Ramón SOLA
EL PRESIDENTE ESPAÑOL, EN EUSKAL HERRIA

Sánchez loa en Iruñea al Rubalcaba que decapitó al PSN en 2007 y 2014

Pedro Sánchez aterrizó por un día en la campaña vasca hablando más de Catalunya que de Euskal Herria. En Iruñea dejó un apunte significativo porque en Donostia no lo enunció: los elogios al fallecido Rubalcaba suenan a aviso al PSN habida cuenta de cómo frenó el inicio del cambio actual en 2007, 2013 y 2014.

El discurso del presidente español antes de comer en Donostia y después en Iruñea tuvo un contenido casi exacto, y seguramente réplica también del de la noche en Logroño, los de anteayer en Santiago y A Coruña o los de hoy en Las Palmas y Tenerife. Pero hubo un matiz en el que conviene reparar, porque en la capital navarra reivindicó muy expresamente a Alfredo Pérez Rubalcaba. Y el recién fallecido no es precisamente una figura inocua en la reciente historia política navarra.

Lo subrayó el entonces líder del PSN, Roberto Jiménez, en 2014, cuando decidió marcharse a casa: «Lo he intentado, pero Alfredo Pérez Rubalcaba y Elena Valenciano, por poner nombres y apellidos, no me han dejado». Jiménez había planteado a Ferraz la posibilidad de impulsar o apoyar una moción de censura contra Yolanda Barcina, tras una legislatura que habían comenzado UPN y PSN gobernando en coalición. Pero Rubalcaba, entonces secretario general del partido, dijo no. Y Valenciano, portavoz, lo resumió así: «Alfredo tiene claro que con Bildu no va ni a la vuelta de la esquina».

Un año antes, Rubalcaba se había apresurado a emitir un comunicado urgente de la Ejecutiva Federal ordenando al PSN que no facilitara la moción de censura presentada por Bildu y NaBai para intentar sustituir a Barcina por Juan Carlos Longás. Dicen que a Rubalcaba se le erizaron las orejas cuando escuchó a Roberto Jiménez decir que «o Barcina se va en 15 días o la echamos», y más aún cuando le oyó proclamar que «el PSN en Navarra soy yo».

Rubalcaba dejó claro a Jiménez su error. Ferraz ya había mandado parar en 2007, en el famoso «agostazo» que fue el primer síntoma pre-cambio, todavía con el PSN como posible bisagra. Entonces el fallecido estaba en el Ministerio del Interior, no en la cúpula del partido oficialmente (el «marrón» de fulminar a Fernando Puras se lo comió José Blanco como secretario de Organización), pero su impronta era indudable.

Entre medio, en 2011, en mitin electoral en el Labrit, Rubalcaba subrayó: «Nos gusta esta Navarra singular. Sois lo que queréis ser porque la Constitución ha querido que así sea, y los socialistas españoles estamos encantados. Nadie cambiará Navarra». Apenas cuatro años después, las urnas mostraron que esta vez quien se equivocaba era él.

Toda esta historia debió pasar por la cabeza de la comunidad del PSN reunida ayer tarde en la Plaza del Vínculo. Y es que, a pocos metros de la sede en la que se ventilaron aquellas pugnas con Ferraz, Sánchez no reivindicó la capacidad de decisión de sus compañeros navarros, sino que se extendió en loas a Pérez Rubalcaba. Citó su contribución a diversas causas de Estado y su «amor inquebrantable por nuestro país», y lo remachó con «se ha ido uno de los grandes».

«Tenaza nacionalista»

Por su parte, Sánchez también marcó clara distancia con el Cambio, hablando de «la tenaza del nacionalismo que nada tiene que ver con el sentir mayoritario de los navarros», al tiempo que cuestionaba igualmente la «alianza inexplicable» de las tres derechas y sobre todo la renuncia de UPN al foralismo al coaligarse con Ciudadanos.

A su lado, tanto la candidata en Nafarroa, María Chivite, como la de Iruñea, Maite Esporrín, camuflaron sus ideas de alianzas en el socorrido disfraz del «Gobierno progresista». Contra el Cambio fue más contundente esta última, que aseguró que en Iruñea «hemos tenido una legislatura muy dura, con un alcalde de EH Bildu gobernando solo para los que piensan como ellos, con sus obsesiones identitarias y frentistas».

Por lo demás, en esta minigira el inquilino de La Moncloa se mostró claramente más preocupado y ocupado por Catalunya que por Euskal Herria. Tanto en Donostia (también a metros de la sede del partido, en la Plaza Bilbao) como en Iruñea dedicó buena parte del tiempo a la cuestión de actualidad del rechazo de ERC a Miquel Iceta para presidir el Senado [ver página 8]. Concluye de ello que «el independentismo tiene miedo a las soluciones y a decirle a la gente que no habrá independencia. Pero por mucho cordón sanitario y veto que pongan, no van a poder con las ansias de concordia. Esta va a ser la legislatura de la convivencia, pese a las tres derechas y pese al independentismo», declaró en el acto de Donostia.

El candidato del PSE a Diputación, que le precedió en la palabra, también se acordó del independentismo. Denis Itxaso reprochó a su socio de Gobierno y ahora rival electoral, Markel Olano (PNV), haber dicho que «sentía envidia por Catalunya. Asistimos alucinados a cosas como esta. Y huimos de este tipo de situaciones, porque solo el acuerdo permite avanzar».

A la capital guipuzcoana, en cualquier caso, Pedro Sánchez llegó más en busca de una foto que de un titular. Lo demostró el modo drástico en que se recortó el mitin para acercarse hasta Anoeta y posar allí con las jugadora de la Real que el sábado ganaron la Copa en Granada.