Janina PÉREZ ARIAS
VENECIA
Entrevue
GUILLAUME CANET
ACTOR Y DIRECTOR

«Yo tengo una cuenta en Instagram pero trato de no vender mi alma»

En «Dobles vidas», de Olivier Assayas, el actor francés interpreta a un editor que se debate entre los libros en papel y las nuevas tecnologías. Aunque el filme se centre en la literatura, la finalidad es analizar el progreso de la tecnología y profundizar sobre la manera en la que nos afecta, llegando a cambiar nuestras vidas.

Cuenta Guillaume Canet (Boulogne-Billancourt, 1973) que le sorprendió que el director Olivier Assayas le escogiera para el rol de Alain en “Dobles vidas”. «Creo que Olivier quería a alguien que se alejara de la imagen del editor como una persona algo mayor que lleva gafas», cuenta, y se aventura a hacer conjeturas: «Tal vez quiso representar el conflicto de la modernidad de la tecnología a través de alguien más joven».

En efecto, en “Dobles vidas” Assayas centra la historia en el mundo editorial, donde Alain se debate entre su afición por los libros antiguos y la avanzada de la tecnología. Pero este es apenas uno de los aspectos que explora el director francés en su más reciente filme.

Coprotagonizado por Juliette Binoche, esta vez Olivier Assayas (“Después de mayo”, “Viaje a Sils María”, “Personal Shopper”) apela a una comedia al estilo de Woody Allen de los años 80 o 90. París en lugar de Nueva York, amigos que en realidad no lo son tanto o que mantienen una relación secreta, desparpajo, incorrección política, algo de drama, un poco de tragedia. Sin embargo aún sobre el papel a Canet le invadía el temor de que la historia aburriera. «Cuando empezamos a rodar finalmente entendí lo que quería Olivier», se sincera en la Mostra de Venecia donde “Vidas dobles” se estrenó mundialmente, y añade: «Su intención era mostrar parte del mundillo intelectual parisino hablando casi para sí mismos, pretendiendo mantener una conversación con los demás. Allí se ve el talento de Olivier».

A pesar de que Guillaume Canet es uno de los actores más cotizados del Estado francés, con importantes incursiones en la dirección (“Pequeñas mentiras sin importancia”, “No se lo digas a nadie”, “Cosas de la edad”) no se siente parte de un entorno intelectual que, tal como se ve en la película, discute sobre Ingmar Bergman o el director de culto Michael Haneke. «Provengo del campo, ¡¿qué voy a saber yo de Bergman?!», se pregunta entre risas.

Al encarnar a un editor que se debate entre los libros en papel y las nuevas tecnologías, ¿qué impresión tiene de los avances de la tecnología en el mundo editorial?

Esta película no es solo sobre literatura, más bien Olivier eligió el ámbito literario porque representa el mundo en el que vivimos actualmente. La era digital es fantástica, si bien significa un gran cambio, nos permite hacer mucho y conocer una infinidad de cosas, pero también es bastante pantanosa y hasta peligrosa, porque alimenta la falta de curiosidad. Una buena muestra de ello es cuando te vas de vacaciones con 50 libros en un Kindle, si a las 10 páginas no te atrapa uno, lo que haces es irte al siguiente. Ya no se tiene curiosidad para avanzar en la historia de un libro, ni la paciencia para tratar de entender su significado. Con las películas pasa exactamente lo mismo, lo cual le da a la gente la sensación de haber visto o leído mucho de todo, pero no es así, se trata más bien de un consumo rápido sin tener el tiempo de digerir nada. Aunque Olivier se centre en la literatura, se trata del progreso de la tecnología y de qué manera nos afecta y cambia nuestras vidas.

¿Le preocupa que como sociedad no nos demos cuenta de esos efectos?

Esta situación es problemática y aterradora. A lo anterior se adiciona la tendencia a quedarse en casa para hacer amigos virtuales y para captar más seguidores, poniéndole fin a la comunicación real. Siempre doy el mismo ejemplo pero es que cuando lo escuché por primera vez me dejó en shock, se trata de una declaración de George Lucas, dijo que llegará el momento en el que él no necesitará a ningún actor, que hará películas solo en el salón de su casa. En caso de que Lucas lo haga así, y la gente se quede en casa para ver cine, sería un horror porque significaría que dejaremos de interactuar, de intercambiar opiniones, nunca más compartiremos experiencias. Y es que ya ni siquiera nos tomamos el tiempo para hablar con un amigo cuando lo encontramos casualmente por la calle, en lugar de ello le decimos “vamos a textearnos”.

¿Se ha visto en la situación de no darle la oportunidad a un libro o a una película después de las primeras páginas o los primeros minutos?

He caído en esa trampa, pero trato de no reincidir. Para mí un filme se debe ver en una sala de cine con público, pero se ha dado el caso de que me envían el enlace para ver un filme en mi computadora. Me pasó hace poco con una película que ansiaba ver, y caí, lo cual es estúpido porque la quería ver en el cine y no tuve la paciencia suficiente para esperar. Por eso digo que caigo en la trampa una y otra vez.

La discusión sobre las nuevas tecnologías es extensiva a las redes sociales. ¿Cómo es su relación con esas plataformas?

Me decepciona cuando veo en Instagram a actores que admiro mucho posteando de todo, lo que comen, lo que están haciendo... Para mí es como perder la fantasía que creamos alrededor de esas personas. Yo tengo una cuenta en Instagram pero trato de no vender mi alma (se ríe).

Muchos actores afirman que usan las redes sociales para evitar a los paparazzi.

¡Esa es una excusa! La única razón es hacer dinero; llevan o usan marcas específicas para fotografiarse con ellas y así ganar dinero, por eso digo que es una tontería lo de evadir a los paparazzi.

¿Esa es otra trampa que también intenta evitar?

¡Así es! Yo no gano dinero mostrando ropa de marca. Hago chistes sobre eso; me dedico a la equitación y tengo como sponsor a Lacoste, pero yo hago las veces que estoy promocionando esa marca.

¿Qué piensa de los chistes de intelectuales que se hacen en «Dobles vidas», en particular sobre «La cinta blanca» (filme de Michael Haneke, 2009) y Juliette Binoche?

Para ser honesto, no me gusta el de Juliette Binoche (se ríe); en cambio el de “La cinta blanca” me encantó, me interesaba ver cómo funcionaba en esa dinámica. Es un buen chiste, sobre todo porque refleja mucho esas situaciones en las que la gente pone en evidencia sus mentiras. En cuanto al de Juliette, cuando estábamos rodando le pregunté a Olivier si estaba absolutamente seguro de hacer ese chiste, pero él estaba convencido de que sería gracioso. Cuando leí el guion me di cuenta de que había muchas partes divertidas, pero se me hizo difícil imaginar el ritmo, ya que se trataba de diálogos muy extensos. ¡Estaba en shock! Había una escena de hasta 11 páginas, y en aquel momento pensé que si esta película iba a ser una comedia, sería más bien a causa de mi terrible rendimiento interpretativo.