos, donde la vida contemplativa se impone tal cual a las presiones profesionales y sociales que son olvidadas en la distancia a miles de kilómetros.