Asier Fernández de Truchuelo Ortiz de Larrea
KOLABORAZIOA

Pedir perdón

El árbol de la libertad debe ser vigorizado de vez en cuando con la sangre de los patriotas y tiranos, es su fertilizante natural». (Thomas Jefferson, presidente de los Estados Unidos de América 1801-1809)

El dos de mayo de 1808, y al grito: «¡Que nos lo llevan!», en referencia al infante Francisco de Paula, el pueblo español se alzó en armas y libró una larga lucha sin cuartel –seis años duró– contra el gabacho y sus «fuerzas de ocupación», oponiéndose así a la modernidad y las nuevas ideas civilizadoras que llegaban allende los Pirineos.

Como diría el filósofo Albert Camus en un mitin sindical allá por el 1953: «La libertad no es un regalo que se recibe de un Estado o de un jefe, sino un bien que se conquista a diario, gracias al esfuerzo de cada uno y a la unión de todos».

Doscientos largos años han pasado desde que unos españoles cometieran el delito de rebelión contra la primera constitución española –Acte Constitutionnel de l'Espagne, 6 de julio de 1808–, y se rebelaran en contra del poder legalmente establecido –el 6 de mayo de 1808 Carlos IV de España había abdicado en favor del emperador francés–.

Pese a ello, España sigue celebrando esas fechas y aclamando como héroes nacionales a aquellos alzados contra aquella primera Constitución con mayúsculas, y las estructuras de gobierno legalmente establecidas. Hoy algunos los tildarían de terroristas, y les impelerían a pedir perdón al pueblo francés y a su República democráticamente constituida.

Pero tomando la respuesta de Josep Borrell, ministro de Asuntos Exteriores español, ante la petición de disculpas –por el proceso de conquista y el período colonial– de José Manuel López Obrador (AMLO), presidente de los Estados Unidos Mexicanos: «España no va a presentar esas extemporáneas disculpas que se piden».

Siendo así, y si España no está dispuesta a reconocer su más oscuro pasado y sus conquistas contrarias a derecho –caso del Reyno de Navarra–, ¿qué sentido tiene que España siga reclamando la soberanía sobre Gibraltar, un territorio cedido al Reino Unido el 11 de abril de 1713?

Aplicando la misma lógica, parece que hay luchas por la libertad y la independencia justas, y otras que no lo son. ¿De qué dependerá el que se ajusten o no a derecho? ¿Del resultado final del conflicto, o acaso del tiempo transcurrido? Por lo visto, por la misma razón que hay culturas, lenguas y religiones «superiores», con derecho a imponerse sobre el resto, hay conquistas y muertes justas y viceversa.

Por todo ello, la justicia no es algo obvio y resultado del sentido común; más bien parece un conjunto de leyes aleatorias, dependientes en cada caso y momento de las necesidades de quien detente el poder, estando, por tanto, los procesos negociadores sobrevalorados, siempre y cuando no se den entre iguales.